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Altais: “El dibujo siempre ha estado ahí como una necesidad”

30 / 05 / 2019

Ganador en 2018 del Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar por una original entrevista al periodista y dibujante Joe Sacco, Altais explica cómo el dibujo se ha convertido en su aliado para contar historias.

Conocí a Pablo en un taller sobre novela gráfica dictado por él en la Universidad Pontificia Bolivariana, sede Medellín. Amable y dispuesto a compartir lo que sabe, al terminar el taller salimos a tomar café y hablar sobre la novela gráfica. De inmediato lo invité a mi clase, para que compartiera su punto de vista como asesor y luego como jurado junto a Lina Flórez —con quien hizo la antología Crónicas de una mujer de 1,49. Antología periodística, por Emilia Pardo Umaña, publicada por el Fondo de Cultura Económica y presentada en la FILBO 2019 —  de los trabajos que estaban haciendo los estudiantes en el curso. Un mes después obtuvo junto a Hugo Mario Cárdenas el Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar con una entrevista en formato cómic al periodista maltés de guerra, Joe Sacco.

Periodista – historietista – ilustrador – productor audiovisual. Nombre: Henry Pablo Pérez Pulgarín.

Ante mi asombro repetí muy despacio, casi deletreando, Henry Pablo Pérez Pulgarín. Él, calmado, me dijo: “No tengo problemas con mi nombre, ese es el cariño que me tenían mis papás (risas). Pero si te sirve, mis trabajos regularmente los firmo como Pablo Pérez Altais”.

Justo esa es mi segunda pregunta ¿De dónde surge este nombre? ¿Qué significa y por qué lo tomaste?

Altais es el nombre de una estrella, de la segunda estrella más brillante de la constelación del dragón, y era un apodo que tenía con los amigos en la adolescencia, apodo ñoño de cuando jugábamos rol, y se fue quedando. Llevo mucho tiempo con ese mote, y cuando empecé a trabajar la parte gráfica me gustó firmar como Altais.

Cuéntanos un poco sobre tu vida y oficio como periodista

Desde pequeño siempre me gustó contar y consumir historias, y el periodismo era la única carrera que me permitía aprender a escribir, hacer audiovisuales y crear contenidos para nuevos medios digitales; porque si bien tengo sensibilidad para la creación plástica a mí me interesaba más la narrativa, que también la hay en las artes, pero no era mi interés convertirme en un artista plástico ­— ¿Y eso?, le pregunto indiscreto— No sé, no me ha llamado la atención, me gusta mucho el dibujo y he gestionado mi aprendizaje pero no me llenaba la idea de ser artista o profesor de arte, era una cosa mucho más fuerte por la narrativa: contar historias. Esto lo encontré en la Facultad de Comunicación y Periodismo de la Universidad de Antioquia: aprender sobre televisión, radio, prensa, investigación, medios en general. Eso me atrajo mucho, no con la idea de convertirme en periodista, sino para recoger de todo eso. Finalmente sí me convertí en periodista — ¿Tocó? (risas)  No, me gustó. No tocó y ahí me quedé.

¿Cómo fue ese paso del periodismo a la gráfica?

Fue gracias a los comentarios de muchos profesores que me decían: ‘¿usted qué hace estudiando periodismo en vez de irse a dibujar?’. En ese momento abrieron un espacio donde inicié el proceso de integrar el periodismo y el dibujo, con el cómic en particular.

¿Lo hiciste con De la Urbe o con qué medio?

Si, allí publiqué varias cosas, sobre todo después de salir de la facultad y de todas esas preocupaciones de pasar cada semestre y llegar relativamente sobrio a clase ¿sobrio es literal?Sí, es literal (risas), es un espacio universitario ¿uno a qué va allá? A crecer, a conocer amigos, a “rumbiar”, a compartir. Por eso para mí, si uno no pasa la mitad de la carrera borracho y la otra mitad tratando de ganarla o trabajando, que también lo hice….no sé. En De la Urbe [hice] uno de los primeros experimentos: fue una serie que en estos momentos estamos volviendo a publicar en el sitio que se llamó Periodistas ilustrados.

¿Y de qué trata?

Periodistas ilustrados recogía columnas de opinión de los periodistas clásicos y maestros del periodismo del siglo XX: los Caballero, los Cano, Zalamea, García Márquez… Entonces tomaba notas. Eran columnas cortas y con ellas empecé a jugar, a segmentarlas, diseccionarlas para ilustrarlas en formato de historieta, y ese fue el primer proyecto de lleno de hacer una historieta periodística en la que era editor, guionista y dibujante. No era escritor, pero fue un ejercicio bastante chévere que me enseñó cómo abordar esa idea de lo periodístico, porque si bien muchos referentes son de afuera, europeos, estadounidenses…

Pero ven, cuéntame del dibujo. Estás en una universidad, donde adquieres una formación periodística, narrativa, básicamente textual e investigativa ¿Cómo se integran el dibujo y el periodismo en tu vida?

El dibujo siempre ha estado ahí como una necesidad y un gusto. Creo que es por ese placer que no estudié artes. En la adolescencia, apoyado por mis papás, hice cursos de dibujo y pintura, pero noté que había una forma de enseñar las artes que no me gustaba. No sé si eso ha cambiado; era muy rígida, muy desde la técnica, que es válido pero no permitía la libre y propia gestión de ese aprendizaje. Te ponen como unos marcos y yo no funciono así; yo soy muy buen estudiante pero no soy un buen alumno, me gusta pelear mucho con los profesores y esa es una de las razones por las que no estudié artes.

El dibujo me ha gustado aprenderlo a medida que van surgiendo mis intereses: anatomía, perspectiva, acuarela; cuando voy sintiendo voy aprendiendo, gestionando mis propios intereses. No tengo idea de manejar un óleo pero sí me gustó la acuarela y, leyendo y practicando, fui aprendiendo. El dibujo que me gustaba era ese dibujo en blanco y negro, medio figurativo, que me recordaba un poco el cómic, y así empecé a hacer retratos e ilustraciones. Fue en la universidad que me llamó la atención hacer caricatura política, historietas, tiras cómicas, retratos, ilustraciones.

¡Qué bien! cuéntame entonces, ¿cuáles son los referentes en la línea gráfica con que trabajas?

Son tres: un americano, un europeo y otro japonés. A cada uno lo fui conociendo en diferentes momentos. El americano se llama Will Eisner, uno de los padres del cómic americano; de hecho fue el primero que acuñó el término novela gráfica e hizo el ejercicio comercial de vender una historia propia. Él era judío y la historia se titulaba Contrato con Dios: narra la vida de los judíos en los suburbios de Nueva York en los años cincuenta. Como hacía cómic de superhéroe, y para diferenciarla un poco y venderla, dijo que esa era novela gráfica, un detalle bonito.

El otro es Osamu Tezuka, que es como el padre y el dios del manga. No soy muy afecto al manga, o por lo menos al moderno, [pero] maneja una línea negra, limpia de alto contraste. Y el europeo es Moebius. El dibujo de ese man es impresionante. Leí en una biografía de él que era un obseso sexual, tiene un libro que es pornográfico, literalmente; las ilustraciones son una cosa brutal, lo increíble no es cómo hace visible no sólo el encuentro sexual, sino la energía sexual que hay en el encuentro, los cuerpos de hombres y mujeres, las proporciones, en fin.

Esos son mis referentes; pero de chiquito leía el suplemento dominical de El Colombiano, que en algún momento tuvo historietas de El fantasma, Mandrake o Dick Tracy, algún día compraré un compilado de esas historias. También entrené el ojo con las tiras cómicas cuando las publicaban en el periódico y comprando muchas revistas cuando existían revisterías en Medellín. En Junín había y por El Palo había muchas que vendían historias americanas y de todos lados, sueltas, sin historias completas, compraba lo que atrapaba el ojo. Ya con internet encontré el cómic pirata y así empecé a leer estos autores que son mis biblias para aprender técnicas, composición, figuras.

Volviendo a tu proceso con el cómic ¿Cuándo decides que este es tu camino profesional dentro del periodismo?

Fue en la universidad con el aprendizaje de técnicas para narrar  —esos trabajos de ‘haga un vídeo, escriba un artículo, grabe un programa de radio’—, [que] me di cuenta de que lo que había que hacer era un ejercicio juicioso de narrar. De hecho, con profesores muy interesantes como Juan José Hoyos, Patricia Nieto y Carlos Mario Correa, quienes se han caracterizado en el periodismo por ser grandes investigadores y narradores. Tuve la fortuna de que incentivaran mi deseo de contar historias. Yo inicié con la escritura, pero ellos vieron mi interés por dibujar y empezaron a sugerir que acompañara el texto con una imagen o una ilustración para perfilar un personaje, un retrato hablado. Recuerdo que Patricia Nieto me decía: ‘Necesito una ilustración para un artículo, ¿vos te animás a hacerla?’, y que otro profesor me dijera: ‘¿vos por qué no nos ayudás con una ilustración para De la Urbe?’, así tímidamente empecé y me demoré cinco años hasta hacer mi primer trabajo de historieta periodística.

¿Cuál es ese trabajo con el que pensaste “este es mi camino”?

Pues esa idea de “este es mi camino” todavía la estoy trabajando (risas).

¿Cuánto años llevas en ese camino?

Va para los diez años…

¿No crees que es hora de decir “este es mi camino” y más después de un Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar? ¿O todavía lo seguís pensando?

Uno no sabe. El premio me dio pistas, ‘ve, esto puede ser por acá’, la vida está tratando de decirme algo (risas). Ha habido varios momentos; el primero con un trabajo que me pagaron como ayudante de producción en un proyecto de investigación: Maletín de Urgencias. Otro proyecto de divulgación [en el] que tenía la posibilidad de hacer cómic con las investigaciones científicas. Me dijeron: ‘Lea y dibuje lo que comprenda’.  También hice una historia para Argos de 16 páginas (ya las miro y veo que son horribles esas hijueputas). Pero bueno. Era un trabajo retador, muy bonito, pero no desde el convencimiento, porque después de tres años me mamé, dije: ‘marica, yo tengo varios proyectos y lo voy a intentar’, y de ahí surge Emilia, que es una búsqueda para revelar esos intereses que uno tiene.

Volviendo al Premio Simón Bolívar, ¿Cómo fue el trabajo con Hugo Mario Cárdenas?

Hugo conocía mi trabajo. Él es un divulgador, reseñista e investigador del comic nacional. Escribe en Arcadia y otros medios, en fin, no sé si él lo propuso o se lo propusieron, pero me contactó y dijo: ‘La revista Malpensante quiere entrevistar a Joe Sacco y quiere la entrevista en formato de comic  ¿vos te animás? Es para los Premios Gabo de la Fundación Nuevo Periodismo’. Eso se cruzó con el otro trabajo y en un proceso de dos o tres semanas [tuvimos que] preparar, charlar lo que sabíamos sobre Sacco, leer las entrevistas que le habían hecho; el hombre es un rock star, le han hecho entrevistas de todas las formas habidas y por haber: hay en cómic, clásica en texto, vídeo-reportaje y hasta documentales. Conocer todo eso y pensar: ‘ay, marica ¿qué le vamos a preguntar a ese güevón? todo el mundo le ha preguntado de todo. No, marica, estamos jodidos’. Finalmente logramos hacer un derrotero porque nos dijeron: ‘Él les puede dar cuarenta minutos’. O sea, ay,jueputa, eso es mucho y es nada.

Hicimos matemáticas de periodistas: ‘40 minutos, tirémosle quince preguntas’. Era un cuestionario en el que no se le estaba preguntando nada nuevo, pues es un personaje que lleva 25 o 30 años en el oficio y cuyo trabajo incluso ha sido estudiado. De pronto el enfoque que le dimos no fue el de la súper entrevista, aunque es una entrevista juiciosa y con método la tratamos de hacer lo más honesta posible. Lo que queríamos era  entender la perspectiva que él tenía del conflicto y ponerle un prisma desde lo colombiano. Nuestra historia y nuestro conflicto mueven prensa en el mundo y como él es un reportero gráfico de guerra creímos que era imposible que no supiera algo del conflicto en Colombia, había un match interesante y así fue.

Llegamos ese día con la idea también de disfrutar la entrevista, pues éramos un par de ñoños amantes del trabajo de este personaje y encontrarse con el ídolo Rock Star nos puso hasta hiperventilar en el lobby, ‘ay, jueputa… huh, huh, huh. Serios, serios, somos periodistas serios’.

¿De verdad? (risas)

Sí. Y lo primero que me sorprendió fue que era un hombre pequeño. Confrontar la talla académica y profesional con la talla física que uno le da a un personaje que admira fue un contraste muy bonito, y con él nos sentamos a charlar. Nos invitó a un café y la charla tomó una hora y media.

Joe Sacco durante la entrevista con Altais y Mario Cárdenas

¿La hicieron en inglés o en español?

En nuestro mal inglés y nos entendió. Él fue muy amable en tratar de entendernos. Fue una charla muy amena, se le notó mucho la experiencia no sólo en el campo investigativo y periodístico, sino por la amabilidad con la que abordó las preguntas, porque entendía todo: cuál era nuestro afán por conocer y en algunas preguntas nos corregía y decía: ‘Entiendo la pregunta, pero no es el enfoque’. Por ejemplo, en una le preguntamos sobre la veracidad y la objetividad, y nos decía: ‘Entiendo la pregunta pero el foco no debe ir a esas dos palabras, sino hacia la honestidad, sobretodo de quien reporta, no es ser objetivo, es ser honesto: lo que cuento es lo que yo vi, es lo que yo siento, no es literalmente lo que históricamente está pasando allí. Yo escojo un bando: el de las víctimas, no voy con los poderosos, yo voy es a contar los vejámenes a los que están sometidos los que no se pueden defender’. En ese sentido fue una hora y media de cátedra de un maestro y fue muy interesante.

Ya en la dinámica nos la jugamos. Mario es bibliotecólogo e investigador, y yo soy periodista. Cuadramos así: yo hacía registro fotográfico y en vídeo, paralelo a eso estábamos grabando y también tomaba apuntes gráficos. Me movía alrededor de él para tomar algunos ángulos, haciendo sketches [de él] para tener suficientes referentes gráficos y montar la entrevista.

Fue muy divertido moverse alrededor del personaje mientras hablaba. Una charla muy amena, pregunta-respuesta, siempre muy amable, siempre fue más allá de lo que la pregunta permitía porque comparativamente con él nos sentíamos un par de güevones haciendo algo muy interesante. Una entrevista a contrarreloj, un personaje de esa talla y con las condiciones que teníamos de hacerla gráficamente.  Al final compartimos con risas el trabajo y la posibilidad de que él dijera: ‘Muéstrame tu trabajo’. Para ese momento yo tenía una historieta de ocho páginas publicada en Soho que hice con Daniel Rivera Marín, un periodista de acá, sobre una toma guerrillera; creo que fue en San Luis… se me escapa.  Fue muy chévere mostrarle un trabajo muy cercano al de él, recibir comentarios y que de entrada dijera: ‘Me gusta tu línea’. Pensé ‘¡coroné, hijueputa!’, pero también me hizo observaciones: ‘Ojo con esto, con esto de las líneas…’. Muy bacano.

Apuntes para la entrevista hechos por Altais. Foto: archivo personal Altaís.

Sí, muy pedagógica la cosa, porque leyendo la entrevista vi que él da unas pautas éticas sobre el periodismo.

Si, muy bacano. Mario llevó un libro para que se lo firmara y yo le conté una historia sobre un libro de él que mi amiga Lina había hecho dedicar para mí en Argentina. Lina sabía de mi gusto por Sacco, [así que] compró Reportajes y lo había hecho firmar para mí. Yo estaba en Colombia y la dedicatoria decía: ‘Dedicado a Pablo, buena suerte con tus propias historietas periodísticas, ¿estás en Columbia? ’. Cuando él vio la dedicatoria dijo: ‘¿Cómo es posible que haya escrito Columbia por Colombia? ’. Un poco apenado corrigió el error de la u por la o y entonces le pedí que me permitiera dibujar el croquis de la mano dominante, la derecha con la que dibuja, en el libro. Fue muy bello el momento y así nos despedimos de Joe Sacco para seguir con la producción de la historieta de diez páginas para El Malpensante, con fecha de entrega para diciembre.

La entrevista fue en la primera semana de octubre y a la siguiente semana nos dijeron: ‘La queremos para la primera semana de noviembre’. Ay, jueputa, dos semanas para entregar, y yo trabajando. Era el único comunicador del proyecto. Dije en la oficina: ‘estoy enfermo, tengo diarrea’ (risas). Entonces nos sentamos a construir un guion, coger esas respuestas, segmentarlas, ver cuál era el contenido más interesante y tomarnos la libertad de componer, porque no queríamos que fuera desde lo visual una traducción de la entrevista clásica, pregunta-respuesta, en el orden en que se va desarrollando.

Libro Reportajes autografiado por Joe Sacco y con dedicatoria a Altais. Foto: archivo personal Altais.

¿Y cómo rompieron eso?

Intentando hacer que esas preguntas y esas respuestas, si se les retiraban, quedara una suerte de ensayo de él: un gran cometido que finalmente fue lo que él hizo y lo que quedó. Con las referencias fotográficas que tomé tratamos de reconstruir esa charla en ese momento, [sin] complicarse la vida inventado una historia frente al personaje, sino narrar lo que pasa en un reportaje a cámara fija: nos sentamos, enfocamos cámaras y conversamos. La edición fue un corte y pegue de lo que quedó, pero el texto permite apoyar visualmente de muchas formas el dibujo y decidimos que de esa estructura narrativa se desprendieran imágenes que hicieran referencias a eso que él estaba diciendo. Entonces, aparece cuando él toca el tema de sus referentes o cuando habla de sus inicios como reportero. Luego él toca el intríngulis como reportero viajero, entonces pusimos imágenes [alusivas] a lo que se enfrenta el reportero y que mostraran el periplo personal de él. Estas imágenes son extractadas, no copiadas, de trabajos autorreferenciales, como el de la Franja de Gaza.

En la entrevista nos evoca su perspectiva del periodismo en campo, que ilustramos desde su perspectiva: usando un dibujo que es muy parecido a lo que Sacco hace, tratando de jugar con el realismo del momento presente y la evocación de las historietas hechas por él. Por eso algunas páginas son literalmente portadas de sus libros y en ésta lo incluimos a él; en la portada original no aparece. Yo tomé la portada original del libro Palestina, le hice una rotoscopia, luego la calqué a mi estilo, no copiando literalmente, sino tomando la imagen de referencia sacando lo que necesito y lo incluyo a él, para evidenciar su tránsito.

En esta otra parte, por ejemplo, habla de algunos referentes que lo han influenciado en el periodismo, [como el] fotógrafo Eddie Adams. Lo que busco es ampliar visualmente su voz al usar como referente su propio trabajo. En esta composición utilizo las imágenes que Sacco hace sobre la guerra de trincheras en su libro La gran guerra. Tomé una de las páginas de ese texto y lo que hice fue tratar de imitar los referentes de su propio trabajo, línea y lenguaje gráfico, es decir, es una página con el lenguaje gráfico de Sacco pero hecha por mí.

Fueron dos semanas meteóricas de redacción de guion y, sobre la marcha, de producción página a página con el acompañamiento de Karim Ganem Maloof, el actual editor de El Malpensante; una discusión diaria sobre cómo hacerlo y con toda la libertad gráfica para hacer todo el proceso.  Dos semanas duras de trabajar de ocho a ocho, dele, dele y dele. Al final algunos me han preguntado ‘¿lo disfrutaste?’, [pero les digo que] no.  Estoy muy orgulloso de ese trabajo por toda la concentración y el esfuerzo que le metí, pero no lo disfruté porque eso fue una cosa acelerada de corra y responda. Hay una cosa curiosa y es que el color final no es de mi gusto, en ese [sentido] aceleré la propuesta de color que le hice al Malpensante, no les gustó, entonces el color lo hizo el encargado de arte. Hizo un buen trabajo pero es un trabajo que no me gusta. Es una historia con muchas cosas interesantes, se podría cambiar pero eso es lo que se hizo en ese momento con todo el gusto, el compromiso y la honestidad. Ese es el resultado final. Después de hacer ésta es cuando digo: ¡Hagamos Emilia, ya!

Altais (izq), Joe Sacco (centro) y Mario Cárdenas (der) luego de la entrevista. Foto: archivo personal Altais.

Precisamente Emilia será nuestra próxima entrega, pero como abrebocas me gustaría que nos adelantaras algo ¿Por qué Emilia Pardo Umaña?

Después del esfuerzo con la entrevista a Joe Sacco quedé con esa sensación de ‘esto me gusta hacerlo, yo no sé si es el camino pero qué bueno apostarle por lo menos un año’. La biografía de Emilia arranca en 2017, fue el trabajo de tesis que realizamos Lina Flórez —mi socia en Altais Cómic— y yo, que nos permitió graduarnos como periodistas y en ese momento, por el corte de la investigación, obtuvo una mención honorífica.

Buscamos los artículos de Emilia en archivos y hemerotecas nacionales y universitarias en Medellín y Bogotá. Cuando la conocimos sentimos que al hablar de grandes periodistas colombianos del siglo XX, sobretodo de la primera mitad de siglo, se hablaba de los Cano, los Caballero, los Santos y otro montón más; Cepeda Samudio, Salgar, Gabriel García Márquez y otras mujeres que escribían en esos momentos, porque Emilia no era la única. Y en ese ejercicio de historia se los menciona, pero realmente son pocos los periodistas de esa época que tienen libros detrás o investigaciones biográficas. Uno las encuentra muy fácilmente de cualquier Caballero o Cano, y es lo que siempre he pensado: el género biográfico es el género de los poderosos; el que tiene familia, plata y un familiar con impacto social económico y político en la historia de Colombia tiende a perpetuar su memoria a través de los ejercicios biográficos.

Emilia no tenía esa familia detrás. Es una teoría muy mía, pero todos esos grandes periodistas la mencionaban como ‘la primera dama del periodismo’ o ‘la voz de lo femenino en el periodismo’. Cuando nos íbamos a investigar, [encontramos] un artículo de Amparo Restrepo, una antología pequeña, La letra con sangre entra, que es de Rosario del Castillo, “Camándula”, la sobrina de Emilia; y unas investigaciones sobre Emilia coordinadas por Mariluz Vallejo de la Javeriana. Las fuentes de documentación eran muy pocas.

Entonces nos preguntamos: ‘¿cómo es posible que a esta mujer se la mencione en todas las clases de periodismo como una de las grandes voces del periodismo, pero uno va a una biblioteca y no hay nada?’.

Fue un personaje que nos fue enamorando de cuenta de esos artículos, porque la conocimos fue recogiendo artículos y leyéndola. La investigación buscó ilustrar la vida y obra de la mujer que en la primera década del siglo XX, rompió esquemas y trazó el camino para que otras mujeres entraran a la vida periodística.