Fiesta del libro

Isabel Botero: “El viaje significa promesa”

11 / 10 / 2020

La escritora, invitada a la 14° Fiesta del Libro y la Cultura de Medellín, conversó con Laterales Magazine a propósito de su primer libro, Vine a buscar el desierto.

De niña soñaba con viajar por todo el mundo, ir más allá de las montañas de su natal Medellín, conocer otras culturas, caminar por otros lugares, escuchar otros acentos.

El sueño se cumplió tiempo después. Primero se fue a Cuba, regresó a Medellín y, tras terminar sus estudios en Comunicación Social, se fue a Israel, luego a España y a otros países. Conoció otras culturas, hizo una Maestría en Escritura de Guiones y escribió sus vivencias. También sintió el rigor de ser inmigrante, de enfrentarse a un lugar desconocido y tratar de ser parte de él.

Tras once años de ir de país en país, regresó nuevamente a Medellín. Hizo una nueva Maestría, esta vez en Escrituras Creativas. Después de desempolvar las historias que escribió por el mundo, su itinerario personal; se lanzó a escribir un libro de cuentos, uno en el que los viajes son el hilo conductor mientras sus protagonistas, personas con historias y vidas tan distintas, comparten su condición de inmigrantes.

Isabel Botero (Medellín, 1976), aquella niña que soñaba con viajar por todo el mundo, es comunicadora social, guionista, realizadora audiovisual, docente, cinéfila, viajera y escritora. Hizo una Maestría en Escritura de Guiones para Cine y Televisión en Barcelona y una de Escrituras Creativas en la Universidad EAFIT (Medellín). En 2018 ganó el Premio Libro Inédito de Cuento de la Alcaldía de Medellín con Vine a buscar el desierto, conformado por 20 cuentos inspirados en su experiencia como inmigrante.

A través de una escritura directa en la que predominan la nostalgia, la ilusión y la incertidumbre, Isabel narra las peripecias de diferentes inmigrantes en ciudades tan distantes como Las Habana, Buenos Aires, El Cairo o Madrid; ciudades a las que llegaron buscando una vida mejor, así a ratos les sea esquiva o solo sea una ilusión.

Durante aquellos días extraños y de tanta quietud en que duró la cuarentena, Isabel no pudo volver a viajar; aunque desde la ventana de su apartamento empezó a grabar con su celular esa vida que, pese a la pandemia, se empecinaba en seguir adelante. Sus vecinos, los transeúntes, los que trataban de encontrar el sustento en la calle, fuera con cantos o plegarias, son los protagonistas de esos vídeos a los que ella llamó La vida sigue que, además de un registro de la cuarentena, son un acto de resistencia.

Invitada a la 14° Fiesta del Libro y la Cultura de Medellín, este domingo 11 de octubre hablará de sus viajes, de las historias y emociones que inspiraron su libro, de esa condición de ser y no ser de quien va por el mundo, en la charla Pasajeros en trance. Sin importar a dónde vamos, siempre nos llevamos a cuestas, en la que también participarán la escritora Dulce María Cardoso y el editor y traductor Jerónimo Pizarro.

Antes de su charla, Isabel conversó con Laterales sobre su libro, sus viajes, lo que para ella es el acto de viajar, de La vida sigue, de los proyectos venideros y a dónde le gustaría viajar una vez este pandemónium se vaya lejos.

Vine a buscar el desierto, tu primer libro, reúne 20 cuentos que transcurren en ciudades como La Habana, Tel Aviv, Nueva York y Buenos Aires; y en los que sus protagonistas, además de enfrentarse a lo desconocido, comparten la condición de ser inmigrantes. ¿Cómo fue el proceso de escritura del libro y cómo lograste unir todas estas historias, aun cuando transcurren en diferentes ciudades y sus protagonistas son tan distintos?

Realmente este libro responde a un viaje personal. Yo, en el año de 1996, viví un tiempo en Cuba. Luego regresé a Medellín a terminar mi carrera universitaria y, cuando terminé la carrera, me fui del país durante 11 años. Inicialmente me fui para Israel y después me fui para España y viví en diferentes ciudades de España. Entonces, muchos de estos cuentos, realmente, fueron historias que viví, de alguna manera, en carne propia, o alguien cercano o ideas que se me fueron ocurriendo. Pero el viaje, y casi que el orden que tienen los cuentos en el libro, responde a ese viaje real y de mi experiencia real como inmigrante. No me parece demasiado interesante decir qué fue verdad, qué fue mentiras, hasta dónde es ficción. Pero ese viaje y mi experiencia como inmigrante, sí son reales. Y creo que lo que el libro refleja es esa visión de un inmigrante, o de muchos inmigrantes que se enfrentan a esa situación de estar solos, de reconstruir una vida, de aprender a leer su entorno. A encontrarse en momentos con unos conflictos que en apariencia pueden ser simples, pero que la lejanía hace que sean mucho más complejos.

El proceso de escritura del libro fue muchos años después. Yo me fui en el 2000 y regresé a Medellín en el 2011. Y, en el 2016, si no estoy mal, comencé una Maestría en Escrituras Creativas en la Universidad EAFIT. Estos cuentos que aparecen en el libro —muchos de estos cuentos, muchas de estas historias y de estas ideas—, yo los había escrito en libretas, en cuadernos, en papeles sueltos, en postales, en servilletas… he tenido esa necesidad de escribir y tenía todo ese material regado en diferentes cuadernos. Y, cuando comencé la maestría, que teníamos que presentar un proyecto de grado creativo, luego de pensar muchas posibilidades, me decidí por hacer un libro de cuentos. Y el primer paso para ese proceso de escritura fue desempolvar estos cuadernos, releer esas historias, esas notas. Muchas cosas son simplemente notas, personajes, ideas sueltas.

A partir de todo ese material, escogí qué historias iban a componer el libro y comencé un trabajo por capas: primero localizar las historias, empezar a configurarlas y, poco a poco, durante la maestría, estuve construyendo esas historias en diferentes entregas. Digo que es por capas porque a partir de las correcciones de los profesores fui arreglando cosas, añadiendo cosas, quitando otras. Fue un proceso de reescritura interesante. Yo creo que tengo, más o menos, entre diez y doce versiones de cada cuento: diferentes comienzos, diferentes finales, intenté experimentar porque quería que tuvieran diferentes voces, que no fuera contado desde mí, desde el yo; sino crear personajes diversos. Finalmente, cuando ya tenía el compendio de los veinte cuentos, lo presenté como trabajo de grado a la Maestría.

El viaje es el hilo conductor de todos tus cuentos, un viaje no sólo geográfico, sino también interior ¿Por qué tomar el viaje como tema principal para tu primer libro?

Creo que eso te lo respondo un poco en la primera pregunta, y es que hace parte de mi historia personal. Por otro lado, yo creo que siempre, desde pequeña, soñaba con viajar, [tenía] una curiosidad genuina por el mundo. Admiraba, y admiro, a la gente que viaja, que tiene esa posibilidad de conocer otras culturas, de tener la experiencia de vivir en otros lugares. Entonces, siempre generó mucha curiosidad en mí. Y, en las proyecciones que yo hacía de mí misma, siempre estuvo presente el viaje, ser viajera. Pero ya luego, la decisión de irme en el 2000 fue menos romántica y más de la desazón que sentía: había terminado la universidad, no veía un futuro claro, sentía este país muy difícil, como lo sigue siendo. Estaba un poco desilusionada y también me había ido de casa, era un momento difícil, también existencial; y decidí, de una manera muy impulsiva, muy poco planeada, irme al primer destino que la vida me puso por bandeja, que fue Tel Aviv, porque una profesora de inglés se había ido a vivir allá.

Emprendí ese viaje con tres amigas más, ese sueño de huida individual se convirtió en una huida colectiva. A partir de ese viaje, todas nos dispersamos después por el mundo. De las cuatro, que llegamos inclusive a ser cinco, la única que regresó a Colombia fui yo. El resto todas viven en países diferentes, hemos [llegado] a estar casi en los cinco continentes, cada una súper lejos de la otra. Creo que nosotros pertenecemos a una generación que optó por eso, por huir, como un exilio voluntario, en unos casos más voluntarios que otros, porque también en esa época hubo muchos perseguidos políticos y la situación económica obligó a muchas personas a eso, a salir a buscar trabajo a otras partes. Nuestra situación, de alguna manera, era más privilegiada. Fue otro tipo de huida. Pero yo sí creo que fue una huida que surgió de la desazón. Y esa estampida de esos jóvenes que en ese momento nos fuimos, que fuimos millones, respondió a eso, a una desazón generalizada de que este país no nos ofrecía nada.

¿Cómo defines los viajes?

Si definiera lo que significa para mí viajar, por un lado, te podría hablar de la curiosidad, una curiosidad genuina por conocer el mundo más allá de donde nací. Conocer otras personas, otras culturas, otras maneras de ver la vida, otros paisajes. Claro que hay una curiosidad muy genuina por los otros, aunque finalmente tengo la convicción de que, seamos de donde seamos, hayamos nacido donde hayamos nacido, creamos en lo que creamos, hayamos tenido la educación que hayamos tenido; compartimos todos una esencia y es la naturaleza humana, estemos donde estemos. Finalmente somos como iguales.

Pero, por otro lado, también es innegable que, para mí, el viaje está unido a la palabra promesa: el viaje implica una promesa de, a lo mejor, lograr cosas que no logras en donde estás, o puedes llegar a ser alguien que crees que no puedes ser en el lugar donde estás. Entonces, el viaje también significa promesa. Se vislumbra como una promesa de poder lograr esos sueños que la realidad del presente de donde estamos no nos está ofreciendo.

[Para complementar lo dicho, o explicarlo “mucho más bonito”, Isabel promete compartir al final un poema de Oscar Hahn, Viajando conmigo, del que tomó un verso como epígrafe de su libro: “La vida no está en otra parte / la vida está donde uno está”]

Nos han vendido una noción glamurosa y cosmopolita de los viajes. Ahora, con la pandemia, las restricciones en los vuelos y el temor de contraer un virus que, en buena parte se propagó por los viajes, ¿qué dimensión tomará el acto de viajar?

Realmente sí es un poco extraño pensar en viajar ahora. Creo que estamos en un momento de mucha incertidumbre, todo es demasiado inestable. Creo que todavía no entendemos muy bien a lo que nos estamos enfrentando, ni cómo se comporta este virus. Entonces sí me parece demasiado arriesgado. En este momento, personalmente, no me dan ni cinco de ganas de montarme en un avión; aunque ha sido una de las cosas que más me ha gustado. Si en este momento se me ocurre montarme en un avión, al menos que sea [para] una emergencia o algo así.

Sin embargo, hay algo que está sucediendo en el mundo. Alguien me hablaba de qué sucedió en España, y era que la gente empezó a viajar a lugares más cercanos, a hacer turismo local. Eso me parece muy interesante. Llevamos tantos años desplazándonos tanto, con todos los recursos energéticos que eso implica para el planeta; [que] me parece bonito y necesario pensar que hay otras maneras de movernos, y que no hay que ir muy lejos, sino que podemos conocer lugares más cercanos, conocer nuestro entorno.

Entonces, esa parte de empezar a ser más conscientes, de hacer unos desplazamientos más conscientes, me parece que es algo positivo que nos puede dejar esta pandemia y las restricciones de viajar.

Durante la cuarentena realizaste La vida sigue, una serie de vídeos cortos en los que plasmas la cotidianidad de tus vecinos durante la cuarentena. ¿Qué te motivó realizar este proyecto?

Realmente, eso comenzó de una manera muy espontánea: el primer día de la cuarentena, simplemente me asomé a la ventana y vi una escena que me conmovió mucho: fue una niña que estaba bailando en el balcón del edificio de enfrente. Me pareció una imagen muy contradictoria porque, por un lado, me parecía muy cruel que esa niña —no sé, tendrá 5 años— tendría que estar encerrada por tiempo indefinido y a lo mejor su único contacto con el exterior era ese balcón. Fue una imagen que me confrontó mucho, pero al mismo tiempo me pareció una imagen muy esperanzadora, porque ella seguía siendo niña y seguía bailando, como resistiendo en ese balcón.

Entonces la grabé y a partir de ese vídeo empecé a grabar otros, pero como te digo, fue muy espontáneo. Yo realmente no tenía un plan, sino que fue pasando, y empecé a apasionarme por el tema, a ver la calle diferente, a ver a mis vecinos diferentes. Me entusiasmé mucho con esos vídeos, empecé a recibir retroalimentación de las personas y eso me motivaba a grabar más. Empecé, inclusive, a pensar en unas especies de clasificaciones. Me invitaron a escribir un texto en Universo Centro, todo eso empezó a sumarse y me volví muy constante.

No fue fácil, porque estaba muy dispersa, muy atenta a lo que pasaba, cosa que antes no sucedía. Yo antes estaba dentro de mi casa e ignoraba bastante, en la medida de lo posible, porque vivo en el centro, cerca de la Placita de Flórez. Hay movimiento, pero [estaba] muy retraída hacia dentro. Y la experiencia de la cuarentena fue paradójica porque, entre más encerrada estaba, por primera vez estaba más afuera y más pendiente de lo que estaba pasando afuera. Y digo paradójico porque no podía salir, como que el afuera se volvió muy importante en mi día a día adentro, encerrada.

¿Y a qué reflexiones llegabas mientras grababas los vídeos?

No sé, reflexiones de muy diversos tipos. Por un lado, le puse La vida sigue porque sentía que era una especie de resistencia, que las personas nos resistimos a la adversidad y la manera de resistir es seguir viviendo, seguir haciendo las cosas que necesitamos para vivir: mercar, cocinar, la niña bailar. Como cierta resistencia de seguir la vida cotidiana.

También reflexiones acerca de esta sociedad tan desigual en la que vivimos, porque mientras al lado interior de mi vivienda —vivo en una unidad cerrada— veía escenas de niños jugando al fútbol; señoras, señores y jóvenes sacando a pasear al perro, imágenes bonitas, tranquilas, sencillas; en la calle había otra realidad mucho más compleja: cada vez más recicladores, muchas personas pidiendo dinero; más cantantes, músicos callejeros o simplemente personas pidiendo dinero a grito pelado. Y eso empezó a subir. Entonces, esa reflexión también estuvo muy presente y la intenté plasmar en esos vídeos. Todas esas personas que se fueron sumando a esta catástrofe.

En ese texto de Universo Centro, termino diciendo eso: que finalmente esta “vida no vida” solo puede seguir siendo vida si es para todos.

¿Qué otra reflexión? Acerca del quehacer, de hacer esos vídeos, el hecho de prender una cámara, de estar atenta. Y comprobé algo que, como profesora de documental o de no ficción lo he dicho desde la teoría, pero nunca lo había vivido tan cercano, desde la práctica, y es que cuando uno se detiene, cuando uno para a observar, la vida se ve diferente. Que [en] la vida, cuando uno realmente la observa con paciencia y espera que las cosas sucedan, o simplemente espera, pasan cosas inesperadas. Es una reflexión acerca de la mirada, de la mirada de la realidad, que la realidad siempre está llena de pequeños acontecimientos que pasamos desapercibidos, porque no los estamos observando con atención y paciencia.

¿Harás algo más con los vídeos o los dejarás en Instagram como un diario de la cuarentena?

En este momento no tengo muy claro qué voy a hacer con ese material. Estoy configurando varias ideas y creo que, tarde o temprano, voy a encontrarles alguna utilidad, porque pienso que vale la pena. Pero tampoco me quiero afanar. Todo es muy reciente y creo que lo que ha sucedido en la pandemia y en la cuarentena es un tema para largo. Terminé grabando y publicando en Instagram 300 vídeos, paré en el número 300 el día que levantaron la cuarentena. Creo que es un material valioso, entonces no descarto la posibilidad de hacer algo con él. Pero en este momento todavía no tengo muy claro qué.

A raíz de ese proyecto, me invitaron a dar un taller sobre celumetrajes cotidianos donde reflexionamos, vimos ejemplos y practicamos acerca de eso que te decía de la experiencia del ver, de observar la cotidianidad, y fue muy interesante. Vamos a ver qué otras cosas surgen a partir de esto. Pero ha sido bonito porque sé que varios profesores y colegas han utilizado este material en sus clases y han generado unas dinámicas muy interesantes alrededor.

Además de escritora, eres realizadora audiovisual y guionista. ¿Cómo es ese tránsito entre la literatura, el cine y la escritura de guiones? ¿Qué tomas de las tres para realizar tus proyectos?

Esta relación entre el cine, los guiones y la literatura ha sido una relación muy orgánica en mi vida. Siempre he escrito. No con objetivos de publicar, ni de convertirme en escritora; simplemente, en mi memoria recuerdo que he necesitado de la escritura en mi vida. Antes, de pequeña, escribía diarios, he escrito cuadernos por ahí. En momentos muertos, en momentos difíciles, la escritura es una herramienta que tengo para entenderme y para retener mi memoria, alimentar mi memoria.

Eso siempre ha estado presente en mi vida y luego llegó el cine. Durante la época de la universidad, me convertí en una cinéfila y me enamoré del cine. Soñé con hacer cine muchos años y, a partir de ese amor por el cine, llegó el guion, que fue como ese punto intermedio entre hacer cine y escribir. Entonces, estudié una maestría en Escritura de Guiones para Cine y Televisión en Barcelona, y también estuve muy entusiasmada con ese asunto de escribir películas, hasta hacer cine. Pero luego empecé a entrar en ese mundo de las convocatorias, de los presupuestos súper millonarios para hacer cualquier cosa, y sentía que no quería que de eso dependiera mi creación. Entonces, me fui alejando un poco del guion; aunque creo que lo ejerzo siendo profesora, soy profesora de guion desde hace nueve años. Lo que empezó a suceder es que [me volqué] más a la literatura, pero siento que en cualquier momento puedo volver a girar hacia los guiones y hacia el cine.

¿Has pensado llevar uno de tus cuentos al cine, dado lo cinematográficos que son?

Sí, tengo un par de ideas en la cabeza. Pero el libro, realmente, siento que todavía está vivo y lo he querido disfrutar. Ahora estoy en el proceso de escribir una novela, que es la primera novela a la que me enfrento, y va a requerir de mucha energía y concentración, de estar muy enfocada. Entonces, tampoco quiero abrir mil ventanas al mismo tiempo. Pero creo que, tarde o temprano, sí tendré ganas de ver historias mías proyectadas en una pantalla.

Cuando nos adaptemos a esta nueva y extraña normalidad, cuando no haya tantas restricciones, ¿a qué lugares te gustaría viajar y cómo te imaginas esos nuevos viajes?

Me gustaría retomar un plan que tenía en el verano. Me había ganado una beca parcial para hacer una residencia literaria en Barcelona, la idea era encerrarme un mes en Monserrat a escribir y esa posibilidad me parecía maravillosa, me la soñaba. Y bueno, ese plan se tuvo que aplazar por esta pandemia, [pero] me encantaría retomarlo el próximo verano. Ese es el viaje más grande que tengo, en este momento, pensado. Ojalá se dé, porque la experiencia de encerrarme a escribir me produce mucha curiosidad, porque la vida cotidiana está llena de pequeñas distracciones. O por lo menos, a mí me distrae bastante. Entonces me parecía muy interesante esa experiencia del encierro.

Por otro lado, me encantaría ir al mar, me hace mucha falta el mar. Y vamos a ver qué viajes y qué nuevos lugares podemos ir conociendo o a qué lugares podemos ir regresando, dependiendo de lo que vaya pasando.

Yo realmente no tengo ganas de llenarme de planes a futuro, porque algo que me quedó de este tiempo es eso también, que la vida es demasiado inestable. Es importante proyectar, pero creo que estoy más intentando vivir un día a la vez.

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Aquí, el poema completo de Oscar Hahn que Isabel mencionó en la entrevista:

Viajando conmigo

A donde quiera que vaya

a donde quiera que me mueva

nada va a pasar

nada va a cambiar

porque me llevo a mí conmigo

No me quedo allá atrás

no me alejo de mí:

me traigo a cuestas

Otra casa otro cielo otro tiempo

darán lo mismo: son lo mismo

La vida no está en otra parte

la vida está donde uno está

 

Cargar conmigo por el mundo

no es cosa fácil

Tampoco deshacerme de mí

o dejarme tirado en algún sitio

Yo no soy el bañista de Heráclito

Yo me baño siempre en el mismo río

Y si ese río va a dar a la mar

que es el morir

allá me voy con él

Porque yo soy el río

pero también el mar

 

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*La charla Pasajeros en trance. Sin importar a dónde vamos, siempre nos llevamos a cuestas, en la que participará Isabel Botero, puede verla en el canal de YouTube de la Fiesta del Libro y la Cultura desde las 3:00 p.m.