Transmedia

Border: la poética de lo grotesco

31 / 01 / 2020

Border, una película nada convencional que derrumba los prejuicios y pone en entredicho los cánones de belleza.

Hace poco se estrenó en nuestro país Border, una película que, a título personal, tiene todos los ingredientes para ser un éxito. Además, podrá convertirse en una película de culto, gracias a su estética e inusual historia. Fue premiada en el Festival de Cannes de 2018, en la sección Un Certain Regard, que reconoce a las películas con diferentes tipos de estilos y visiones. Border es dirigida por el sueco-iraní Ali Abbasi, el mismo de Shelley, aquella historia terrorífica y absurda que en 2016 nos dejó perplejos por su narrativa e inusual forma de llevarnos a límites insospechados.

Esta historia comienza con Tina (Eva Melander), una mujer con una aparente deformidad física que trabaja como guardia de aduanas y que tiene una habilidad excepcional: un olfato muy desarrollado, lo que la hace perfecta para su cargo (ya quisieran los de Alerta aeropuerto tenerla en su nómina). Tina puede detectar, además de sustancias ilícitas, los miedos, la rabia, la mentira, la hipocresía,  la vergüenza y ciertos secretos perversos en las personas. Lo que hace la diferencia cuando nos falta algo, otras cosas emergen con ímpetu para hacernos especiales, muy especiales.  A pesar de su deformidad, Tina vive una vida en “normal”: tiene un trabajo, su padre vive en un asilo y comparte su casa con quien se podría llamar su pareja, un hombre que se aprovecha de su bondad.

Varias son las películas que nos han traído historias de seres deformes, que tratan de encajar en la sociedad y que se enfrentan a situaciones entre la aceptación y el rechazo. Cintas como Wonder (2017), una historia emocional y hermosa sobre un chico que jugaba a ser astronauta, tal vez para evadir la realidad que lo aquejaba; o la sádica y aterradora Wrong Turn (2003), por la cual muchos temían salir de paseo por carretera y morir a manos de un grupo de deformes desadaptados. Pero quizás la más representativa es Freaks, de Tod Browning (1932), una de las primeras cintas que trabajó con actores que sufrían de deformidades físicas y que se convirtió en película de culto para los amantes de lo grotesco.

La historia de Tina tiene un giro cuando conoce a Vore (Eero Milonoff), un hombre que comparte unos rasgos físicos similares y que lleva a nuestra protagonista a plantearse preguntas que hasta el momento nunca se había planteado: ¿de dónde vengo? ¿Quién soy? ¿Por qué este otro se parece tanto a mí y me siento tan atraída? Preguntas que pareciera casi todos nos hacemos, pero que nuestra heroína olfatoria al parecer había dejado pasar, quizá por lo apacible de su vida monótona.

Vore, un hombre sin interés para vivir conforme a las normas, introduce a Tina en un mundo atípico y a nosotros los espectadores en un carrusel Kafkiano sobre lo real y lo fantástico. Este hombre, casi animal, casi mitológico, despierta en Tina el deseo sexual que sentía apagado y que no había desarrollado por un miedo latente de ser tachada como un fenómeno. Le revela secretos que la sacan de su apacible vida de humana resignada para darle un sentido incómodo a su existencia. Son personajes que se encontraron con un propósito, nos hacen reflexionar sobre la identidad, sobre cómo nos vemos, cómo nos ven y sobre lo que es aceptado o rechazado. Y no, no crean que es una típica historia de amor, nada de eso: es una muestra de cómo lo grotesco también puede contener la más hermosa de las poesías.

Es aquí cuando la narrativa de Ali Abbasi nos recuerda que nada es lo que parece. El cielo puede ser la tierra, el hombre no es hombre y la mujer no es mujer, y aún con todos estos elementos dispares se puede construir una historia verosímil: hace palpable la realidad ficcionada y nos trae el mundo sobrenatural en forma “humana”. Y aunque es difícil ver en ellos una apariencia normal, gracias a nuestras ideas preconcebidas y a lo absurdamente limitados. Es posible ir más allá y entender que el mundo no es como parece, que aquellos que son diferentes también pertenecen a nuestra realidad normalizada.  Abbasi nos muestra con una fuerza sutil que el otro a quien tememos es muy parecido a lo que somos en realidad.  Un juego de sexualidad y amor nada convencional con el cuerpo, el erotismo, la naturaleza y lo grotesco.

Border es una película que hay que chulear y verse no una, sino varias veces, por muchas razones: la historia que nos presenta a dos personajes fantásticos traídos a una realidad descarnada, una estética sutil y profundamente existencialista, una banda sonora natural y melancólica, altas dosis de incomodidad, nos cuestiona constantemente, ¿quién es qué y por qué?, tiene planos hermosamente estructurados, una construcción de personajes excelentemente lograda y un maquillaje brutal porque no hay otra palabra rimbombante para definirlo.  Es de esas películas que está dentro del género del “no género”, porque abandona el convencionalismo al que nos acostumbró el cine independiente y nos suelta en medio de un pogo de emociones extrañas para hacernos entender que este mundo tiene tantas aristas como historias posibles, en donde todos cabemos, si lo permitimos.