Música

Desde Venezuela llegaron Caramelos de Cianuro a Medellín

7 / 02 / 2020

El vocalista de la emblemática agrupación venezolana, Caramelos de Cianuro, habló con Laterales Magazine sobre su trayectoria, su relación con Colombia, la situación de Venezuela y sus proyectos venideros.

Cuando a Asier Cazalis le preguntan cómo han sido los casi 30 años de Caramelos de Cianuro, se queda por unos segundos en silencio y, como si acabara de acelerar un automóvil, lanza estas palabras:

“Con muchas anécdotas, una vida muy intensa, muchos sueños de Rock and Roll, muchos cuentos cómicos y mucho trabajo, mucha carretera, muchos viajes…”

En este punto de la entrevista Cazalis vuelve a quedarse en silencio, quizás acordándose de tantos viajes por las carreteras de Venezuela junto a sus compañeros de banda o de los países que visitaron para hacer saltar a muchos con sus enérgicas canciones. Quizás también se acuerda de tantas locuras vividas que creyeron serían tan largas como un solo de guitarra de más de cinco minutos, pero que en algún momento tuvieron que parar para, al menos, salir ilesos del viaje que iniciaron en Caracas por allá en 1991.

El silencio desaparece y el tono de su voz es ahora reflexivo, de quien sabe moverse muy bien por la vertiginosa carretera del rock y ha sobrevivido a más de un choque:

“Yo creo que para nosotros, que ya estamos en los cuarenta, se va haciendo más duro cuando tienes tres conciertos seguidos, entonces ya uno le va bajando la mecha, ya no hay tanto alcohol, tantas drogas, tanto sexo. Uno va avanzando más en el trabajo, en hacer buenas canciones y en la satisfacción que te da estar montado en un escenario, yo creo que también esa ha sido una manera de mantenernos vigentes y fuertes; [aunque] siempre estamos haciendo ejercicio y tratamos de comer bien, es un trabajo muy duro y exigente físicamente”.

Con tantas ocupaciones, ustedes han dicho que quieren hacer las cosas con más calma, ¿cómo mantenerla entonces en medio del agite de una banda, las giras y grabaciones?

“No recuerdo la instancia donde estábamos hablando de eso, pero me imagino que estábamos hablando de hacer discos nuevos y yo creo que es normal en las bandas, a medida que van pasando los años y se van haciendo más discos, que se vayan espaciando los tiempos entre un disco y el otro. Si uno quiere hacer algo que sea importante, algo distinto a lo que habías hecho anteriormente, hay un momento [en] que los trucos se te empiezan a agotar y los recursos con los que uno cuenta para comunicar, componer o producir empiezan a decir: ‘oye, esto ya lo usé’, ‘esto se parece a esto’. Eso hace que uno tenga que viajar, escuchar otra música, aprender [a tocar] otros instrumentos, tiene que ver con empezar a escribir de otra manera, y eso lleva un tiempo; a medida que nos vamos poniendo más viejos esos tiempos se van alargando. También tiene que ver con lo que tú dices, muchas giras, mucho trabajo, y afortunadamente hemos tenido unos años bien ocupados”.

Esa calma repercute en la calidad de los discos, para los que se toman el tiempo suficiente con tal de que el resultado los deje satisfechos y no sea una mera selección de canciones disgregadas:

“Yo creo que [la calma] tiene que ver también con la calidad de los discos, si uno se apura a sacar un disco cada año…hay artistas que lo hacen maravillosamente bien y está muy bien, pero a nosotros nos gusta que cada disco no tenga desperdicio, pensar que cada una de las canciones pueda ser un sencillo potencial o pueda decirle algo a alguien. Para mí ha sido un norte en mi carrera y siempre trato de que todas las canciones tengan [eso]; eso hace que los discos sean más longevos, digamos que la gente los pueda ir disfrutando con más tiempo, que pueda tener más sencillos en la radio y [se puedan] hacer más vídeos. Para mí eso ha sido importante, no sé si porque [somos] unos cuarentones, pero el formato de disco se nos viene muy bien y es algo que me niego a abandonar; hemos tratado de hacer sencillos aquí y allá, pero yo creo que uno no les pone el mismo esmero, ni el mismo cariño que al parir un disco, que es como parir un muchacho”.

Pese a la exigencia propia de su trabajo, se siente satisfecho de haber dejado una huella, “ser parte de la cultura venezolana y de la cultura del rock en Latinoamérica”, o al menos dejar un granito de arena en ese universo “tan basto y maravilloso que es la música”.

Son casi treinta años de trayectoria, éxitos y experiencias. ¿Qué reflexión hace hoy en día Caramelos de Cianuro de la vida y la música?

“Muy agradecidos por haber tenido una carrera tan prolífica, tan larga, y seguir todavía haciendo música. Para mí es un orgullo que los chamos, como decimos aquí los venezolanos, todavía estén pendientes de Caramelos; yo me tomo fotos con muchachos de todas las edades, ahora a los conciertos van los padres con sus hijos, entonces eso es algo que nos llena de satisfacción. Yo creo que tiene que ver con tratar de, lo que estaba diciendo un poco, hacer buenas canciones y canciones que importen, cuando las canciones importan perduran en el tiempo. Con mucho agradecimiento y también con mucho esfuerzo porque es un trabajo muy sacrificado que requiere estar mucho tiempo fuera de casa, se pierden fechas importantes, a veces uno no está para Fin de Año, un aniversario importante o el cumpleaños de tu hijo, que son cosas importantes que después uno empieza a añorar y extrañar, y a llenarse de melancolía, esa melancolía que viene con estar en una carretera eterna, ir de ciudad en ciudad un poco con esa vida de gitano que uno lleva. Digamos que es un trabajo con muchos sacrificios y también muchas satisfacciones, de las dos maneras”.

Agradecer. Esa ha sido la clave para que Caramelos de Cianuro –conformada también por Miguel Ángel González “El Enano”, Pavel Tello y Darío Adames– se mantenga vigente en el tiempo. Por eso, cada que tienen la oportunidad, agradecen a sus seguidores por el largo camino recorrido hasta ahora; recorrido en el que, en vez de dormirse como el camarón, optaron por estar siempre despiertos para poder vivir de su pasión, de lo que vinieron a hacer en este mundo: música.

“De verdad es algo que uno lo da por sentado y no debe ser así, todo el tiempo nos lo estamos recordando para mantenernos agradecidos, y la manera que uno se mantiene haciendo cosas importantes es ser agradecido con lo que has logrado, esa es la fórmula para seguir adelante y siempre tratando de dar la excelencia”.

Y también las canciones, sea porque están bien hechas o porque son capaces de decir lo indecible. Más que un impactante espectáculo o vestuario, lo que se quedará grabado para siempre es una canción y en esto Cazalis vuelve a ser enfático:

“Todo empieza por las canciones. Puedes hablar de la ropa, de las luces o las explosiones en tarima, o de la producción de los discos y los vídeos, pero si tú no tienes una buena canción lo demás es irrelevante. Por ahí hay que empezar y eso hace también que hayamos tenido vigencia en el tiempo; una canción que tiene diez, ocho o doce años, y que todavía los chamos la canten y la conozcan, hace que la música no sea desechable. Hay mucha música desechable, [aunque] para mí [también] hay muy buena música desechable, porque algo que sea desechable no necesariamente quiere decir que sea malo, pero hoy en día muchas canciones y artistas se parecen entre sí, y todo eso hace que las canciones se olviden más rápido de lo que estamos acostumbrados. En nuestro caso hemos tenido la fortuna, por alguna razón, [de que nuestras canciones] perduren en el tiempo y ese ha sido nuestro éxito; tratar de hacer buenas canciones es algo que me mueve y ocupa todos los días, ¿qué invento ahora?, ¿qué digo?, ¿qué escribo? Y escribir, como tú sabes, es un trabajo que desgasta mucho, es un trabajo que a veces es muy frustrante, sobre todo en la escritura creativa, porque las energías se te acaban y el entusiasmo hay que sacarlo de donde uno no lo tiene, para mí ese entusiasmo tiene que ver con redescubrirme como compositor”.

A sus 48 años, y después de sufrir una hepatitis, Cazalis sigue componiendo, grabando y saliendo de gira con Caramelos de Cianuro. Hace poco, el 16 y 17 de enero, tuvieron dos presentaciones en Bogotá y Medellín, ciudades colombianas en las que además de sus fans locales congregaron a sus compatriotas para cantar varios de sus himnos que los convirtieron en referentes del rock en Venezuela y Latinoamérica.

En Colombia son admirados y seguidos con atención, a pesar de que hace 19 años, antes de su primera presentación en el festival Rock al Parque, más de un conservador y presentador de noticias entró en histeria por cuenta de su nombre sugestivo. Aun la conmoción previa, la banda supo ganarse al público y años siguientes volvieron a interpretar lo mejor de su repertorio en el país, fuera en festivales o fiestas privadas. Es un territorio en el que no pasan desapercibidos y tienen un público bastante rockero. No obstante la cercanía geográfica y la emoción con que sus seguidores se les acercan en las calles de Bogotá para saludarlos, pedirles fotos y autógrafos, el frontman de Caramelos de Cianuro reconoce que, a diferencia de otros países, Colombia no es habitual en sus giras, aunque esa situación están dispuestos a cambiarla.

“Estábamos hablando con el manager que tenemos [para] enfocarnos más en el mercado colombiano, aprovechando que tantos compatriotas nuestros están allá y la cercanía geográfica que tenemos. Es una de las cosas que queremos empezar a hacer, tratar de ir todos los años a Colombia como vamos a Puerto Rico, Ecuador o México, tratar de que entre en el circuito de los países que visitamos regularmente. Es paradójico que estemos tan cerca y realmente no vamos, yo creo que nosotros tenemos un poco de culpa en eso, de no habernos tomado ese mercado como debe ser”.

Ahora están en Argentina, donde grabarán su nueva producción discográfica, una que en palabras de Cazalis tendrá mucha energía, “muy para arriba como decimos nosotros”, y que es fruto de su redescubrimiento como compositor durante sus estadías en Miami, ciudad en la que, mientras trabajaba con productores de hip hop, música urbana y electrónica, encontró nuevas maneras de componer que nutrieron a la banda. Fue, eso sí, un reto, ya que tuvieron que abrirse a métodos distintos a los que estaban acostumbrados, pero tal apertura logró una colección de canciones que los tiene entusiasmados, por lo que no duda en asegurar que el próximo disco de Caramelos de Cianuro será “bien sólido”.

Este disco, del que aún no se sabe su nombre, vendrá después de Retrovisor acústico, lazando el año pasado y conformado por 13 versiones acústicas de sus canciones más recordadas. El disco fue hecho de manera orgánica y fortuita, ya que Pavel Tello empezó a tocar “Retrovisor” con una guitarra acústica que había en el estudio donde estaban trabajando. Lo que el resto de la banda escuchó en ese momento gustó tanto que de ahí en adelante empezaron a versionar acústicamente más canciones hasta que decidieron meterse al estudio para grabarlas. En un principio tenían 20, para luego depurarlas a 16, y finalmente quedar con 13; todo para no ser redundantes, como aclara Cazalis.

Para este álbum acústico, Caramelos de Cianuro contó con las participaciones de los legendarios Enanitos Verdes, la también agrupación venezolana C4 Trío, el maraquero venezolano Manuel Rangel y la puertorriqueña Raquel Sofía. Más que volver al pasado, lo que quisieron hacer fue reinventarse y mantener uno de sus sellos más visibles: la experimentación, la cual sale a relucir con discos como Cuentos para adultos (1993) –cuyo rock alternativo bien refleja la fuerza nihilista de los 90–, Harakiri City (1996) –disco de un aire más pop que sin renunciar a su ímpetu rockero los catapultó internacionalmente y dejó dos canciones infaltables en varias playlists venezolanas, “El martillo” y “Canción Suave (Despecho nº2)” – u 8 (2015) –nominado al Grammy Latino y con el que la banda se atrevió a experimentar con sonidos electrónicos y hasta jazz–.

La experimentación les va muy bien, pero Cazalis aclara que siempre tratan de pensar “en función de la canción y a lo que diga la canción”, porque en vez de seguir fórmulas hay que dejar que ésta vaya donde quiera ir. A fin de cuentas, una buena idea puede funcionar en cualquier otro nicho, y si bien el rock es su lenguaje (o más bien su sangre), no son reacios a tomar elementos de otros géneros.

“Para mí no es una decisión consciente, [algo] que yo voy a decir: ‘vamos a hacer una canción que sea de salsa con heavy metal o una que sea de jazz con reggaetón’; es una cosa que tiene que ver con qué le funcionaría a esa idea musical, melódica o lírica que no necesariamente tiene que ser del rock. Estamos hablando de cualquier canción en cualquier género, a veces hablamos de Chopin, Daddy Yankee, Héctor Lavoe, Slayer, de cualquier música o de hip hop, eso nos divierte mucho y tratamos de utilizar sonidos, sabores y sensaciones que están en otros géneros y de traérnoslos para el nuestro”.

Con el auge del género urbano es inevitable preguntarle por la sobrevivencia de una banda de rock, aunque él es claro al afirmar que si bien el rock es un género longevo, “una música que viene de nuestros padres prácticamente y en algunos casos de nuestros abuelos”, hoy en día hay una ruptura generacional y los jóvenes quieren escuchar y hacer algo distinto a lo que escuchaban sus padres. “Eso hace que la música sea maravillosa y esté en constante evolución”.

“Nosotros hemos sido afortunados porque, a pesar de que es una música que se ha vuelto de nicho, podemos ser masivos y nuestras canciones suenan en la radio. Es algo que yo no veo con rencor, porque hay canciones del género urbano que me parecen maravillosas y artistas que me parecen mejores que otros. Creo que pasa en todos los géneros y le pasa mucho a la gente de mi generación, o los que ya tenemos más de veinte o treinta, que decimos: ‘no, la música buena es la de mi época, ahora la música es mala, ya no es lo que era’, y dentro de veinte o treinta años los chamos que están oyendo música ahora, que están oyendo reggaetón o hip hop, van a decir lo mismo cuando salga otra cosa extraña que todavía no tenemos idea; eso es un poco lo que mueve a los jóvenes, tratar de ser transgresores y romper con eso que vienen oyendo en sus casas. Yo me acuerdo que cuando era joven si una canción no le gustaba a mi papá, eso hacía que me gustara más, no es que la escuchara a pesar de que no le gustara, la escuchaba porque a él no le gustaba. Entonces, ese es el espíritu natural de la juventud y yo creo que nunca se va a perder”.

No es fácil vivir de la música, más cuando priman las tendencias, las fórmulas, las cifras y los “me gusta”. Y si a ello hay que agregarle un país en crisis social y política como Venezuela la situación se hace compleja. Frente a tal situación, Cazalis es poco optimista y no duda en decir que muchos se sienten “jodidos”.

“Nosotros, que tenemos la oportunidad de viajar por toda Latinoamérica y de comparar –una oportunidad que no tiene toda la gente que está aquí en Venezuela–, [vemos] cómo en los países hay progreso, avance y cosas que mejoran de año a año cuando uno va, y cómo acá vamos al revés, deteriorándose cada vez más la situación. Es algo agridulce, por un lado estás viajando por el mundo, conociendo gente, nuevas ciudades, nuevas plazas y haciendo lo que nos gusta, pero por otro lado uno tiene esa añoranza de por qué nos tocó a nosotros vivir lo que estamos viviendo, esta pesadilla tan larga y tan tortuosa. Yo creo que ahorita estamos en un momento muy difícil porque hay un status quo, mucha gente [perdió] la esperanza de retomar cosas en Venezuela y lo digo con razón porque el año pasado fue muy duro y de muchas desilusiones para todos los venezolanos”.

Aunque la dolarización de la moneda (medida adoptada por Nicolás Maduro pese a en un principio haberse opuesto férreamente a ella) ha mejorado “un poquito” la economía del país tras dos años de hiperinflación, el panorama sigue siendo difícil más cuando de vivir de la música se trata. Mientras bandas con trayectoria como Caramelos de Cianuro pueden sortearla, a las más jóvenes no les queda otra opción que salir para tratar de hacerse a un futuro, aunque ello termina siendo un esfuerzo doble.

“Ha sido muy difícil para todos, nosotros somos de los pocos afortunados artistas que tenemos carrera afuera y podemos salir y hacer gira, pero la generación que vino después de nosotros la ha visto mucho más difícil, todos los que han tenido que migrar para México, Buenos Aires o Madrid, muchas bandas que prometían mucho. Y muchas bandas que están haciendo cosas importantes ahora, como Los Mesoneros, Viniloversus o Lasso, están haciendo carrera afuera, pero si es difícil lograr hacer música, vivir de la música y lograr hacer una carrera en tu propio país, un país extranjero es mucho más duro, a los muchachos les ha tocado mucho más difícil. Nosotros, dentro de toda la tragedia y todo lo que le ha pasado a Venezuela, consideramos que hemos sido muy afortunados”.

Justamente en los últimos años ha habido una gran diáspora venezolana y muchos de los venezolanos residentes en otros países de Latinoamérica son seguidores de Caramelos de Cianuro ¿cómo es el reencuentro de ustedes con sus seguidores venezolanos y qué mensaje quieren transmitirles?

“Muy emotivo y a nosotros nos llena de orgullo poder llevar un poquito de esa añoranza, de ese sabor, esos sonidos y esos momentos que evocan nuestras canciones. Por lo general son momentos muy intensos, hay un momento que yo particularmente siempre cuento y es que cuando tocamos “La casa” –que es una canción que habla realmente del amor, cuando tu pareja no está y la casa se siente gigante y fría–, para los venezolanos que están afuera “La casa” es Venezuela, entonces es una canción que ha adquirido otro contexto con todo lo que nos ha tocado vivir como país y ciudadanos. Es muy emotivo porque hay una catarsis colectiva donde puedes ver a 1.500 o 2.000 personas llorando a la vez, es algo intenso y para nosotros sorpresivo, porque es una canción que se le compuse a un amor y habla sobre una relación de pareja, pero es bonito también que cada quien le dé un significado diferente a la canción”.

La entrevista está por concluir y, como si regresara al inicio de este viaje, Cazalis habla de aquello que conservaría y cambiaría de Caramelos de Cianuro. Aunque es difícil devolver el tiempo para borrarlo todo y comenzar de cero, cada paso es una lección y de eso, con tantas giras encima, tantos discos grabados y tantos kilómetros recorridos, está muy seguro.

“Cuando uno termina un disco es como si lo estampara en piedra porque así quedó para siempre y hay muchas cosas que yo hubiese hecho diferentes, hay muchas letras que, si se me hubieran ocurrido antes, hubieran sido distintas; hay decisiones de producción que uno toma y después, con el tiempo y la experiencia… eso [pasa cuando ves] hacia atrás, dice uno: ‘si lo hubiera hecho así, lo hubiera hecho asá’, pero siempre viendo hacia adelante. Yo creo que cuando uno cierra un disco –y todos [los discos] son imperfectos– cierras también una etapa de tu vida, es como tomarte una fotografía en un momento en que estás viviendo, entonces si estás triste las canciones son más tristes, si estás rumbeando mucho entonces las canciones tienen más energía, y dependiendo de lo que te esté ocupando la mente sale una canción de una manera u otra, eso es lo que te mueve. Sin arrepentimientos, porque de los errores uno aprende”.

No hay más preguntas, ni nada más que agregar. La entrevista termina con un cálido agradecimiento de Cazalis, días después tomaría un avión que lo llevaría a Colombia y luego otro a Argentina. Vendrán las largas horas en el estudio de grabación, el disco saldrá a la luz y de nuevo él y sus amigos de banda harán la promoción de su anunciado nuevo disco, retomarán las giras y volverán a ser unos gitanos del rock como lo han sido durante 31 años.