Literatura
“La poesía no es algo desligado de la vida”, Jesús Montiel
13 / 07 / 2017
Ganador en 2016 del XXXI Premio de Poesía Hiperión, el poeta español Jesús Montiel conversó con Laterales Magazine.
Poeta, escritor, profesor de Lengua y Literatura, Jesús Montiel (Granada, 1984) vive donde la ciudad termina con su mujer y sus cuatro hijos. Hasta la fecha han visto la luz sus poemarios Placer adámico (Premio de Poesía Universidad Complutense de Madrid, Editorial Complutense, 2011), Díptico otoñal (Premio de Poesía “Leopoldo de Luis”, Tritoma Ediciones, 2012), Insectario (Premio Internacional de Poesía “Alegría”, colección Adonáis, Ediciones Rialp, 2013), La puerta entornada (Libros Canto y Cuento, Colección DKV de Poesía, 2015) y Memoria del pájaro (XXXI Premio de Poesía Hiperión, Ediciones Hiperión, 2016). Dentro de poco está prevista la publicación de su primera novela.
MY WAY
(Perteneciente al poemario La puerta entornada)
ALGUNOS años hace me supuse
feliz de otra manera:
con mucha menos lluvia en la mirada,
con un trabajo estable
y unos hijos creciendo entre los muros
de una casa tranquila que mira hacia los montes.
Serían menos graves mis poemas
y yo mucho más joven,
tal vez un profesor acreditado
debajo de un abrigo menos sucio.
No existe sin embargo otra manera
más perfecta de serlo esta mañana,
y es bello –te confieso–
estar contigo aquí en el hospital
tan lejos de la paz que apetecía,
tenerte respirando entre mis brazos
–vacíos los bolsillos–
mirando cuánto sol nos acaricia.
Feliz porque tu sombra se desplaza.
Hay poemas que vienen habitados de cosas extrañas que encajan con la propia voz, por eso no se agotan. De pronto encuentra uno eso que vagaba sin nombre en el pecho con cuerpo de palabra en el poema. Así leo a Jesús Montiel, como una sucesión de intimidades hechas carne. Y la intimidad es siempre sencilla, cotidiana, fresca. Y eso es lo que uno descubre leyéndole, y todo lo que le pido a la poesía.
Pienso que es justo, y hasta esperanzador, que ganara el premio Hiperión alguien que escribe tan bien. No es raro hojear un último premio literario y desilusionarse gravemente; pero bueno, eso es harina de otro costal.
Es curioso porque antes de la presentación de Memoria del pájaro no había leído nada de él y, sin embargo, con lo escéptico que soy, me sentí impelido a verle. De aquello hace ya un tiempo: fue en la librería Rafael Alberti de Madrid a principios de otoño. Luego le leí y quedé encantado. Quise saber más de él y, tras un previo intercambio de correos, resultó esta entrevista.
Cercano, sin artificio. Cómo un poeta así pasa prácticamente desapercibido resulta un misterio.
Ahora, sin más dilación, que hable quien tiene que hablar.
¿Qué papel juega la poesía dentro de tu vida como escritor?
La poesía no es algo desligado de la vida. Es mi forma de encarar la realidad, un modo de existir que me ha sido dado. Esto quiere decir que, desde niño, yo no veo sólo nubes: también veo dragones u otras formas. La poesía es una forma de mirar el mundo que no es forzada sino dada. Algo así como un don que permite la extrañeza allí donde los demás se acostumbran.
¿Existe una disociación acuciada -acuciada porque en todo escritor supongo siempre un grado de alteridad- entre el escritor y el hombre cotidiano que es marido y padre de familia? ¿De qué manera te afecta a la hora de escribir?
Ya he respondido, de alguna forma, en la pregunta anterior. No hay ninguna disociación. El marido y padre de familia es el escritor, porque escribo desde mi experiencia diaria. Lo que hace un escritor es transformar ese material que proporciona su propia vida y las de su entorno. Lo modifica en mayor o menor medida y a eso lo llamamos ficción. Claro está que en el género poético, bajo mi punto de vista, hay un menor grado de ficción que en el narrativo. La poesía exige más sinceridad.
¿Cómo es una relación de amistad entre poetas, entre Miguel d’Ors y tú? ¿Qué hace uno con el orgullo?
A Miguel, desgraciadamente, no lo veo en la actualidad, pues vive en Galicia y yo soy un poco despistado. Tiendo a salir muy poco de casa y no tengo necesidad de muchas amistades. Me gusta mi soledad. La ajardino. Soy muy hogareño. Tanto que a mi mujer, la pobre, le cuesta asimilarlo. Tengo amistad con muchos poetas, pero la amistad entre poetas es idéntica al de las personas que no escriben. El orgullo, claro, está por medio. Pero eso ocurre entre tú y tu hermana, por ejemplo. No tiene nada que ver, al menos en mi caso. Quiero decir que la amistad entre dos poetas es la amistad entre dos seres humanos cuyo oficio son las palabras. Nada más.
¿En qué momento de tu vida entiendes que vales como escritor? ¿Qué es lo que cambia entonces?
Yo no he sentido en ningún momento que valgo como escritor. Es cierto que con los primeros premios uno se siente motivado. Piensa: anda, pues parece que lo que escribo merece la pena. Es un incentivo, desde luego. Lo que sí he sentido muchas veces es que, sin saber por qué, no consigo vivir sin escribir. Eso ya indica que soy escritor, pues le dedico más horas al día que a cualquier otra actividad. El éxito y lo demás es secundario, aunque es cierto que a mayor reconocimiento más posibilidades de poder dedicarse uno a la escritura al cien por cien, y eso es bueno.
¿Cómo se forma un poeta/escritor? ¿Cuándo se escribe en serio, queda tiempo para leer?
En mi caso hago algo que está muy mal: escribo más que leo. Casi todos los escritores recomiendan leer mucho, o por lo menos leer más que escribir. Yo escribo tanto que a veces paso dos o tres días sin leer porque estoy absorto en el proceso del escritor. Aun así, siempre intento encontrar momentos durante el día para leer algo. Sí es cierto que cuando uno pasa una semana sin leer está más torpe escribiendo. En esos casos necesito leer aunque sea una sola página para poner en funcionamiento la maquinaria de la escritura. Desengrasarla
¿Cómo se afronta la propia carrera literaria teniendo presente todo lo anteriormente escrito por otros? ¿Dónde queda uno en el marasmo de la literatura universal?
Creo que el misterio de la literatura es precisamente sentarse al escritorio como si nadie hubiera escrito antes. No me planteo, si te refieres a la temática, que otros hayan escrito antes sobre el mismo asunto. Cada mirada es infinitamente particular. En cuanto a la técnica, por supuesto que uno escribe habiendo asimilado a los autores leídos, aun de manera inconsciente. Respondiendo a la segunda pregunta –dónde queda uno- eso lo dirá el tiempo.
Cambio de tercio. Leyéndote me doy cuenta de lo mucho que cuidas la estructura interna del poema. ¿De qué elementos consta un buen poema? ¿Hasta qué punto el poeta se debe a una cierta técnica poética?
Eso es herencia de Miguel d’Ors. No concibo un buen poema sin una buena técnica. De hecho, la poesía que no tiene técnica y que se limita a ser prosa con los renglones cortados, ni siquiera la leo. No me interesa. Es como decir que juegas al fútbol pero coges el balón con las manos. Para ti será fútbol, pero no lo es. Lo que quiero decir es que alguien que no sepa escribir un buen alejandrino o un endecasílabo o un soneto no puede escribir un verso blanco, libre, que sea bueno. La poesía siempre es una música. Está lo que se dice, pero acompañado de una melodía. Esa melodía, al menos en mi caso, debe ser casi perfecta: los acentos son imprescindibles.
Apuestas por un estilo sencillo. ¿Qué papel juega la depuración del texto en tu poesía?
Muchísimo. Creo en una poesía natural, sencilla, sin hermetismos. Hay poetas, sobre todo jóvenes, que piensan que por escribir una ristra de palabras o juegos lingüísticos su texto es más poético. Yo he comprendido que la mejor poesía es la sencillez que encierra una complejidad mayúscula. Pensemos en San Juan de la Cruz: es la cumbre máxima de la sencillez aparente. Pensemos en Ángel González, Gil de Biedma, García Montero, Pacheco, Rosillo o Susana Benet, autores más actuales. Son autores a los que comprende la gente, pero muy buenos poetas.
Por último, me gustaría pedirte un consejo, o una advertencia, para los escritores que están empezando. Gracias.
Escribe, escribe, escribe, escribe… Y mientras tanto mira, mira, mira, mira…
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(perteneciente al poemario Memoria del pájaro)
AYER la oscuridad me visitó.
Hacía mucho frío delante del espejo.
La tarde era de abril.
Pero nevaba.
En medio de una máxima negrura
usé como linterna tu recuerdo
y fue mucho más fácil la paciencia:
las horas que duré sin alumbrado
pasaron menos lentas.
Y en medio de un invierno repentino
podía sin esfuerzo presentir
un eco de pisadas:
tu beso andaba cerca.
La luz me sorprendió sobre las 00:00.
Volvías a mirarme.
En casa a medianoche amanecía.
Delante del espejo eras conmigo.