Literatura

Los 50 años de Cien años de soledad: trazos de un fenómeno inabarcable

4 / 07 / 2017

Cien años de Soledad, libro imprescindible de la literatura universal escrito por Gabriel García Márquez, cumple 50 años de publicación y aún sigue vigente. Santiago Andrés Gómez Sánchez explica las razones por las que éste se convirtió en un fenómeno.

Cien años de soledad es un fenómeno que aún desconocemos. Solo en cifras, quien se atreva a darles un vistazo y tenga la humildad de considerarlas fríamente, comprobará algo sin precedentes ni repetición, y no solo eso, sino del todo pasmoso y casi inexplicable.

En su extenso ensayo sobre la novela, Historia de un deicidio, de 1971, Mario Vargas Llosa lo resume así: “El éxito es fulminante: la primera edición se agota en pocos días, y lo mismo ocurrirá con la segunda, con la tercera y las siguientes. En tres años y medio, se venden casi medio millón de ejemplares, en tanto que las reediciones de los libros anteriores de García Márquez alcanzan también tiradas insólitas en el mundo de habla española. La crítica, prácticamente sin excepción, delira de entusiasmo […] En pocos meses, se firman dieciocho contratos de traducción, y las primeras ediciones extranjeras merecen, también, honores: Premio Chianchiano 1969 en Italia, Prix du meilleur livre étranger 1969 en Francia, seleccionado entre los 12 mejores libros de 1970 por los críticos literarios de Estados Unidos”.

Pero aun teniendo en cuenta todo esto, nos quedaríamos cortos. La dimensión cultural que adquiere la novela es asunto de no acabar. Rodrigo García, hijo de Gabo, cuenta en un documental reciente que el libro era ofrecido en los años setenta como parte de la canasta familiar en México, y es una casualidad muy significativa que el lanzamiento de Cien años de soledad se diera en los mismos días del disco Sargent Pepper’s Lonely Hearts Club Band, pues, para sorpresa de muchos, la fama que por esos días alcanzó García Márquez solo podría ser comparable a aquella que gozaron y sufrieron los Beatles. Vargas Llosa añade: “El éxito resonante deja a García Márquez mareado y algo incrédulo”.

Portada Cien Años de Soledad

Portada original de Cien años de soledad, publicada por la editorial Sudamericana. Foto tomada de: espanolsinmisterios.blogspot.com.co

En los años siguientes, García Márquez deberá lidiar con la responsabilidad de ser una figura pública de primer orden. Luego de un momento de disfrute de la fama, Gabo terminará expresando todo el vértigo de su vida con datos precisos y contundentes: “No hay día en que no llamen dos o tres editores y otros tantos periodistas. Cuando mi mujer contesta al teléfono, tiene que decir siempre que no estoy […] Ya uno no sabe ni quiénes son sus amigos”.

Ese hombre desesperado era el amigo íntimo de políticos clave en América Latina (no solo Fidel Castro) y aquel tan influyente en medios de gran cobertura durante coyunturas delicadas, como en su momento la revista Alternativa. Que su talante como escritor no disminuyera en medio de esas presiones, y que luego de darlo todo de sí en sus libros más corajudos fuera capaz de pasar sin raspaduras de una narrativa experimental a una más canónica, hablan de la estatura intelectual de esta digna leyenda. Pero ese influjo termina, al mismo tiempo, tan trivializado como todo lo que se vuelve hegemónico.

Por eso sería interesante mirar un poco más de cerca a Cien años de soledad y a lo que implicó su éxito, para entender algunas razones del sitial que se ganó.

Sensibilidad y disciplina

A nuestro modo de ver, la razón esencial para el triunfo de García Márquez con Cien años de soledad está en una combinación perfecta de sensibilidad y disciplina literarias. García Márquez cuenta en sus memorias que se leía el diccionario de la Real Academia de cabo a rabo, y en varias ocasiones ha señalado que así mismo “desarmaba” en sus lecturas los libros de autores complejos como Faulkner o Rulfo. Esto tiene que ver con otros dos aspectos: la unidad de su obra en conjunto y la riqueza de un campo literario fértil, que estaba listo para recibir una novela como Cien años de soledad.

O sea que García Márquez fue construyendo este libro de a pocos, a partir de un aprendizaje voluntarioso y autocrítico al máximo. No olvidemos que él se decidió a presentar su primer cuento en el periódico El Espectador debido a las palabras con que Eduardo Zalamea Borda, editor de la página cultural de ese diario, convocó a los escritores jóvenes. Sin duda la vocación literaria de Gabo no despertó pero sí se activó con ese mensaje, que él no dejó escapar. Igualmente, desde ese instante comenzaron a aflorar las obsesiones que habrían de encontrar en Cien años de soledad una expresión esplendorosa. Desde “La tercera resignación”, su primer cuento, de 1948, los temas de la decadencia y de la muerte, serán variados una y otra vez.

García Márquez escribiendo Cien Años de Soledad

García Márquez escribiendo Cien años de soledad. Foto tomada de: knightcenter.utexas.edu

A esto se suma la especial capacidad asimilativa de García Márquez. Su aprendizaje no es solo formal y erudito sino un crecimiento mediante la experiencia. Cuando conoce a sus amigos del Grupo de Barranquilla, y en especial cuando acompaña a su madre a Aracataca a vender la casa de la familia, su visión del mundo se ensancha y su literatura se transforma. Ya no importa solo lo literario, sino su relación con el mundo, con la vida.

Desde ese momento, cuando encuentra a una Aracataca decrépita, Gabo se empecinará en contar la saga de su familia y de su pueblo, y a lo largo de 18 años irá acercándose con lentitud a la construcción de un universo personal, tan resonante como una mitología universal, en la misma onda de Faulkner y su célebre Yoknapatawpha. La hojarasca, de 1955, es la entrada en ese universo onírico y calcinante, Macondo, tan intrincado y veraz que en su historia se irán tejiendo inquietantes datos contradictorios. Sobre todo en Los funerales de la Mamá Grande se termina de delinear al pueblo, pero también aparecen elementos de su entorno en El coronel no tiene quien le escriba y en La mala hora. Estas dos últimas novelas suceden en pueblos distintos a Macondo, pero hay resonancias y también algunos puntos en común con el ámbito macondiano.

Así pues, por la autonomía y la recóndita variedad de su universo, que se multiplica en todo un conjunto de obras, Cien años de soledad ejerce un atractivo que luego se consumará felizmente en la maestría con que Gabo habrá aprendido a construir su mundo. Como hemos dicho, 18 años demoró en darse cuenta de dos cosas esenciales: primero, la estructura, más que nada el secreto que guardan los manuscritos del gitano Melquiades, que al final parecen devorar la novela en un momento soberbio de la historia de la literatura. Y segundo, que lo único que le faltaba para construir su saga era asumir el modo natural con que su abuela contaba todo tipo de historias, desde las más imposibles hasta las más cercanas.

Portada libros García Márquez

Portadas de Los funerales de la Mamá grande, El coronel no tiene quien le escriba y La mala hora.

Lo demás es sabido: luego de ese lamparazo fulminante de la inspiración, el periodista y guionista profesional dio media vuelta en su carro, interrumpió las vacaciones de su familia y se encerró a escribir sin importarle otra cosa que terminar su obra, dejando el cuidado de su hogar a su esposa, la leal y paciente Mercedes Barcha.

Un siglo de oro

La leyenda cumple también su parte en imponer ese atractivo hoy en día, pero en su momento tampoco era menor el influjo en los lectores de todo el mundo de obras como Rayuela, de Julio Cortázar, y La ciudad y los perros, de Mario Vargas Llosa, los cuentos, poesías, y ensayos de Jorge Luis Borges, las novelas Pedro Páramo, de Juan Rulfo, y El siglo de las luces, de Alejo Carpentier, y los cuentos de El llano en llamas, del mismo Rulfo, entre otros productos de una literatura vital como ninguna otra en ese instante: la hispanoamericana. También estas obras prepararon el camino para que el éxito de Cien años de soledad fuera tan grande.

Seguidamente, la relación amistosa del grupo selecto del Boom Latinoamericano (Carlos Fuentes, Julio Cortázar, Mario Vargas Llosa y Gabriel García Márquez), y el manejo sagaz que dio la editora Carmen Balcells a casi todos sus libros, terminaron de potenciar, para el caso de Cien años de soledad, un entorno posterior tan favorable como solo lo podrían merecer las obras selectas, tocadas de algún modo por la gracia.

García Márquez y Vargas Llosa

García Márquez y Vargas Llosa. Foto tomada de: http://www.andina.com.pe

Cien años de soledad, como las más grandes creaciones de la literatura, es una obra que tiene todo por decir de la humanidad, y su vigencia no se agota porque el mundo cambie de un modo u otro, que es lo que más de un escritor posterior ha querido afirmar, en una patética manifestación de inmadurez. Innegablemente, le debemos una influencia angustiosa, como son la de Borges, por ejemplo, o la de Kafka, en el mismo siglo XX, y especialmente en Colombia le debemos también el penoso ocultamiento de escritores fundamentales como Germán Espinosa, Fanny Buitrago o Héctor Rojas Herazo, entre otros.

Con eso habrá que vivir y sobre eso habrá que trabajar, pero es mejor ser buen lector de una obra inconmensurable que pretender ser el escritor más vendido de la Feria.

*Este artículo fue publicado originalmente por el autor en su sitio web: https://santiagoandresgomez.wordpress.com/