Fiesta del libro

Natalia Maya Ochoa: la escritura “es una carrera larga a la que todos los días le apuesto”

8 / 09 / 2019

Natalia Maya Ochoa conversó con Laterales Magazine a propósito de su primer libro, Los otros siempre tienen la razón, que presentará en la Fiesta del Libro y la Cultura de Medellín.

Después de leer Los otros siempre tienen la razón, el primer libro de Natalia Maya Ochoa (Medellín, 1972), quedé en profundo silencio. Pero mi silencio no fue de incomodidad, sino más bien de fascinación por haber leído en una sola noche (sábado, para acabar de ajustar) los nueve cuentos que lo conforman y que están ambientados en una Medellín difícil y delirante, una Medellín que por más se quiera olvidar se atraviesa en la mente como una canción que suena una y otra vez, como la melancólica “Walk on the Wild Side” de Lou Reed y que de paso le da título a uno de ellos.

A través de una prosa ágil e historias aparentemente triviales, Natalia no sólo retrata las taras de la sociedad antioqueña (que también podrían ser las de otra sociedad, solo que aquí son llevadas al extremo), sino que también nos pone frente a un espejo para exorcizar los demonios que a diario nos persiguen.

Periodista de formación, aunque nunca ejerció la profesión, Natalia es además de escritora, editora. Magister en Hermenéutica Literaria de la Universidad EAFIT (Medellín) y Máster en Edición de Textos Santillana de la Universidad de Salamanca (España), trabajó en la Editorial Universidad de Antioquia, fue editora del Fondo Editorial Universidad Católica de Oriente y varios cuentos suyos han sido publicados en las revistas Bacánika, El Malpensante y Odradek, el cuento.

En 2017 participó en la antología de cuentos colombianos Puñalada trapera, realizada por Juan F. Hincapié para Rey Naranjo Editores y este año, después de retomar algunos cuentos que había guardado en un cajón, publica con la misma editorial, en la Colección Índice que dirige Camilo Jiménez Estrada, este libro de título sugerente e historias sinceras.

Sobre el proceso de edición, Camilo comenta que leyó cada cuento muchas veces, “como hago siempre”, para llegar “hasta el fondo de esa escritura” y pudo corroborar “el poder de esos relatos, tan enigmáticos, tan sutilmente demoledores, tan bien hechos. Tan oscuros y hermosos”.

“Tienen por debajo un montón de historias que les dan un poder enorme, descomunal, a esas aparentemente triviales anécdotas que cuentan. Mientras leía, me sentía honrado de editar esos relatos de Natalia Maya, de editar a una escritora tan juiciosa, tan brillante”.

La misma noche en que leí Los otros siempre tienen la razón —libro que será  presentado junto al periodista Juan Mosquera este domingo 8 de septiembre a las 2:00 p.m. en el Auditorio Aurita López del Jardín Botánico como parte de la 13.ª Fiesta del Libro y la Cultura de Medellín— hice las preguntas que aparecen en esta entrevista. A vuelta de correo Natalia las respondió y aquí está esta conversación en la que revela detalles de su vida y de estos cuentos que de seguro estremecerán y sacudirán a quien los lea, como me pasó en aquella soporífera noche.

No sé si esta pregunta sea para romper el hielo por lo amplia que es, pero ¿quién es Natalia Maya Ochoa, además de la periodista, editora y escritora? ¿Cuándo decides que lo tuyo es contar historias y qué mundo has podido construir a través de tus historias?

Felipe, esta primera parte de la pregunta te la voy a responder como si fuera un narrador omnisciente, porque me parece un poco extraño hablar de mí por mí. Entonces, Natalia es una hija única que desde pequeña fue muy inquieta y que, a fin de mitigar la soledad y el aburrimiento, siempre estaba buscando algo en que entretenerse. Algunas de esas búsquedas tuvieron que ver con perfeccionar su técnica de patinaje hacia atrás, bajar libros de los anaqueles y esculcar cajones. Podría decirse que las dos últimas perduran y con el tiempo han llegado a convertirse en sus aficiones. Su relación con los libros se consolidó cuando empezó a estudiar Literatura y posteriormente Periodismo en la Universidad de Antioquia. Aunque es egresada de Periodismo, nunca ejerció dicha profesión. Debe admitirse que tampoco lo intentó.

Ahora vuelvo a la primera persona: A la edición llegué por azar, algún día alguien que había leído uno de mis relatos me invitó a trabajar al Fondo Editorial de la Universidad de Antioquia, donde aprendí de edición y me alejé de la literatura. Puede resultar contradictorio que alguien que trabaja en un Fondo Editorial se desvié de la Literatura, pero así fue, la carga laboral era tan alta y las lecturas y los diagnósticos del área de Ciencias Sociales en la que me desempeñaba eran tan exigentes, que llegar en las noches a la casa para coger un libro no era una opción. Por muchos años consideré que podría ganarme la vida con el oficio de editora, incluso me fui a España a especializarme en esa labor. A veces me pregunto si esa fue una buena decisión. Ya no me desvela obtener una respuesta.

En cuanto a la escritura pienso que esa es una carrera larga a la que todos los días le apuesto. No obstante, considero que para llamarme escritora, todavía me falta mucho trecho. De lo que sí soy consciente es de ser una buena lectora, con una curiosidad infinita por los libros y por los autores.

Nunca tomé una decisión en cuanto a contar historias, era lectora y esa será, seguro, la única afición que conservaré por el resto de mi vida, además de esculcar cajones. Lo del patinaje pasó a ser una pasión cada vez más lejana. Ahora bien, no todos los lectores terminan escribiendo historias, conmigo simplemente un día se dio, pero no se presentó como un deseo preconcebido por convertirme en escritora, como ya alguna vez lo dijo Richard Ford: “Yo solo intento formar parte de la conversación”. Ese intento me ha llevado a construir esos mundos paralelos que son mis historias, en las que los personajes —que pueden haber existido o no, que son personajes de ficción en las obras de otros autores, que no son más que puras invenciones mías— coexisten en una serie de tramas en las que casi siempre los perdedores terminan dándole un giro inesperado al desenlace de la historia.

Dice Borges, en El jardín de los senderos que se bifurcan, que “en todas las ficciones, cada vez que un hombre se enfrenta con diversas alternativas, opta por una y elimina las otras; […]. Crea, así, diversos porvenires, diversos tiempos, que también, proliferan y se bifurcan”. Para mí eso es contar historias, lograr que ese niño que en el colegio me mantenía azotada, hoy sea ese hombre mofletudo, entrado en años y con la barriga ya no tan incipiente, que ve el partido en la tienda de la esquina a las cuatro de la tarde, mientras se toma una Pony Malta, pues no le alcanza para la cerveza porque hace nueve meses lo echaron del trabajo. O que, por ejemplo, esa rubia despampanante que aparece en uno de los cuentos de mi preferida, Dorothy Parker, se convierta en una despampanante morena que dicta talleres de Literatura, pero que resulta igual de patética por su incapacidad para mantener relaciones estables y perseverar en la continua y errada escogencia de hombres que no merecen la pena.

Cuentos tuyos han sido publicados en revistas como El Malpensante,  Bacánika y Odradek, el cuento. Además, tu cuento Especulaciones editoriales fue incluido en la antología Puñalada trapera, realizada por Juan F. Hincapié para Rey Naranjo Editores. Ahora presentas Los otros siempre tienen la razón, ¿cómo fue el proceso de escritura de los nueve cuentos que lo conforman y por qué hasta ahora publicas tu primer libro?

El proceso tardó dos años, tenía algún material guardado en un cajón y decidí sacarlo para darle otra oportunidad. En el cajón ya estaban tres de los nueve cuentos que conforman el libro. Hasta ahora publico estos cuentos porque Rey Naranjo y su editor Camilo Jiménez han sido los únicos que me han creído. Ya hubo otros intentos de libro que no lograron ver la luz. La publicación tardía también tiene que ver con el hecho de quedarme sin empleo, pues una vez libre de toda especulación editorial acontecida en los lugares donde trabajé, tuve el tiempo para por fin sentarme a escribir este y otros proyectos. De eso ya van cuatro años (sin oficio, pero con trabajo) o al revés.

Para quienes nacimos, crecimos y vivimos en Medellín, la relación que tenemos con la ciudad es de amores y odios. Incluso, cuando nos vamos de ella no podemos olvidarla y ahí estará siempre, como un recuerdo o una sombra. ¿Qué representa Medellín para Natalia Maya Ochoa? ¿Cómo es tu relación con la ciudad, más allá de ser tu lugar de nacimiento y el escenario en que transcurren las historias de Los otros siempre tienen la razón?

Medellín es la ciudad en la que han acontecido los peores momentos de la vida de mis personajes. También algunos de los mejores. Considero que las vidas, tanto de los personajes de la ficción como las de los reales son así: peores o mejores, no importa el lugar donde transcurren. A quien escribe estos cuentos le tocó aquí. No sé si las familias que les tocaron en suerte a los personajes de mis cuentos habrían sido menos moralistas, crueles, tramposas y desleales en otra ciudad. Aunque sé que en todas las ciudades hay familias moralistas, crueles, tramposas y desleales. Celebro, eso sí, que algunos de mis mejores amigos hayan nacido en esta ciudad. También soy consciente de que Los otros siempre tienen la razón tenía que transcurrir obligatoriamente en Medellín, porque estoy segura de que en el país no hay otra ciudad tan astuta, moralista y ambiciosa como esta.

Muchos de estos cuentos vuelven a unas décadas difíciles para la ciudad como fueron los ochenta y noventa ¿Por qué volver a la Medellín de aquellos años? ¿Escribir cuentos como A los diez minutos se conoce el personaje o Primer recuerdo fue un ejercicio de memoria o catarsis?

Para esta pregunta cito de nuevo a Borges: “No existimos en la mayoría de esos tiempos; en algunos existe usted y no yo; en otros, yo, no usted; en otros, los dos. En éste, que un favorable azar me depara, usted ha llegado a mi casa; en otro, usted, al atravesar el jardín, me ha encontrado muerto; en otro, yo digo estas mismas palabras, pero soy un error, un fantasma”. La literatura y el arte te dan la posibilidad de poner otros finales a tus historias, de hacer que algunos personajes que conoces en la vida real corran con mejor suerte en la ficción, de enredar las tramas o edulcorarlas, de patear el trasero a tus enemigos o evitar que te lo pateen. De revivir a los muertos. Hay cuentos, como los que mencionas, que inevitablemente tienen tintes autobiográficos, pero ya no recuerdo si en la vida real las cosas fueron mejores o peores.

Precisamente lo que me llamó la atención de este volver al pasado es que a través de historias cotidianas, sin necesidad de mencionar los nombres y hechos que muchos conocemos, visibilizas a una ciudad con sus problemas, o más bien sus demonios ¿crees que esa historia que nos constituye, por dura que sea, hay que contarla desde otras aristas para entenderla mejor y aprender de ella?

A esta ciudad nos la han contado muchos autores, son importantes todas las miradas, dado que como ya alguna vez lo mencionó Héctor Abad en Angosta, esta es una ciudad de tres niveles, cada uno de ellos tiene su propia versión de la historia. Las tres versiones son igual de importantes. Esta ciudad hay que leerla desde todas las aristas para poder comprenderla. Debemos entender en algún momento que esas economías criminales que te han tocado negativamente, por ejemplo, por el robo de un celular, son las mismas economías que están permitiendo que la abuela de ese muchacho que te robó, pueda poner el chocolate y el pan en su mesa todos los días de esa semana. Con esto no estoy justificando estas economías, enmendarlas es un papel que le corresponde al Estado, pero sí quiero hacer notar que el hecho de estar en uno u otro lado, puede variar la perspectiva.

La mayoría de los cuentos son protagonizados por mujeres ¿Qué mirada de lo femenino quieres transmitir con estos cuentos, aparte de la honestidad con que retratas a sus protagonistas?

Una mirada humana, que no juzga. Tal vez en el primer cuento y en el último hay posiciones cimentadas frente a la misoginia y en el último sobre la maternidad. Me gustaría que fuera el lector el que se lleve sus propias impresiones.

Justamente el cuento Razones mal dadas me hizo pensar en la hostilidad con que esta sociedad trata a las mujeres, hostilidad latente también en el ambiente literario en que se mueve Fernanda, su protagonista, y que no dista mucho de la realidad. A pesar de las denuncias, las reivindicaciones y los espacios conquistados, ¿qué falta para que esta sociedad deje de ser tan hostil con las mujeres? ¿Has sentido, como mujer y escritora, esa hostilidad? ¿Has tenido dificultades para que tu trabajo sea reconocido?

Fernanda ha conquistado un espacio en el mundillo literario, pero a ella la ha conquistado la bebida, sus malas elecciones respecto a los hombres y su deseo por sentirse cosmopolita. A veces algunas conquistas traen detrás sus propios demonios. Como pasa con los genios que resultan ser violadores u homicidas. Pienso en muchos aspectos que debemos mejorar para que esta sociedad deje de ser tan hostil con las mujeres. Me parece que se vienen dando cambios y que las feministas de esta generación, a diferencia de las feministas de la década del sesenta —pero gracias a estas últimas—, ahora tienen una voz y un escaño importante desde el que se están haciendo escuchar y algo mejor todavía, es que en la actualidad ya no son ignoradas ni relegadas, hacen parte de los discursos y de las agendas políticas, eso ya es tener una voz, aunque algunos crean que esa inclusión la hacen por puro protocolo.

Como mujer, como persona que escribe y como editora, me he topado con personajes misóginos. Y como tantas otras mujeres he tardado en darme cuenta de que he sido agredida; algunas veces, y pasa mucho en los casos de misoginia, las mujeres creemos que somos nosotras las malas, las pésimas profesionales y que todos los desastres alrededor suceden por nuestra culpa. Y no. Hay personajes misóginos en los ambientes laborales que cuando llegan al poder resultan nefastos, tanto para la organización como para la vida de las personas que trabajan con ellos.

Me llama la atención que muchos cuentos se conectan entre sí ¿no será esto una dura (pero sincera) constatación de que, irremediablemente, arrastramos los temores, los dolores y las frustraciones de quienes nos preceden, más en una sociedad como la antioqueña que tiene tantas taras y cicatrices?

Sí, eso lo hice adrede y con la intención, como tú dices, de conectar los personajes, me gusta la idea de que se conozcan unos a otros, o que se encuentren en un parque alguna noche, sin que necesariamente pase nada trascendente para ninguno de los implicados, solo que se vean y ya. Aunque es claro que esos personajes que se encuentran comparten dolores y frustraciones y, sobre todo, las mismas adicciones. Y sí, como tú dices, arrastramos los temores, los dolores y las frustraciones de quienes nos preceden. Yo a veces me las quito de encima escribiendo algún cuento en el que sus personajes afrontan las situaciones de manera diferente.

Dicen que una vez publicado un libro, este se defiende por sí solo. Pero, ¿qué esperas que ocurra con Los otros siempre tienen la razón? ¿Dónde quieres que llegue este libro y qué sensación esperas que genere en quien lo lea?

Hay un cuento muy corto de Óscar Wilde en el que habla de un imán y unas limaduras de acero que vivían en el mismo vecindario. Dice el autor que un día a dos de esas limaduras se les ocurrió visitar al imán, que después otras limaduras, al enterarse de la conversación tan agradable, pensaron también en visitarlo. Con el tiempo otras limaduras sintieron que ese vago deseo que tenían por visitarlo, se había transformado en impulso. Todas y cada una de las limaduras terminaron acercándose al imán; entre tanto, él estaba muy tranquilo, como si no se diera cuenta de nada. Wilde termina el cuento diciendo que al final una masa unánime se precipitó y quedó pegada al imán por todos lados. Pienso que los lectores somos como imanes, vamos atrayendo los libros y los autores que estamos buscando. Yo espero que pase así con Los otros siempre tienen la razón, que resuene en algunos lectores que, como imanes, sepan que el libro que llega a sus manos no lo hace de manera voluntaria, que son ellos quienes lo han estado atrayendo.

libro Los otros siempre tienen la razón

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