Cocina Como Acción Social

Casa, Cocina y Sociedad

11 / 07 / 2020

Casa, Cocina y Sociedad, tres conceptos que, unidos, pueden generar profundas transformaciones. Una reflexión a partir del eje temático del Foro Cocina Como Acción Social, cuya programación pretende precisamente la unión y los diálogos desde la Casa, la Cocina y la Sociedad.

Una casa viva refleja el calor de sus fogones”

“La sopa es el alimento que calienta el alma y fortalece el espíritu”

“El habitante de la casa refleja el ser social y sus comportamientos con los otros”

La sociedad existe desde que el hombre inicia a poblar el planeta y las formas de organización han sufrido variaciones a lo largo de su historia, puesto que el hombre prehistórico se empezó a juntar con otros y prevalecía la fuerza o la sabiduría para ejercer control de los grupos, clanes o tribus; esto se veía como una forma jerárquica, donde se imponía el orden y se direccionaban las tareas.

Atendiendo a lo anterior, la sociedad es el círculo organizacional, la familia es el núcleo de éste y el hombre es el centro, la llama que da calor, fortaleza, energía y la pasión necesaria para mantener viva la sociedad.

Casa, Cocina y Sociedad, estas tres palabras separadas y sin contexto, solamente serían tres fonemas y grafemas fríos, sin significado, sin el calor necesario y la fortaleza que juntas, pueden llegar a desarrollar. Cuando las unimos en una idea de relacionamiento, es donde adquieren carácter y personalidad, para convertirse en algo muy significativo, que representa el valor del ser sociable, íntegro, independiente, autosuficiente y responsable de sí mismo, dentro de un conglomerado humano.

La Sociedad, la Casa y la Cocina son espacios concretos, pero también imaginados que habitamos de una u otra manera, a los cuales les generamos valor al tener la capacidad de transformar ideas y hacerlas realidad, con el fin de generar bienestar, comodidad y familiaridad entre nosotros y para con otros. La casa representa el hogar, la familia; la cocina es el lugar donde se da rienda suelta al ingenio y la creatividad, para generar amor y placer, para contemplarnos y contemplar al otro, mientras que la sociedad nos alberga y representa, entre muchas cosas, la normatividad que requerimos para convivir en espacios comunes con otros seres.

La cocina es usada como vehículo de transformaciones en aspectos socio culturales, políticos, económicos y religiosos, pues brinda independencia o dependencia, liderazgo o sumisión. Fue y sigue siendo usada por varias culturas como elemento de poder y también de opresión; de ahí el dicho: “no muerdas la mano del que te alimenta”. Pero la cocina también es integradora, pues se conocen los convites y mingas, donde se juntan las personas a trabajar por un bien común y se corresponde con la comida. Quién no recuerda las comitivas de los niños, donde la cocina se convertía en el instrumento de juego y complicidad, invitando al aporte de todos; los niños se reunían (y todavía se practica, especialmente entre los niños que viven en barrios y pueblos, donde la calle es su lugar de diversión) y cada quien aportaba algo, sacado furtivamente de la despensa de la casa. Pero en el trasfondo, fueron las primeras muestras de independencia de sus madres y, al final, el asombro de haber preparado algo por sus propias manos; bueno, crudo o quemado, la preparación siempre era motivo de alegría y degustación.

Los seres humanos, independientemente de la raza, credo o color, han tenido el vínculo con la cocina, la casa y la sociedad, como seres integradores e íntegros, pues a través de las cocinas también se comparten otras historias, valores, religión y muchas cosas más que el hombre debe aprender para ser un individuo responsable y respetuoso de la sociedad, pues la cocina convive con todas las áreas del conocimiento y aporta diversión, creatividad, innovación, placer y memoria; de la cocina se escribe y la cocina reescribe los momentos en que sus actores se involucran entre frutas, carnes, dulces, granos, olores, sabores y promueven revoluciones que alimentan y satisfacen a otros humanos, ahí está la complicidad del sabor y su dirección a otras formas de preparación y presentación.

Las sociedades deberían fortalecerse desde la familia y ésta, alimentar sus valores al calor del fogón, pues son vínculos que no deberían ser permeables a la dominación; los comportamientos sociales los pueden manejar o direccionar también, además de la familia, las mismas religiones, pues al final son las que determinan qué comemos, dónde comemos y cómo lo hacemos y se trata de otra forma de co-habitar la casa, la familia, la sociedad y la iglesia misma. Aquí podremos referirnos a la democracia y a la democratización de las cocinas, donde los aportes funcionan en doble vía, es decir, dándose un desprendimiento de las cocinas elitistas e irrestrictas hacia el acceso participativo, mediante más propuestas accesibles para todos los demandantes. Ya se puede elegir qué comer, dependiendo de la capacidad adquisitiva, pero las propuestas de emprendimientos son tan diversas y llamativas que no será un límite el dinero.

El cocinar para el otro o los otros, debe generar confianza y los cocineros están en la obligación de ser socializadores de sus cocinas, pues su responsabilidad es la divulgación de la identidad y la cultura culinaria; deben ser una voz que genere preguntas y también respuestas a los comportamientos individuales y colectivos, y aportar al servicio comunitario, mediante prácticas de transmisión de valor y costumbres, para menguar un poco las desigualdades sociales.

 

*La investigación para el presente artículo estuvo a cargo de Samir Chacón Usquiano.