Literatura
Llanto (o en una calle de “ciudad feliz”)
29 / 05 / 2018
Una calle de Medellín, tres personas con vidas y destinos diferentes, pero que la tristeza de vivir en una “ciudad feliz” los hace coincidir.
8:32 PM.
Paro a fumar en una esquina de la Carrera 70, una de las más alegres de Medellín. O eso es lo que dicen. Unos metros más adelante está una mujer. Tardo unas caladas en darme cuenta de que está llorando. ¿Por qué? No lo sé. Todos en esta ciudad tenemos una memoria por cuál llorar. Justo en frente de ella, al otro lado de la calzada, un habitante de calle está armando su cambuche: par de cartones, unos periódicos y un costal. Yo tengo mi cigarro en una mano y el casco de mi moto en la otra. La mujer no para de llorar. Es joven y está bien vestida. Toma aire unos segundos y sigue su llanto. Tal vez el aire de este pueblito no le sienta muy bien. ¿De dónde viene? No sabemos. Hablo en plural, porque aquí estamos varios, y ellos tampoco parecen conocerla.
8:41 PM.
En medio de lágrimas, la mujer hace una llamada. El habitante de calle y yo la miramos. Ella no lo advierte. Ni él ni yo alcanzamos a escuchar lo que dice. Sigue llorando. Parece que cargara consigo toda la soledad de estas calles llenas de gente. Parece que necesitara ayuda para llevar ese peso. Ella también mira al hombre que tiene en frente y aunque él no se ve llorar, sé que también llora por dentro. Tal vez lo que lleva en su costal son sus propias lágrimas. O su propio vacío.
Cuatro cigarrillos y la mujer sigue llorando. Yo también lloro con ella, sin derramar ni una gota de mi llanto. Sin darnos cuenta lloramos los tres. Qué ciudad triste es esta, me digo sin que nadie oiga.
8:56 PM.
Él opta por dormir. La gran Medellín es su cama. Ella inunda la acera con su tristeza. ¿Por qué llora? Se preguntarán quienes por allí pasan. Pasan y se van. No se quedan. Nadie se queda. Tal vez por eso ella llora. Otro cigarrillo. La tristeza y la distancia se miden en tabacos: esa es mi conclusión.
9:03 PM.
Arranco. Yo tampoco sé cómo quedarme.