Filbo

Florence Thomas: las mujeres “estamos perdiendo el miedo”

28 / 04 / 2018

Florence Thomas, quien ha dedicado su vida a defender los derechos de la mujer en Colombia, será homenajeada este sábado, a las 3:00 p.m., en auditorio principal José Asunción Silva de Corferias en Bogotá. Será un homenaje a sus aportes al feminismo y a la historia colombiana.

“No quiero tener que justificarme en cada frase, en cada párrafo, en cada página. Quiero poder decir las cosas a mi manera, rompiendo los consensos y las normas; rompiendo con todo esta falsa serenidad adquirida a costa de muchas violencias secretas. Quiero hacer más el discurso del otro”, fragmento de Conversación con un hombre ausente.

Las mujeres: sus pasiones, sufrimientos, luchas, sentimientos, y todo lo concerniente a ellas, es la principal preocupación de la reconocida escritora francesa-colombiana Florence Thomas. “¿Será que los grandes principios del género humano, tales como la seguridad, la integridad, la dignidad, la libertad, la igualdad y la autonomía se refieren y se aplican de manera única y exclusiva al género masculino?”, se preguntaba ella en su libro Había que decirlo.

¿Por qué este asunto es tan importante en Colombia, país con posiciones tan marcadas acerca de la religión, la política y la cultura? A propósito del homenaje que le harán hoy a Florence Thomas en la 31 edición de la Feria Internacional del Libro de Bogotá (FILBo), quisimos preguntárselo y hacer un pequeño acercamiento a sus dos últimos libros, Había que decirlo y Conversación con un hombre ausente, además de preguntarle por sus percepciones ante el feminismo de hoy en día.

Usted ha dedicado su vida entera a la defensa de los derechos de las mujeres y a lo concerniente a la violencia detrás de temas como el aborto y los procesos obstétricos. Sin embargo, aunque algunas mujeres son cercanas a este tema por su trabajo o sus convicciones, ¿usted cree que la mujer común, o la “mujer de a pie”, es consciente de la necesidad de esta defensa?

Es complicado porque las mujeres son múltiples, son diversas, son de colores distintos, depende de qué se habla. Te diría que en general, lo que hemos tratado de hacer, aunque sea una palabra relativamente fea, es de empoderar a las mujeres. Hemos tratado de cambiar la famosa metáfora de mujer igual mamá, por mujer igual sujeto social de derecho, es lo que hemos tratado de hacer y por supuesto, esto ha dado muchos mejores resultados en los medios urbanos, en la clase media pero también en mujeres populares. Es impresionante lo que ha pasado con estas mujeres, tenemos líderes comunitarias y líderes populares realmente ya formadas y dedicadas en relación a los derechos que hay que defender, pero por supuesto que no hemos llegado a todos los rincones de este enorme país.

Es todavía muy difícil con las mujeres indígenas, es todavía muy difícil con las mujeres de extrema pobreza, pero mira lo que se ha hecho con las mujeres víctimas de estos 50 años de conflicto armado, es impresionante; las mujeres víctimas actualmente son casi las personas de las cuales más se habla en el proceso de paz y es por algo.

A propósito de lo que decías de la relación lingüística mujer – mamá, queríamos preguntarte por un fragmento de tu libro Conversación con un hombre ausente: “Mientras decir hombre quiere decir ser ‘humano’ y persona antes de ser ‘varón’, ser mujer evoca siempre una connotación sexual, ser mujer es ser ante todo hembra”. ¿Puedes explicarnos más al respecto?

Por eso es tan importante nombrar a las mujeres, porque siempre se nombran los discursos en masculino, como si el hombre, así en mayúsculo, representara toda la humanidad, pero este hombre con H mayúscula, este hombre universal de la Revolución Francesa, este hombre sujeto de derecho no representa a toda la humanidad, falta la mitad de la humanidad cuando se habla de los hombres.

Faltan las mujeres que son sujetos también de derecho. Y por supuesto que durante mucho tiempo mujer era igual a mamá y, sobre todo, a hembra reproductora de la especie, punto.  Era a donde iba a ser ubicada en el ámbito cultural, solamente en el patio de atrás, como decía muy a menudo, mientras los hombres gobernaban el mundo, mientras los hombres eran los que tomaban las grandes decisiones de este mundo.

Todavía eso es de alguna manera verdad. Mira lo que pasó en el nuevo Congreso, mira lo que pasó con la participación de las mujeres en política actualmente en Colombia. Cuando muchos países del mundo están hablando de pariedad, aquí estamos con 19% de mujeres en el Congreso, es lamentable. Ni siquiera pudimos acceder a la ley de cuotas…Como digo yo, no estamos en el altillo, sino en el sótano de la democracia.

¿Y qué hay de la solidaridad de género? Porque aunque existen mujeres que pelean por nuestros derechos, muchas nos expresamos mal de otras o nos violentamos con una facilidad impresionante, ¿qué hay acerca de este problema?

Por supuesto que no nacimos santas, afortunadamente. No nacimos santas y eso no está mal. Y además tenemos un modelo formidable: el patriarca, el macho alfa, que ahora no nos venga a rechochar de que no somos santas. Por supuesto que, evidentemente, eso ha aprovechado mucho a la cultura patrialcal, el hacernos pelear entre nosotras. Nosotras peleamos y los hombres siguen teniendo el poder. Esa es una atrevida táctica de Maquiavelo.

Nosotras estamos aprendiendo la solidaridad, lo que llamamos hoy día la sororidad, que es muy bonito. Hemos aprendido a salir juntas, a tomar una cerveza, a ir a comer juntas, a rumbear juntas, hemos aprendido a pasar de la rivalidad, que ha sido una práctica de la cultura patrialcal formidable, a la sororidad, y eso es un viejo cuento de que peleamos entre nosotras, ¡Pues claro que peleamos entre nosotras! ¡Evidentemente! eso hace parte de la vida.

Mira, te voy a dar un ejemplo sencillo: cuando los hombres pelean entre ellos, en la cotidianidad o en los corredores del Congreso con esos insultos tan polémicos, es normal y cuando somos nosotras las que levantamos un poco la voz, somos viejas histéricas. Hay todavía viejos estereotipos culturales que hacen que no podamos levantar la voz, que no podamos pelear entre nosotras. Por supuesto que podemos pelear entre nosotras y lo hacemos, evidentemente, pero yo quiero insistir mucho en que hoy día es el momento de la solidaridad entre nosotras.

 ¿Cómo se puede contribuir a facilitar estos debates? ¿Cómo hablar con una persona “machista” o “conservadora”, por decirlo de alguna manera, de temas como el aborto, la violencia sexual, etc.?

 Es muy difícil, depende si son de mente abierta al debate o no. Cuando es gente no abierta a un debate progresista, a un debate democrático, es mejor callarse o decirle ‘mire, yo sé que usted no va a cambiar por lo que le voy a decir, pero no trate de cambiarme a mí tampoco, porque yo no voy a cambiar por lo que usted me va a decir’. Simplemente es eso, es darse cuenta con quién se puede debatir y con quién no vale la pena perder su tiempo.

Cuando tenía 20 años menos, o 30 años menos, yo me apasionaba mucho y trataba de cambiarle la mente a gente a la cual ya no se puede cambiar y pues sí, es así la vida, el mundo es plural y creo que hay que aceptar eso. Y además, te digo una cosa: yo siendo feminista no necesito que todos sean feministas, en lo absoluto, a mí no me gustaría vivir en un mundo hegemónico. Hay mujeres, además, que sin nombrarse feministas lo son muchísimo más que yo, mujeres populares que tienen una vida impresionantemente valiente, que no saben nada del feminismo y que tienen una práctica feminista, y es muy chévere también.

¿Qué consejos se pueden dar a las personas para los momentos en los que son testigos de violencia basada en género? ¿Qué se puede hacer?

El primer consejo es denunciar, es aprovechar este momento histórico en que las palabras de las mujeres están liberándose, es aprovechar este momento en el que ya no tenemos miedo. Esto me hace recordar una frase que decía Eduardo Galeano cuando se le preguntaba por qué los hombres ahora tienen miedo, y el respondía: ‘los hombres hoy tienen miedo de las mujeres que ya no tienen miedo’, y eso es muy bello, es lo que realmente te diría.

Hoy día estamos perdiendo el miedo y cuando somos testigos de actos de violencia contra las mujeres, contra niñas, contra niños, contra seres humanos, hay que denunciar. Hay que hablar, hay rutas hechas, hay políticas públicas que ayudan a esto y, sobre todo, creo que estamos en un momento en el que nuestras palabras están empezando a tomar sentido.