El Cronicario

La protesta como acto de martirio

17 / 05 / 2021

El Estado Colombiano ha demostrado que no tolera la disidencia ideológica y que asesinará a los que no piensen como ellos.

Desde el pasado 28 de abril Colombia ha tenido una oleada de marchas y protestas sociales, las cuales fueron catalizadas por una reforma tributaria propuesta en un momento donde el pueblo colombiano seguía padeciendo los destrozos generados por la Covid-19. Cientos de miles de personas se tomaron las calles de las principales ciudades del país con una exigencia clara contra el gobierno de Duque: el país no soportaba una reforma tributaria para tapar los huecos generados por la atención de la pandemia, pero también para tapar la pésima administración económica de las ultimas administraciones del país.

El reclamo social venía gestándose desde 2019 con el Paro Nacional que se realizó el 21 de noviembre de ese año, un descontento contra el gobierno como no se veía desde hace varias décadas en el país. Pero, gracias a la pandemia, el gobierno de Iván Duque pudo tener un 2020 tranquilo desde su set televisivo, donde, al mejor estilo de Nicolás Maduro, presentaba un programa que nació para informar sobre la atención del gobierno a la pandemia, pero que desde hacía 4 meses se había convertido en una plataforma de difusión de los “logros” de su gobierno.

Con ese antecedente los colombianos salieron masivamente el 28 de abril de este 2021 para manifestarse contra un gobierno nefasto en todos los sentidos. Pocos presidentes en este país pueden sacar pecho al decir que durante su gobierno se disparó el desempleo, la pobreza, la pobreza extrema, la violencia, la corrupción y la impunidad, pero el gobierno que decía que nos salvaría de convertirnos en Venezuela, ha cumplido: no nos convertimos en Venezuela, nos convertimos en una versión remasterizada de la Colombia de los 80.

El presidente que fue elegido con ínfulas de ser un hombre con ideas innovadoras, especialmente para la fuente principal de este medio que es la cultura, con su economía naranja ha exprimido al pueblo hasta el punto de que este ha estallado en colera, pero una colera atizada por los agentes estatales y los medios de comunicación del país, que, durante la segunda semana de protestas y marchas, las han satanizado y han creado una matriz de desinformación tenebrosa.

Colombia ha sido testigo de cómo las fuerzas del Estado han masacrado a los manifestantes desde el pasado 30 de abril, cuando el expresidente Uribe, en su afán de ayudar a su pupilo, solicitó al ejército y a las fuerzas policiales utilizar sus armas contra lo que representara una amenaza para ellos y los bienes materiales. Desde esa noche del 30 de abril Cali, una de las ciudades más importantes de Colombia, no volvería a ser “la sucursal del cielo”.

Desde el 1 de mayo, Cali y otras ciudades se han visto sitiadas por la fuerza pública que trata de callar a fuego los justos reclamos del pueblo, pero el horror no ha cesado en el país. Las víctimas mortales se cuentan por alrededor de 47 y 168 desaparecidos, una cifra escalofriante en la quimera democracia más antigua de América Latina, pero que en el contexto colombiano parece ser solo una cifra más como el precio de dólar.

La vida de los colombianos lleva cerca de 30 año poniéndose al límite, cada gobierno ha ido socavando sus derechos y quitándoles sus formas de subsistencia.  Aunque muchos de los marchantes son jóvenes, el gobierno parece no entender que ese malestar no es solo por una reforma tributaria, que fue retirada hacia el mediodía del 2 de mayo como una forma de tratar de frenar el malestar social, pero ya era demasiado tarde, el pueblo había perdido el miedo a su gobierno.

Desde el 1 de mayo los colombianos entendimos que protestar contra este gobierno sería un acto de martirio. Iván Duque pasó de querer exprimir la naranja de la cultura, a exprimir a balazos la sangre del pueblo colombiano. El mundo asistió a los pedidos de ayuda a través de redes sociales, para que muchos vieran cómo el gobierno y sus fuerzas estaban masacrando al país. Pero, en un acto que confirmaba la dictadura que se estaba estableciendo, los servicios de internet en Cali fueron cortados.

El S.O.S Colombia llenó las redes sociales y las celebridades internacionales hicieron eco del llamado de auxilio, porque los pocos artistas colombianos que lo han hecho no tienen un nivel tan masivo a nivel global como Justin Bieber, Demi Lovato o las Kardashian. Sí, el mensaje de ayuda fue replicado por los artistas extranjeros, porque nuestros artistas globales guardaron silencio cómplice con el Estado, y mostraron que su interés hacia el pueblo es solo para venderles shows y nada más.

La cultura del terror se implementó y ha avanzado en todo el territorio nacional. El presidente regordete se ha escondido tras las puertas del Palacio de Nariño, como cierto infame rey francés que perdió su cabeza a manos del pueblo descontento.  Pero en Colombia nuestra monarquía criolla ha dejado claro que no permitirá el discernimiento y que todos los que no piensen como ellos tendrán que ser asesinados, ellos han dejado claro que no les temblará la mano para dar las ordenes de matar y desaparecer.

La ciudadanía ha tratado de sobrellevar la situación, pero los medios de comunicación tradicionales, cuyos dueños son los hombres más ricos del país, poco les interesa informar de manera imparcial y se han dedicado a promover un odio hacia los manifestantes que valida lo que hemos visto durante esta semana, como el ataque a la minga indígena del Cauca en la ciudad de Cali por parte de “ciudadanos de bien”, los cuales responden a esa dinámica del miedo y del terrorismo mediático impuestos por RCN, Caracol, Semana, entre otros medios.

Así, ha quedado al desnudo la dictadura que siempre ha querido el partido de gobierno, Centro Democrático. Queda claro que su malestar con la dictadura de Venezuela, es más un asunto de celos, de porqué Maduro y Chávez sí lo han logrado y ellos no, aunque el sueño de este partido ha sido expuesto al imponer en el país un modelo neonazi. Así pues, el Centro Democrático por fin se ha quitado la careta y ha mostrado su verdadero rostro, ellos y sus seguidores son NAZIS que esta vez no persiguen judíos, como los Gilinski Bacal, sino que persiguen indígenas, afrodescendientes, comunistas, socialistas y población LGBTI+Q.

El partido de gobierno no descansará hasta lograr su cometido de poner de rodillas al pueblo colombiano y establecer un orden que beneficie el narconaziuribismo. Sí, así como existe el castrochavismo, podemos denominar de esta manera al futuro negro que le espera a Colombia si el pueblo no solo se moviliza en las calles, sino que también se mueve en los escenarios de la política, porque también debemos tener presente que los presidentes no son los únicos responsables de nuestro actual desastre.

Hay una institución que ha pasado desapercibida y es el Congreso de la Republica, un organismo donde los gobiernos de turno llenan de mermelada a nuestros queridos senadores para poder aprobar cuanta reforma nefasta contra el pueblo se pueda imaginar. Colombia sufre de una relación donde sabemos que nuestro cáncer se encuentra en el Senado, pero somos incapaces de extirparlo eligiendo a personas más capaces.

Hay un elemento extra que se suma, los jóvenes no parecen creer en ninguna figura política que pueda solucionar la actual situación que atraviesa el país, ya que el gobierno se reunió con parte de la bancada de oposición que se autodenominó la Coalición de la Esperanza, pero a los manifestantes no les hizo ninguna gracia y, sin el menor miramiento, han atacado a estos políticos tildándolos de oportunistas.

De esta manera, los colombianos han colmado su paciencia y están protestando más que contra un gobierno contra todo el establecimiento del país, algo que tendrá que ser atendido, pero no por este gobierno, que lo único que parece tener en mente es tapar este desastre tirando los cuerpos en alguna fosa común mientras la otra parte del pueblo se levanta contra los manifestantes y se mata pueblo contra pueblo.

El martirio de la protesta tendrá como posibles ganadores el narconaziuribismo, que tendrá como meta, como lo dijo Jaime Garzón con uno de sus personajes, Godofredo Cínico Caspa: “(…) él vislumbra todo este gran país, como una zona de orden publico total, es decir, como un solo convivir, dónde la gente de bien por fin podamos disfrutar de la renta en paz como debe ser…”. Del pueblo dependerá que este derrame de sangre joven no sea en vano y soportar las arremetidas militares y mediáticas que buscarán en todo momento acabar con la moral del Paro Nacional.