Diseño

La ilustración, ese oficio líquido entre el arte y el diseño

13 / 09 / 2018

A propósito del espacio dedicado a la ilustración en la Fiesta del Libro y la Cultura de Medellín, una reflexión sobre sus límites y posibilidades desde quienes la ejercen.

Ilustrar o no ilustrar, he ahí la cuestión”, es lo que diría Hamlet en el siglo XXI. Las cualidades plásticas de un talentoso ser humano, sea un artista, un diseñador gráfico o un empírico de la imagen, se ven puestas en cuestión al momento de tomar la decisión comercial de entrar al mundo editorial.

Hoy en día es posible percibir que los límites del ejercicio plástico con relación a la imagen son difusos, que estos se han ido diluyendo para crear nuevas posibilidades expresivas y, por ende, nuevas perspectivas y matices en el oficio de los creadores de imágenes. Son acontecimientos, desclasificaciones, deslices creativos que  se traducen en oficios líquidos cuya fluidez hacen posible nuevos giros y experiencias en la expresión plástica tanto de artistas, como de diseñadores e ilustradores.

En este sentido, para mí, la ilustración es una zona gris que invita a bordearla, a delinearla a través de la pregunta por el oficio. Para asegurar cierta  imparcialidad (no siempre posible y menos en este artículo) le pregunté a algunos artistas, artistas-ilustradores, a ilustradores y diseñadores gráficos dónde ubican la ilustración, si en el campo del arte o del diseño.  Presentaré sus argumentos, pero inicialmente quisiera recorrer, sucinta y velozmente, mi versión de la historia de la ilustración.

Al documentar este artículo hallé que la ilustración está unida históricamente a dos inventos revolucionarios. El primero es la imprenta de Gutenberg en el siglo XV, que permitió la reproducción de los textos de manera mecánica y dio inicio al libro ilustrado de carácter serial. Sin embargo, es preciso recordar que los manuscritos ilustrados ya eran realizados por monjes en las abadías y monasterios desde el siglo XIII hasta la Edad Media tardía.

En América, en el siglo XVI, algunos historiadores como Alonso de Zorita  aseguran que ya los Mayas usaban una corteza de papel extraída de la corteza interna de una variedad del árbol de higo, al que llamaron Huun, en la que plasmaron sus historias por más de ochocientos años y eran conocidas como códices, nombrados según la región en que fueron hallados. Pruebas arqueológicas datan algunos códices desde el siglo V antes de Cristo.  Otro referente imprescindible es Oriente, con el invento del papel de arroz y el desarrollo de la tinta en china 2500 años A de C, ambos gestores de una cultura milenaria.

El segundo invento está ligado al campo del diseño y se da con la Revolución Industrial y la aparición de las nuevas técnicas de impresión, como la impresora de vapor de Friedrich Gottlob Koenig, la prensa rotativa tipográfica de Richard March Hoe de 1846 y, finalmente, la litografía, inventada en 1796 por Johann Aloys Senefelder; desarrollos que acrecentaron el tiraje de libros, revistas y todo tipo de publicaciones, y por ende, de la ilustración en los medios impresos culturales. De este período recordemos los trabajos de William Blake, Gustave Doré, Arthur Rackham, Aubrey Beardsley, Jules Chéret, Alphonse Mucha, Henri de Toulouse-Lautrec, entre otros.

La historia registra que en la América del siglo XVII varios científicos europeos, principalmente botánicos, habían venido interesados por los recursos naturales del Nuevo Mundo, entre ellos Alexander Von Humboldt. Este interés continuó en el siglo XVIII, manifestándose en varias misiones científicas que llegaron a tierras americanas, lo que dio lugar, al unir la ciencia y la ilustración, a una de las empresas más notables en el reino de la Nueva Granada: La Real Expedición Botánica de José Celestino Mutis. Más de 6.000 láminas dibujadas y coloreadas de flores, hojas, raíces americanas y un herbario, hacen parte del tesoro nacional ilustrado, que de paso ayudó a gestar, por el contacto con los libros de Mutis sobre la Ilustración, un pensamiento independentista que sirvió de base para la insurrección del 20 de julio de 1810 y que de paso reveló al primer científico colombiano: Francisco José de Caldas.

Ilustraciones fuente Real Jardín Botánico.

En esta misma línea de creación de identidad de la nueva nación, durante el siglo XIX hallamos el proyecto de la Comisión Corográfica, que no sólo fue un proyecto cartográfico, sino que realizó la primera descripción sistemática en sus aspectos físicos y socioeconómicos, produciendo mapas e ilustraciones de la botánica realizados por José Jerónimo Triana, quien recolectó cerca de 60.000 especímenes de unas 8.000 especies diferentes de la flora nacional, con las que produjo una colección de láminas en acuarela que hoy existe en la Biblioteca Nacional de Colombia.

Además, la Comisión se encargó de registrar las costumbres de las diferentes regiones del naciente país, y para ello reclutó a Carmelo Fernández, Manuel María Paz y Henry Price, quienes realizaron varias láminas en las que plasmaron diversos paisajes y la cotidianidad de los lugares donde llegaban, movidos por un interés científico pero también por una sensibilidad intelectual. Dichas láminas hacen parte de una colección de 151 que también se encuentra en la Biblioteca Nacional de Colombia.

Ilustración tomada de Internet.

En la Colombia del siglo XX, encontramos a grandes ilustradores como Ricardo Rendón y José Posada Echeverri, por mencionar solo dos de los numerosos que desarrollaron propuestas ilustradas.

Entrado el siglo XX, se puede afirmar que la muestra más significativa de ilustración fue la que envió el Museo de Arte Moderno de Nueva York en 1982, titulada El artista como ilustrador y presentada en Barranquilla, Cali y Medellín. 28 artistas de renombre internacional expusieron sus ilustraciones desde diversidad de técnicas (puntaseca, aguafuerte, aguatinta, xilografía, serigrafía, litografía, etc.), paralelo a la exhibición de movimientos artísticos (ismos) del siglo XVIIII y XX. En Colombia esta exposición marcó nuevas tendencias y amplió la paleta expresiva de los artistas e ilustradores nacionales. Este giro no solo técnico sino conceptual, empezó a reconocerse mediante otras expresiones plásticas y científicas en el mundo de la ilustración.

Para ampliar la discusión, a continuación presento el diálogo sostenido con los artistas, ilustradores y diseñadores en términos de la pregunta enunciada: ¿Dónde ubica usted la ilustración, en el campo del arte o del diseño? Para responderla me reuní con ilustradores y artistas, y cada uno, desde su experticia en el campo, nos dará su punto de vista.

El concepto de la ilustración ha evolucionado, sin embargo sigue sujeto a parámetros que delinean el oficio, tales como el encargo, el pago y el objetivo comunicativo. Además, trabaja con los mismos materiales que utiliza un artista como los pigmentos, los colores y los softwares especializados. ¿Qué piensa sobre esto Beatriz Elena Builes, Directora de la Facultad de Diseño Gráfico de la Universidad Pontificia Bolivariana?

“La ilustración definitivamente nace en el campo de la comunicación y la información, y está en el campo del diseño. Se podría definir como “una representación gráfica que apoya un texto, un concepto o una idea”, eso no excluye que, al igual que el arte, tenga unos valores estéticos fundamentales. ¿Por qué la ubico en el diseño gráfico? porque su función es comunicar desde las funciones referenciales, fática, apelativas, etc.; en cambio, la función del arte es la función estética, con ella el artista busca crear una reacción, expresar un tema que el espectador de su obra responda y lo “toque”, pero no informa. La ilustración esta ligada al campo editorial que obedece a unos requisitos informativos que el artista no trabaja, y repito, eso no excluye el valor estético de la ilustración, que es lo que conecta al usuario no solo con la información”.

¿Y qué piensa la artista e ilustradora Doris Marcela Álvarez Ruiz?

Ilustraciones de Doris Marcela Álvarez Ruiz.

“Para mí pertenece completamente al campo del diseño porque la ilustración tiene que cumplir con un componente comunicativo y debe resolver ciertas problemáticas que de pronto no se dan en el campo del arte. Un artista puede resolver ilustraciones para cualquier campo pero el asunto comunicacional que va dirigido a un usuario, debe cumplir ciertos requisitos. Hay un detalle y es que la ilustración depende del encargo, no se hace porque quiero expresar algo, viene de un pedido, de una solicitud específica”.

Beatriz Builes: “La que se hace desde el deseo o la motivación es la obra artística. El ilustrador debe responder a unos parámetros comunicativos de quien escribió el texto y someterse a otras mediaciones como el lenguaje editorial, el formato de la publicación, inclusive el número de tintas de la publicación, esto es, traducir el mensaje que se entrega al cliente potenciándolo sin hacer lo que a bien quiera el ilustrador”.

Marcela Álvarez: “Muchos artistas en la historia han sido ilustradores pero ese encargo se diferencia de su obra, por ejemplo las ilustraciones que hizo Picasso para publicidad o los carteles, se diferencian de su obra artística porque tenían que responder a determinadas necesidades del medio…”

Beatriz Builes: “…Y muchos artistas que tienen la posibilidad de hacer las dos (arte e ilustración) se retiran de la ilustración porque no están dispuestos a cumplir con todas las condicionantes que el medio exige. Y en este punto siempre hago una pregunta a los estudiantes que todavía tienen el mito de que ilustrar es dibujar y que vale por su carácter estético por la armonía, la composición (que es fundamental), el color, etc. Cuando entregan una ilustración es bonita [pero si el resultado en términos de evaluación no es bueno] preguntan: “¿por qué si está hermosa?” Sí, está hermosa, tiene muy buena factura, cumple con el valor estético pero no está cumpliendo el valor comunicativo o funcional de la ilustración. Esto lleva a pensar que toda representación estética o armónica es una buena ilustración, y no, es un dibujo muy bacano pero que no cumple con el objetivo comunicativo del texto o el concepto, la cuestión es qué tanto está comunicando o tiene una narrativa que sustente la imagen”.

Marcela Álvarez: “Yo creo que las disciplinas no tienen que reñir ni hay que hacer una separación drástica, a mí me costó entender que en todos los trabajos, así sean por encargo, hay algo subjetivo, en cada trabajo hay un sello personal. Sin embargo, es diferente el trabajo que yo hago como ilustradora al que realizo como artista. Todos mis clientes son muy distintos y yo tengo que cambiar en función de ellos, adaptarme a un lenguaje, resolver lo que hay que comunicar, cambiar las técnicas en función del cliente e interpretar”.

Beatriz Builes: “El concepto, por ejemplo, vamos a ilustrar una cartilla para niños de cinco de años, ahí el usuario está muy cerrado, pero los niños de cinco años del campo, rurales, son distintos a los niños urbanos de determinada ciudad, tienen unos imaginarios colectivos diferentes por lo que no se les puede trabajar con la misma imagen, lo que no sucede con el arte, es decir, no es su consideración”.

¿Y ustedes qué opinan de los álbumes silentes? Esos libros sin textos, compuestos solo por imágenes.

Beatriz Builes: “Soy muy enemiga de ellos, incluso al principio compraba muchos, pero ya no me gustan porque, si bien son valiosos, tienen una vida muy corta; uno se cansa de ellos y además no permiten tejer relaciones distintas cada que uno los vea, lo que sí sucede cuando hay un texto que permite nuevas posibilidades de interpretación. Cuando solo está la imagen llega un punto en que la lectura y la narrativa se acaba”.

Marcela Álvarez: “Eso sucede en los libros de diseño que parecen catálogos y no tienen contenido, pero los otros libros, que yo sé que a ti también te gustan los cuentos del silencio como los que hace Benjamin Lacombe, son muy interesantes porque hay una narrativa, el hecho de que no haya texto no quiere decir que no hay narrativa”.

Después de salir vivo de este encuentro, pregunté a Federico Fernández, artista, ilustrador, músico y además profesor de diseño e ilustración, cuyo juicio me interesaba mucho para la cuestión planteada:

Ilustraciones Federico Fernández. Tomadas de Instagram

Federico Fernández: “yo siento que se diferencian en el punto de aplicación. La ilustración y el arte parten de una idea de representación, las cuestiones del arte se fueron para un lado y las de la ilustración hacia otro. Las de la ilustración tienden hacia la comunicación y las del arte hacia la transmisión no solo desde lo sensorial, sino también desde la parte humana y antropológica, que son transversales a la parte artística. Pero siento que para el arte las nociones de archivo y documento se vuelven importantes y la ilustración, como herramienta del artista y de alguna forma desde mi trabajo personal, siento que debe tener esa parte arqueológica como parte del proceso, en el que sepa qué se tiene y hacia dónde se puede llegar, para saber cómo avanzar. Para mí la ilustración está en un campo intermedio entre el arte y el diseño, pero tiene por sí mismo una autonomía que le permite llegar a diferentes públicos.

Federico es un artista bastante concreto al igual que Samuel Castaño, autor e ilustrador, quien sintetiza de manera categórica con su postura divergente la discusión frente al tema.

Samuel Castaño y una de sus ilustraciones. Tomado de Instagram

Samuel Castaño Mesa: “Creo que la ilustración es un oficio en sí mismo, que toma características de distintas disciplinas. Se acerca al diseño en la medida en que responde a unas necesidades de comunicación puntuales. Y se acerca al arte porque la ilustración necesita también una visión o interpretación propia del ilustrador; jugar con la subjetividad e intentar ampliar el texto o mensaje que transmite.

Finalmente, les presento los argumentos de dos artistas, diseñadores, ilustradores y profesores. Ellos son Leonardo Mesa y Laura Lucia Torres, más conocidos como Leo y Lula. Esta es su visión sobre la pregunta ¿en qué campo ubican la ilustración, en del arte o del diseño?

Lula admite tener su postura con relación al tema y advierte que los dos (Leonardo y ella) vienen de escuelas distintas y esto ha condicionado lo que piensan de forma diferente sobre la ilustración. “En ese sentido, para mí, la ilustración es ese campo que divide el arte del diseño o lo une ¿Cuándo sabes  tú que estas dibujando o estás ilustrando? Esta es una posición súper personal. Yo creo que es un tema más de funcionalidad y la pregunta es ¿cuándo lo que tú hiciste sirve a más personas o cuándo lo que tu hiciste solo te sirve a ti como creador?”.

Ilustración de Lula

“Como ilustradora o diseñadora hago algo para alguien más, así sean dos personas o cien mil personas, que pueden llegar a comprender una idea que es de una mayoría y no de unos cuantos. Yo siento que se vuelve ilustración porque evoca algo que es más democrático; cuando es pintura y es mi voz para decir ciertas cosas es subjetivo, en ese sentido, para mí es ahí donde se desvanece un poco esa frontera. ¿Qué pasa? Que uno como artista, o como diseñador, siempre está divagando entre ambos oficios; es un ir y venir, y el descubrimiento puede ser muy personal o muy general, y por eso creo que un diseñador o un ilustrador no siempre está en el punto de ‘soy supremamente democrático y siempre dibujo para todo el mundo’, sino que es un ritmo del artista y del diseñador. A veces tengo mis momentos de introspección y lo que hago me sirve solo a mí, y otras veces soy la voz de muchas personas. Siento que es algo muy natural que se necesita ir y venir, pasar de una etapa muy personal, de rebeldía, todos los artistas las han tenido. Tengo etapas donde no quiero hacer nada para nadie, no quiero que nadie me emplee y a veces sucede que necesito la papa y tengo que hacer algo para alguien más. Los dos espacios no riñen”.

“¡Ja!”, dice Leonardo, “¿ahí qué queda por decir?” (risas de todos). “Yo haciendo un poco de contraposición y trayendo palabras de Julián Velásquez, que fue mi maestro de ilustración, podría decir que es algo que ha ido cambiando con el tiempo y que seguirá cambiando; que de la concepción tradicional, la época de la Ilustración, era una imagen que estaba al servicio del texto, que tenía la responsabilidad de complementar unas palabras que estaban escritas literalmente.  Lo que pasa es que esto ha venido cambiando con la aparición de los movimientos de contracultura y la imagen ha sido capaz de valerse por sí sola, no contradice la concepción tradicional sino que le da unos nuevos usos, como los libros silentes. Ahora, con el capitalismo ya no solo es un libro o un afiche sino que hay camisetas ilustradas  y no necesariamente es la ilustración tradicional.

Desde mi concepción y experiencia como ilustrador, que es más bien tímida, a mí me pasa que la ilustración es muy personal y en el momento en que me imponen una línea o tengo que hacer algo, no lo hago, y me da rabia y me encuentro con eso. Hasta ahora me estoy encontrando, me estoy soltando y yo creo que algo que perjudica desde la academia, y que lo sesga a uno mucho, es que allí hay una sola línea, una sola forma, una sola técnica, por eso en este lado del hemisferio, en este punto geográfico, tendemos a darle mucho valor de calidad a la técnica y en la ilustración mundial eso no importa, es más significativo la expresión del trazo, del color y lo que se quiere comunicar, que la calidad del dibujo basada en el realismo, qué tan figurativo es o qué tanto no lo es.

Ilustración de Leonardo Mesa

Uno admira ciertos ilustradores, al principio me gustaba mucho Alex Ross, que ni siquiera es ilustrador, él es muy buen dibujante, pero uno va avanzando y va consumiendo más imagen, va ganando más cultura y uno se acerca a figuras como Isidro Ferrer, Alejandro Magallanes, o como Javier Jaén incluso, porque ellos, con tres objetos, cambian todo; o como Christoph Niemann, digamos que tienen un lenguaje muy depurado y mucho más rico visualmente. Uno con la imagen tiene que ser erótico y no mostrarlo todo, porque se pierde la magia; el público complementa la imagen (interpreta), la ilustración debe permitir que él juegue con la imagen, se insinúan tres o cuatro cosas y el observador procesa la idea, desde su propia interpretación esto es algo mucho mas rico, más valioso por decirlo así”.

Finalmente, y para aclarar la pregunta inicial en este diálogo, podemos afirmar que se han diluido las fronteras entre los oficios y las expresiones entre artistas y diseñadores, que uno y otro pueden navegar entre la expresión subjetiva y la comercial.  Que existen imágenes autónomas que no apoyan un texto para ser validados como  ilustración. Sin embargo, es claro  que cuando un artista ilustra cambia su expresión, por ser un encargo difiere generalmente de su trabajo plástico y que un ilustrador, cuyo oficio sabe sometido a unas reglas editoriales, puede cruzar perfectamente la frontera del encargo para asumir de manera subjetiva, funcional y creativa nuevas expresiones que lo acerquen a la expresión artística.

El encargo y su cuota económica ni las restricciones editoriales, impiden hoy que esta frontera siga diluyéndose para permitir nuevas expresiones creativas de la imagen.