Literatura

Tres cuentos citadinos

15 / 04 / 2020

La ciudad, escenario del asombro, la dureza, la inocencia. Tres cuentos de Medellín, que la muestran tal como es.

Inocencia

Profesora: mañana no vengo a la escuela porque llega la cigüeña a mi casa. Las conozco desde el nacimiento de mis ocho hermanitos. Cuando viene, vuela hasta la casita donde vivimos, arriba en las montañas de Medellín. Mamá la espera en la cama y nosotros nos quedamos calladitos hasta que aterriza en el techo. La cigüeña toca la puerta, papá abre y con un palo le da en la cabeza. La cocinamos en una olla. Luego esperamos que papá embarace de nuevo a mamá para comernos otra.

*Cuento finalista en el concurso de relatos cortos Medellín en 100 palabras-2018

 

Ocaso

Medellín amaneció sin la luz del cielo. Los relojes marcaban las horas en la penumbra mientras las lámparas continuaban encendidas. Los habitantes, sin embargo, sentían mucha paz y pensaron que había vuelto el Edén a la tierra: no tenían hambre, ni había necesidad de trabajar.

Subieron al Cerro Pan de Azúcar porque había un niño que tenía la mano alzada desde la noche anterior. La luz reapareció poco a poco a medida que bajaba el brazo. Los habitantes regresaron a sus labores, a la vez que lo regañaban para que no  volviera  a tapar el sol con el dedo.

 

Silencio

«Agua, sal y limón», escuchó en coro. Luego contó los golpes del lazo en el pavimento desde su cama: veintidós. Raquel era la que más aguantaba sin perder; había brincado cincuenta.

Seis campanadas sonaron en la iglesia de La Consolata. Sabía eso porque las de Lourdes repicaban por altoparlante. Después escuchó el trinar de las golondrinas y a la mamá que decía: « ¡Silencio, respeten el dolor ajeno!». Él le gritó mientras se cobijaba las piernas delgadas y retorcidas: «No los eches de la cuadra mamá, que sigue mi turno para brincar».