Editorial

El Covid-19 amenaza la industria cultural

24 / 03 / 2020

El Covid-19 ha evidenciado las falencias de un sector para el que, como otros, son necesarias acciones concretas que le permitan sobrellevar esta crisis.

Conciertos, festivales, ferias del libro y semanas de la moda aplazadas o canceladas. Museos, teatros, salas de cine, bibliotecas, restaurantes y tiendas de discos cerradas hasta nuevo aviso. Todo esto como medida para evitar la propagación del Covid-19, virus que ha acabado con miles de vidas en varios países y que en Colombia presenta varios casos de contagio.

Pese a las medidas adoptadas hasta ahora por el Gobierno (como la cancelación de clases en escuelas, colegios y universidades), falta más compromiso de éste para afrontar la crisis, así como no dejar de insistir en el llamado a mantener la calma, no acaparar productos de aseo y alimentos, y quedarse en casa; porque de no ser así, aumentarían los casos de contagio y eso, en un país cuyo sistema de salud tan endeble, privatizado y desigual, agravaría la situación. Si bien es cierto que ha habido más pánico que prevención, la situación actual exige que nos concienciemos y apersonemos de ella, en aras de que no haya hechos que lamentar.

El virus ha afectado nuestra cotidianidad y, como señalamos al inicio, el sector cultural no ha sido inmune a él. La cancelación de certámenes culturales de todo tipo se ha hecho con el fin de evitar la propagación del virus porque la sola aglomeración de personas y el contacto físico son factores de riesgo que no pueden minimizarse. Aún así, las afectaciones al sector son claras y ponen en evidencia su fragilidad. La sola cancelación de certámenes provoca no sólo pérdidas para artistas, managers, empresas promotoras e instituciones; sino también de empleos, porque son muchas las personas que, estando al frente o tras bambalinas, trabajan para que un concierto, un festival, una semana de la moda o una feria del libro sean posibles.

Hay quienes le han hecho frente a la situación y se han valido de internet y las redes sociales para, además de continuar con su trabajo, captar otros públicos y generar compañía y esparcimiento en tiempos de cuarentena y crisis. Orquestas como la Filarmónica de Berlín, ante el cierre de sus salas, han permitido el acceso gratuito a sus plataformas digitales para disfrutar de sus conciertos, mientras plataformas de streaming han puesto disponibles sus contenidos de manera gratuita y museos como el del Prado realizan recorridos virtuales por sus salas. Pese a las cancelaciones de sus conciertos, artistas como Juanes y Alejandro Sanz han aprovechado las redes sociales para realizar conciertos virtuales durante media hora y hasta se han programado festivales virtuales como el Cuarentena Fest, con el que varios artistas independientes tratan de hacer más llevadero este tiempo de cuarentena.

Cabe resaltar el caso de España, donde artistas emergentes que tuvieron que cancelar sus presentaciones o lanzamientos de discos, optaron por llenar sus redes sociales con transmisiones en vivo durante el fin de semana del 13 y 15 de marzo bajo la etiqueta #YoMeQuedoEnCasaFestival, con el cual buscaban dar un gran concierto durante estos días para que la gente, por Instagram o Facebook, pudiera escucharlos sin salir de casa, pero al mismo tiempo apoyar y adquirir la música de estos artistas.

Colombia estará en cuarentena hasta el 13 de abril, y muchos de sus artistas han aprovechado las redes para, además de difundir su música, enviar un mensaje de ánimo a sus seguidores.

Todas estas iniciativas pueden ayudar a hacer más llevadera la situación e impedir que el sector cultural cese sus actividades, aunque en estos momentos es necesario preguntarse cómo se va a blindarlo desde lo económico durante y después de la crisis. Porque la verdad sea dicha: el Covid-19 ha evidenciado las falencias de un sistema económico y político en el que la cultura no ha sido una prioridad. Si bien antes del virus el sector cultural y las industrias creativas aportaban al producto interno bruto de varios países, en otros no llegaban ni siquiera a ser un renglón importante de la economía y, si no fuera por algunos subsidios y ayudas estatales, no habrían sobrevivido.

Si la situación es difícil en países donde la cultura es un renglón económico importante y tiene el apoyo decidido del sector público y privado, en los que así no ocurre (entre ellos Colombia) todo se torna de castaño a oscuro. Solamente las empresas productoras de eventos y espectáculos perderían, según la revista Forbes Colombia, $210 mil millones, mientras hasta ahora los hoteles, restaurantes, cines y bares han reportado una reducción en sus ventas del 70%, tal como lo dio a conocer Fenalco.

Aunque en este momento el gobierno tiene la prioridad (y el deber) de contrarrestar el virus, es inevitable preguntarse qué ha hecho hasta ahora desde el Ministerio de Cultura y el Vice Ministerio de la Creatividad y Economía Naranja para hacer frente a esta crisis en el sector cultural y las industrias creativas, porque además de la cancelación de certámenes y el cierre de espacios culturales, conviene buscar soluciones concretas para que este sector y sus actores puedan sobrellevar estos días y sus ingresos no se vean tan afectados.

El 13 de marzo lanzó un programa de línea de créditos, que contará con recursos por valor de 250.000 millones de pesos, llamada “Colombia responde”, con la cual ofrecerá créditos en pesos y el monto máximo por empresa será de hasta 3.000 millones de pesos para mipymes y 5.000 millones para grandes empresas. Esto con la idea de mantener a flote a la industria cultural durante el tiempo que dure la cancelación de certámenes masivos. Pero lo cierto es que la industria cultural se enfrenta a pérdidas económicas incalculables a nivel global, millones de empleos están en riesgo y se tendrá que buscar la forma de lograr disminuir los riesgos de quiebra de un sector que, se supone, era uno de los pilares del desarrollo del gobierno de Iván Duque a través de su “economía naranja”.

Si bien esta línea de créditos puede ser un salvavidas para quienes tienen su sustento en el sector cultural, es menester que se hagan los controles necesarios para que el dinero no quede solamente en las manos de las grandes empresas o de quienes podrían sacar ventaja de la coyuntura. Así mismo, no está de más un trabajo articulado entre el Ministerio de Cultura y el Vice Ministerio de la Creatividad y Economía Naranja con las secretarías de cultura de los municipios, las ciudades y los departamentos para ayudar al sector cultural desde las regiones y hacerle frente a la crisis por la que está pasando. En Medellín, por ejemplo, y tal como lo reveló a este medio la Secretaria de Cultura, Lina María Gaviria, su despacho ya empezó a trabajar junto al Ministerio de Cultura y el Vice Ministerio de Creatividad y Economía Naranja para brindar apoyo económico a los artistas, aunque ojalá este trabajo mancomunado se replique en todo el país para que el coletazo del Covid-19 no sea tan fuerte para el sector cultural.

La situación para la cultura no es fácil en el mundo, mucho menos en Colombia. El hecho de que muchas personas hayan perdido sus empleos por la cancelación de certámenes culturales demuestra lo precaria que era su situación laboral, por lo que habrá que tomar medidas a futuro (e incluso en el presente) para evitar despidos masivos y la precariedad laboral en un sector que de por sí es precario. Aunque por ahora otras son las prioridades en las agendas y cuentas de muchos, cuando toda esta crisis se supere (esperamos pronto, aunque en el escenario más realista tiende a agravarse) no estará de más incentivar y fortalecer el consumo cultural para tratar de subsanar las pérdidas provocadas por el Covid-19 y así retribuirles a quienes trabajan por y para la cultura.

Por ahora, hay que cuidar de sí y del otro, cambiar hábitos (así implique un gran sacrificio), mantener la calma y asumir que no estamos ante un mal pasajero, sino una crisis que, de muchas maneras, ha evidenciado las fisuras de nuestro sistema económico, de salud, de lo político y de lo cultural. Porque la cultura, más allá de las bellas artes, abarca nuestras expresiones cotidianas e identitarias, nuestra manera de relacionarnos, nuestras creencias y muchas esferas que, en muchos casos, conviene repensar y transformar. Que después de la tormenta venga la calma y también los cambios que, desde hace años, necesitamos.