Arte

Pedro Alcántara: “Uno en el arte no puede ser absolutamente racional”

14 / 07 / 2019

El ganador del Premio Nacional Vida y Obra 2019 del Ministerio de Cultura, Pedro Alcántara, habla con Laterales Magazine de su vida, sus búsquedas con el dibujo y actuales proyectos.

Conocí a Pedro Alcántara por mi compañera de universidad, Mónika Herrán, en uno de los certámenes más disruptivos del arte y la cultura en Medellín: el Coloquio de Arte no Objetual, realizado en 1981.

Pedro, un tipo encantador, era ya un artista reconocido en la esfera plástica nacional e internacional. Su obra, galardonada desde que era niño, ha sido merecedora de muchos reconocimientos por la variedad de campos, técnicas, formatos, temas y propuestas artísticas que han hecho de él uno de los maestros del arte colombiano. Su libro, Alcántara, es un vivo testimonio del quehacer de un artista incansable, metódico y obsesivo; pero su más contundente sello es su carisma y vitalidad.

Aprovechando su última visita a Medellín y antes de recibir por parte del Ministerio de Cultura de Colombia el Premio Nacional Vida y Obra 2019 (distinción que también recibió el cineasta Sergio Cabrera), Laterales Magazine conversó con él.

Pedro llegó puntual a la cita, campante como siempre me brindó un cálido y afectuoso saludo. Un sombrero espectacular enmarcaba su pinta de lino que llenaba al lugar de cierto sabor caleño, y un delicioso café acompañó este encuentro mañanero con él y Mónika Herrán, su esposa, y quien por esos días presentaba en la galería F8fotogallery su exposición Anonymous.

Archivo personal de Pedro Alcántara.

Archivo personal de Pedro Alcántara.

Pedro, vienes de una familia con mucha ascendencia social, política y cultural en el país. Tu madre fue una mujer hermosa, sensible y de vanguardia y tu padre un hombre atractivo, negociante y aventurero. Cuentas también en tu familia con dos personas cruciales para la vida política y social del país: el General Pedro Alcántara Herrán y el General Tomás Cipriano de Mosquera, ambos presidentes de la República. Sé que esto es muy importante en tu obra, concretamente en la serie Los ancestros, por eso, con todo ese linaje social de tu apellido me intriga saber ¿por qué te quitaste el Herrán?, ¿Cómo, cuándo y por qué tomaste esta decisión?

Me acuerdo exactamente. Yo estaba en el Museo de Arte Moderno de Roma viendo la primera gran exposición de arte colombiano que se presentaba en Italia en 1962. Fue, además, la primera vez que veía un conjunto de arte colombiano significativo, tan importante, y que conocía por primera vez la obra de artistas de mi país, porque yo tuve una educación tal vez muy extranjerizante: me eduqué en un colegio bilingüe, luego en Estados Unidos, donde terminé mis estudios en una escuela militar. De ahí pasé a Italia, comencé estudiando Ciencias Políticas, cuando toda la vida desde niño trabajaba en el arte y en ese momento decidí quedarme definitivamente en la Academia de Bellas Artes en Roma: había comenzado las dos carreras simultáneamente.

Entonces, en el 62, familiarizándome con el arte de mi país, me encuentro con un periodista colombiano que era corresponsal de varios medios de prensa colombianos en Roma. Un tipo muy simpático que llevaba mucho tiempo en Italia. Cuando nos encontramos me dijo: ‘Pedro, mira: en Colombia hay otro pintor Herrán, un poquito mayor que tú y ya es bastante conocido’. El periodista conocía mi obra y mis dibujos los firmaba Herrán, algunos los firmaba Alcántara Herrán, pero generalmente era Herrán; entonces me dijo: ‘Pedro la obra tuya tan interesante, tan fuerte, no puede llevar ese mismo apellido porque la gente se va a confundir, vas a llegar a Colombia cuando te gradúes acá firmando Herrán y van a pensar que es el otro, tú tienes un segundo nombre, Alcántara, que es muy lindo y muy sonoro ¿Por qué no lo usas? ’. A eso se debe. Le hice caso al periodista. Cuando regresé a Colombia averigüé quién era el pintor Herrán y efectivamente era un pariente lejano, Álvaro Herrán, que ya murió.

Ah sí, lo conocí. Recuerdo que hacia arte abstracto. Pasemos a la segunda cosa que me interesa sobre tu vida. El hecho de vivir rodeado de afecto, de bondades económicas y de ganar premios desde niño, me hace preguntarme cómo fue tu niñez

A ver, de la niñez sólo tengo buenos recuerdos. A pesar de muchas situaciones de violencia que se vivían en el seno de la familia, porque el matrimonio de mi padre con mi madre fue un matrimonio lleno de altibajos, muy problemático, que no duró mucho y como suele suceder, los dos, mi hermana y yo, éramos como un trofeo que uno de los dos quería ser el dueño, por ese lado siempre hubo muchos conflictos.

Aparte de que mi padre era un hombre conflictivo y aventurero, mi madre también era sumamente aventurera. Viví una niñez de gran abundancia porque mi abuelo materno era un hombre de gran éxito financiero, un hombre surgido de una familia prácticamente campesina del Cauca que llegó a construir una gran empresa editorial, uno de los precursores de la industria editorial en el suroccidente colombiano. Un hombre hecho a punta de esfuerzo, de trabajo, de una gran capacidad intelectual, aunque tuvo una educación escasa se formó él solo, llegó a ser un periodista importante, un político importante y gran diplomático, te estoy hablando de Teófilo J. Martínez, el padre de mi mamá. Un empresario sumamente importante en el Valle del Cauca, precursor de la edición de libros, editor de libros, de textos para colegios… bueno, en fin.

Yo me críe en una imprenta, por eso mi gran afición por las artes gráficas. De niño los trabajadores me enseñaban todo: el funcionamiento de los linotipos, de las máquinas, aprendí sobre papeles, sobre tintas, de todo ese mundo desde muy niño. Yo vivía metido en la imprenta de mi abuelito. Mi madre siempre apoyó cualquier inquietud artística que veía en mí o en mi hermana, inmediatamente la apoyaba. Mi madre tuvo una educación muy sofisticada, se crío en Suiza, su primer idioma fue el francés, después vivió en Francia, luego en los Estados Unidos y finalmente en Colombia. Era una mujer muy culta, muy educada, pero educada en el mejor sentido, no los modales, una mujer que leía mucho. Fue la primera mujer piloto que hubo en Colombia porque mi papá, entre sus múltiples y enloquecidos negocios, con el papá de Mónika, los dos mellizos Herrán, y con la plata de mi abuelito Teófilo, organizaron una empresa de aviación y una escuela de aviación.

De la serie QUÉ MUERTE DUERMES, LEVÁNTATE!.1968 Dibujo y laca sobre papel. 70x50 cmts. Archivo personal de Pedro Alcántara.

De la serie QUÉ MUERTE DUERMES, LEVÁNTATE!.1968 Dibujo y laca sobre papel. 70×50 cmts. Archivo personal de Pedro Alcántara.

¿Cómo se llamaba? ¿sabes? 

Sí, se llamaba Socomex, Sociedad Colombo Mexicana de Aviación, porque tenían socios mejicanos y su sede en Tuluá. Yo era tal vez el único niño en Colombia, te estoy hablando del 45, 46 o 47, que volaba en avión propio con mi mamá como piloto (risas). Veníamos a Medellín en avión propio.

Ah, pero esa es una historia bellísima

Si, mi mamá conduciendo aviones pequeños. Había un bimotor, otros eran monomotor, un beechcraft, un avión muy famoso de la época. Entonces mi mamá de piloto y yo de copiloto, amarrado en el asientico del copiloto, veníamos a Medellín en avión propio.

Muy pinchados, de los más pinchados del mundo (risas)

Mi mamá no sabía nada de navegación, nunca aprendió navegación aérea, si el clima estaba bueno volaba, si el clima estaba malo, se devolvía. Volaba siguiendo la ruta del río Cauca.

¡Qué bien!

Si, seguía las rutas de la carretera (risas), si no veía el río, nada, se devolvía. Además de volar muy bajito, siguiendo el río o la carretera, encontraba dónde estaba el aeropuerto, subía un poquito y aterrizaba, eso era una locura. Una vez tuvimos un accidente terrible, hubo un daño en el tanque de gasolina de un avión, una avionetica pequeña de las que usaban en la escuela de aviación, se vacío el tanque de gasolina y aterrizamos entre vacas en un potrero entre Palmira y Tuluá. La avionetica medio se desbarató, pero no nos pasó nada. Entonces tuve una niñez llena de aventuras, de abundancia, de problemas domésticos que a uno de niño como que le pasaban por encima…

Pero de mucho amor también…

De mucho amor también, de mucho estímulo a cualquier cosa que los niños decían. Mi hermana y yo tocábamos piano, yo también tocaba acordeón, oíamos música clásica porque mi abuelito Teófilo amaba la música clásica, y mi madre también porque ella fue cantante lírica por muchos años, desde su época de colegio en los Estados Unidos hasta un poco antes de morir ella siempre cantó en distintos coros, era miembro del coro de la Universidad del Valle y trabajó con el coro de la ópera.

Entonces tuve una niñez muy rica artísticamente, mi abuelo Teófilo era coleccionista de arte colonial, entonces siempre estaba en contacto con la música, la pintura, las tertulias literarias. Como buen editor de libros tenía grandes amistades con grandes pintores y escritores de la época, el maestro Guillermo Valencia y el maestro Baldomero Sanín Cano eran asiduos visitantes de la casa.  Fue una niñez privilegiada, riquísima en medio de los problemas domésticos de los que no tengo ningún problema ni un mal recuerdo, ni me torcieron el libre desarrollo de la personalidad tampoco (risas).

Y aparte de eso, la insistencia en mi casa de hablar otro idioma, por mi madre y también de mi padre, ya que ambos hablaban cinco o seis idiomas. Era una insistencia en que los niños hablaran varios idiomas. En un momento en que eso aquí no parecía tener ninguna importancia, lo primero era aprender inglés. Mi mamá fue una de las fundadoras del primer colegio bilingüe que hubo en Cali, que fue el Colegio Bolívar. Fue un grupo de señoras que decidieron organizar un colegio contra viento y marea, una locura en esa época, un colegio bilingüe que no fue aceptado por el Ministerio de Educación sino veinte años después de ser fundado.

Increíble…

Y lo sacaron adelante. Hoy es uno de los colegios más importantes del país. Bueno, entonces la niñez mía fue así, muchos viajes, yo empecé a conocer el mundo desde niño. El hecho de aprender otro idioma le abre el mundo a cualquier niño. Yo tenía acceso a revistas de los Estados Unidos, de Europa, una niñez fuera de lo común, aún dentro de la burguesía, [porque] la burguesía caleña era una burguesía agrícola pegada a la tierra, en cambio con mi abuelo editor era otra cosa. Por eso yo no soy apegado a la tierra, no soy de esos de la tierra, la finca, yo soy de otra cosa, del arte, la música. Y mi padre Tomás, cuando se vino a vivir a Cali,  trajo una inmensa biblioteca que mi abuela Emilia manejaba bajo llave, porque resulta que Tomás era masón, entonces Emilia decidió que era de adultos y sólo ella y Tomás tenían llave de esa biblioteca.

Pedro, leyendo tu biografía y siguiendo una especie de línea de tiempo me interesa preguntarte sobre tu adolescencia, sobretodo conectándolo con tu experiencia en una escuela militar. Uno viendo tu espíritu sensible no logra hacer la conexión entre el niño artista y el joven militar, ¿podrías contarme al respecto?

Estuve en una de esas tantas escuelas militares que existen para esas personas que quieren seguir la carrera militar, entonces uno termina el bachillerato, preparatoria para el ejército, y luego pasa a la Escuela militar, cosa que yo no hice pero terminé mis estudios de bachillerato en una escuela militar de altísima categoría académica. Creo que tenía más nivel académico que militar, cosa que para mí fue importantísima: la introducción a la literatura norteamericana, a la literatura inglesa, el estudio más profundo del francés que había iniciado siendo niño. La disciplina fue importantísima, cosa que ya en mi casa existía pero ahí se profundizó, en el orden, la puntualidad, la seriedad al tratar cualquier materia, muchísimas cosas que uno aprende en la vida militar; la necesidad de la fortaleza física como medio para mantener un cuerpo en orden, muchísimas cosas que fueron absolutamente fundamentales en mi formación.

RETRATO DE UN TORTURADOR, de la serie MITOS Y LEYENDAS. 1987 Acrílico y técnica mixta sobre papel. Archivo personal de Pedro Alcántara.

RETRATO DE UN TORTURADOR, de la serie MITOS Y LEYENDAS. 1987 Acrílico y técnica mixta sobre papel. Archivo personal de Pedro Alcántara.

¿Esto lo podríamos conectar más adelante con el trabajo sobre el cuerpo en tu obra?

Sí, claro, eso fue fundamental. Finalmente, no seguí la carrera militar, me decidí por las ciencias políticas y finalmente por el arte que practicaba desde niño.

Hablemos del dibujo, una técnica que ha sido tu sello y que tiene una fuerza impresionante. Inclusive, Marta Traba se refería a vos como la persona que dignificó el dibujo nuevamente en Colombia, todo un rescate plástico y expresivo en blanco y negro.  Pero lo que realmente me interesa saber es ¿cuándo se da el cambio, no del dibujo a la pintura, sino al color? porque analizando tu obra, con su proceso de creación, pude ver una diversidad de técnicas…

Sí. En el 71 hubo un pequeño cambio porque yo venía trabajando con tinta exclusivamente durante muchos años, [hasta que] introduje algunos tonos azules y verdes de tintas en una serie que se llama Los dibujos azules, fue como un paréntesis, el primer experimento de color real. El cambio más drástico fue [en] el 84, 85, cuando había finalizado la serie de Los ancestros y había comenzado otra que se llamaba Retratos de familia, comencé una nueva serie que se desprendió de Retratos de familia que se llamó Mitos y Leyendas, ahí entro plenamente a usar el color, y lo he usado intermitentemente porque vuelvo al blanco y negro y luego al color. Pero realmente la esencia de mi obra es el blanco y negro, el dibujo, y aún los cuadros con color parecen dibujos, grandes dibujos con color.

Hay un detalle muy patente en tu obra y es el experimento, el azar; con este logras mostrar la vulnerabilidad humana a través del cuerpo. Yo quisiera que me hablaras de tu proceso de creación, si depende de la técnica o del azar, o si esa accidentalidad va hablándote.

Es una conjunción de los factores que acabas de mencionar. Es una conjunción de la voluntad, del azar, del conocimiento técnico y de cómo el conocimiento técnico te permite sacar provecho del azar. Realmente es una combinación, un equilibrio de todos esos factores. Uno en el arte no puede ser absolutamente racional porque termina destruyendo lo que no estás viendo. El azar se debe a factores subjetivos inconscientes, eso que uno llama azar a veces no es tan azar, sino que es el subconsciente de uno dirigiéndolo, entonces uno dice: ‘ve, esto tan interesante que sucedió aquí voy a sacarle provecho’. Pero eso que sucedió muchas veces es una voluntad escondida que uno tiene.

¿Lo llamarías maestría, una maestría del oficio?

Tal vez. Pero el azar sigue siendo muy importante y la búsqueda dentro del azar y el ordenamiento del azar.

¿Un caos controlado?

Sí, una especie de caos controlado. Pero ese control se lo da a uno el oficio, el saber hacer las cosas, los conocimientos técnicos. El oficio le permite a uno organizar ese desorden que uno a veces crea, eso es prácticamente: el justo equilibrio de las cosas. Como decía Enrique Grau, que tenía un dicho muy lindo, “la difícil sencillez” (risas).

Espectacular

Saber organizar esa difícil sencillez.

Ahora quisiera entrar en el tema de lo político en el arte, esa cierta militancia como denuncia…

Eso es muy sencillo. En la época mía ser tildado de político era peyorativo, asumir una posición política como artista era peyorativo, era condenarte al ostracismo…era sinónimo de marginación social. Todos somos seres políticos, vivimos en una sociedad medianamente organizada. Hoy, todos quieren ser políticos (risas), todos quieren ser antropólogos, sociólogos, arqueólogos. El joven artista que no esté involucrado en la investigación histórica, antropológica o sociológica se cree por fuera del mundo, del sistema, entonces sacrifican el oficio, sacrifican el arte en aras de la sociología, de la antropología, de la historia, creen que con eso basta, pero con eso no basta porque a eso hay que darle una forma artística.

Falta el oficio…

Falta el oficio, el quehacer.

Tú has sido ganador de muchísimos premios, desde los siete años con El cocodrilo (acuarela) y de ahí en adelante numerosos reconocimientos nacionales e internacionales…

Ahorita en noviembre obtuve el Premio Vida y Obra 2018 en el campo de las Artes Plásticas otorgado por la Gobernación del Valle.

Felicitaciones. Me gustaría, después de todo este recorrido, que me contaras cuál es, si la hay, tu frustración como artista. ¿Qué queda por hacer para Pedro Alcántara como artista? Eso que tú piensas “todavía sueño en hacer esto”…

Yo creo y siento que me falta mucho por hacer. Sé que ya tengo el tiempo bastante medido, [pero] me siento muy bien, físicamente estoy muy bien; tengo los problemas de salud que cualquier hombre a los 77 años puede tener y sé que la expectativa de vida útil ya se me está acortando y tal vez me vaya a faltar tiempo para hacer todo lo que quiero hacer, pero sí me gustaría proseguir lo de la escultura. Acabo de terminar una escultura en Cali. La primera obra escultórica real e importante que he hecho en mi vida, una obra en hierro de cinco metros de altura por cuatro de ancho y por ochenta de profundidad, en un nuevo hotel en Cali que se llama Spirito, espíritu en italiano, de la cadena hotelera Spiwak. En Chipichape me invitaron a hacer una escultura en la entrada del hotel, hice una escultura en hierro, una menorá, el candelabro judío de siete brazos, una versión muy minimalista, y quedé muy contento con la experiencia. Me tocó trabajar con arquitectos, ingenieros, obreros metalúrgicos, constituir todo un equipo de trabajo para eso. El resultado fue muy bueno y me gustaría continuar con la escultura.

Empezar una línea de trabajo escultórica…

Sí, empezar con piezas pequeñas porque esta escultura grande me abrió todo un campo de experimentación. Hice catorce dibujos preparatorios, de ahí se escogió el definitivo. En la inauguración de la escultura vamos a mostrar los dibujos. Me abrió un campo nuevo que nunca había explorado, entonces quiero seguir por ahí…

De la serie 30. 2116 Dibujo sobre papel.70x70 cmts. Archivo personal Pedro Alcántara.

De la serie 30. 2116 Dibujo sobre papel.70×70 cmts. Archivo personal Pedro Alcántara.

Dentro de todo lo que has hecho -dibujo, pintura, grabado, serigrafía, teatro, cine, (risas) etc.- quería preguntarte, con relación a la creación y a la sensibilidad humana de tu trabajo ¿hacia dónde se dirige? Ya hablamos de tu apertura plástica hacia la escultura, pero lo pregunto por la amplitud de espacios de creación en los que has trabajado. ¿Hay también otras aperturas?

Yo creo que el cine. No que yo vaya a hacer cine, sino que cada vez me interesa más y cada vez me rodeo de gente que hace cine. Eso ha tenido que ver con el grupo de jóvenes cinematografistas que está haciendo un documental sobre Mónika. Yo en los años 80 trabajé en cine, pero ahora que no estoy trabajando en cine, sino que está el cine presente de manera tangencial, entorno a Mónika, me interesa más que en esa época, me parece absolutamente fascinante, es una conjunción de todo.

¿Es el lenguaje total?

El lenguaje total, la forma más contemporánea y rica que reúne todas las formas de expresión artística, y a través de estos jóvenes me he acercado nuevamente al cine. Aparte de que me encanta estar rodeado de jóvenes inteligentes, creadores, capaces y educados, porque desafortunadamente hay un problema con la desinformación de los jóvenes, la falta de educación, de conocimiento real de dónde vienen, qué son y para dónde van. Y cuando uno encuentra un grupo de jóvenes que reúne todas esas cualidades en contra de lo que uno considera faltas o fallas en la educación de hoy, pues uno se alegra mucho. Mónika y yo estamos rodeados de un grupo de gente muy especial que me han vuelto a llevar al cine y estoy encantado.

Pedro Alcántara y Hernando Blandón. Fotografía por Mónika Herrán.

Pedro Alcántara y Hernando Blandón. Fotografía por Mónika Herrán.

Tú eres uno de los grandes maestros de la plástica colombiana, si alguien se acercara y te preguntara “Maestro, ¿qué me sugiere para iniciar mi carrera plástica?”, ¿qué le dirías?

Darle mucha importancia a la formación académica, a la autoformación en el sentido de estudiar mucho y leer mucho, pero para mí la formación académica es muy importante, estudiar mucho y trabajar mucho. Aprender el oficio, la simple idea no basta. Una idea apoyada por carreta teórica y mal realizada no sirve para nada, es el oficio, saber el oficio. Una obra de arte importante no necesita ninguna justificación teórica. Ayer, por ejemplo, tuve una inmensa decepción en el Museo de Arte Moderno [de Medellín] al ver unos vídeos, unas cosas mal realizadas, llenos de justificaciones teóricas para justificar la idea, más les queda imposible justificar la mala realización. Entonces, mucha atención con el oficio, con aprender a hacer las cosas bien, con coger una idea y saber desarrollarla bien, de tal manera que transmita lo que quiere sin necesidad de una justificación teórica. Estudiar mucho, estudiar la realidad en la cual uno vive, en la que nació, en la cual se formó, porque nosotros somos los que vamos a dejar ese legado a los que vienen después de nosotros. Yo creo en la formación integral, es decir, no sólo estudiar lo que atañe a la disciplina que uno ejerza, sino todo; el arte es un mundo tan gigantesco, a mí me fascina la literatura, la danza, el teatro y creo haberme desempeñado un poquito en todos los frentes, porque todos son importantes, todos.

Te tengo que preguntar una última cosa: con todas las posibilidades estéticas que has trabajado, me interesa saber cuál es tu definición de belleza

La belleza es algo muy subjetivo. Yo tengo un gran amigo que cada vez que me lo encuentro me dice: “El sapo es bello, porque la belleza es relativa” (risas).

Nos mató (risas)

Sí, eso es muy relativo.

Está en los ojos del que la ve

Sí. Yo digo que no hay gente fea, siempre hay elementos de belleza, en cualquiera. Para mí es muy subjetivo el concepto de belleza.