Música

“Lo siento. En esta letra no hay mensaje, el mensaje soy yo” (Autobiografía de una desconocida)

15 / 06 / 2017

A veces uno se prepara para vivir eventos inolvidables. Otras veces esos eventos lo rescatan a uno para hacerle olvidar por un momento todo lo que tiene en la cabeza. El sábado anterior me pasó. Sabadito bendito. En el Teatro Metropolitano de Medellín se presentó el mejor rapero de habla hispana: Javier Ibarra, más conocido como Kase. O. A propósito del concierto, y quizás a modo de excusa, hago esta confesión.

“Quien no encaja en el mundo, está cerca de encontrarse a sí mismo”. Decía Herman Hesse. Pero, quien haya llegado a sentirse así, puede dar testimonio de lo doloroso que es sentirse ajeno a todo.

Desde muy temprana edad empecé a sentirme extraña en todos los grupos a los que intenté pertenecer, y sin darle mayor importancia, me concentré en encontrar la manera de sentirme parte de algo. Tuve muchas amigas, todas ellas muy distintas, y con todas me la llevé siempre bien. Sin embargo, nunca me identifiqué totalmente con ellas: nunca quise parecérmeles ni me sentí llamada a ser como ellas eran.

Pasaron los años y ese sentimiento de rareza se fue acrecentando. Intenté mostrarme orgullosa de ello, y lo conseguí. Pero, realmente, nunca lo sentí. Muchas veces me reclamaba a mí misma y me llenaba de reproches, porque quizás muy en el fondo, sólo quería una cosa: ser normal.

Guapo tarde (Ya sólo son recuerdos por el paso del tiempo)

Llegó la adolescencia y tuve la mala suerte de hacerme atractiva a los ojos de muchos hombres comunes que después terminaban alejándose al descubrir mi esencia. Huían sin hacer mucho ruido, pero silenciosamente crearon muchos de los demonios con los que todavía me enfrento.

Inconscientemente empecé a esconderme. Empecé a callar, a reservarme, a ser una extranjera ante los ojos de otros. Hasta que, sin pensarlo dos veces, me enamoré de un flaco al que me di la libertad de querer con todo el corazón. Sólo me arrepiento de una cosa: el flaco era fanático de Kase. O, pero yo, declarada fan del punk, me limitaba a leer las frases de rap que él me dedicaba: Tú no me abandones, que yo ya haré el resto.

Voy a beberme hasta las copas de los árboles

Nunca escuché con atención ni una canción de Violadores del Verso hasta que pasaron los años y llegué a la universidad. Ya en ese tiempo el flaco no era más que un recuerdo borroso bajo mis párpados borrachos. Ahora pienso en lo felices que pudimos ser escuchando juntos los versos de Javier. Las letras ebrias de estos “5 escrotos autosuficientes” empezaron a hacer eco en mi cabeza y empecé a sentir como una autobiografía la historia que cantaba Vicios y Virtudes: borracha en público y mujer en privado.

Cada vez más solo, cada vez más triste

Hoy, cuando me siento fuera de mí, otra vez, Javier me acompaña. Cuando me miro al espejo y encuentro a una desconocida, intento pensar, a modo de consuelo, en que sólo son tiempos raros. Cuando me despierto con el peso de tener el mundo encima y sólo quiero llorar en la ducha, pienso en que no es fácil ser quien soy, pero que, de la misma manera vendrán días en los que me sentiré como cualquier diosa parecida a Venus. Cuando quisiera ser su compañera de ida hacia la tristeza para cantar en gritos que tengo el corazón como un colador, me repito que mi estilo es como el sol, y que tengo derecho a ocultarme, salir a medias, brillar o quemar si lo considero preciso.

Yo soy la palmera que se dobla, pero aguanta el huracán

No. No estoy bien. Voy a estarlo pronto, quién sabe. Ojalá lo supiera yo. Otra vez me perdí y estoy tratando de encontrarme porque me necesito. ¿Triste? ¡Bebe y resiste, pues da igual! El problema es cuando llegás a un punto ciego del bajón en el que el licor se vuelve no más que un bien reconocido sabor. Pero así como me pierdo, así mismo me encuentro. Yo siempre me encuentro, no te preocupés. Hoy no me ayuda Pessoa, ni Hesse, ni Jorge Franco. Hoy es, quizás, Andrés Caicedo el único que entiende mis ganas de vivir rápido y morir joven. Pero yo siempre me encuentro cuando salgo a caminar, o cuando leo mis propios escritos viejos. Y entre caída, recaída y levantón, apareció Javato.

Sábado, 10 de junio de 2017

Imborrable. Dos horas de música única para arreglar el alma. Javier Ibarra es único, un ícono del puto rap. Y más, que eso, es un verdadero maestro. Las palabras pueden lograrlo todo. Ahora mismo escribiendo estas letras, estoy diseñando llaves para mis jaulas. Las palabras pueden lograrlo todo. A ellas les pido que me sanen, porque ellas pueden. A ellas les pido que me liberen, porque ellas pueden. A ellas les pido que me esperen, porque ellas lo harán. Hoy mismo no sé si alguien también estará perdido y se sentirá mi compañero al leer esto. Hoy mismo no sé si todo esto obedece únicamente a una orden de mi ego, pero prefiero pensar que todo este mi dolor es (o puede ser) una manifestación de arte. Que hoy, como Javier, estoy repartiendo arte, porque esa es mi cualidad.