Música

Hotel Nutibara, el eco del olvido

9 / 04 / 2019

Entre el prestigio y el orgullo, el Hotel Nutibara nació en una ciudad que le apostaba al progreso. Sus huéspedes, entre ellos diversos artistas, llegaron para hacer del lugar un referente musical. Sin embargo, hoy se encuentra entre el olvido y la nostalgia.

En la calle Junín, con un papel ajado y mala ortografía, se posaba un hombre delgado y atezado. A ojos de los transeúntes parecía uno más de aquellos desplazados que llegaban al centro de Medellín, huyendo de la violencia o buscando un futuro más próspero. Prosperidad, que vale la pena aclarar, nunca llegó para aquel vendedor de flautas oriundo de Pinillos, Bolívar.

Fotografía publicada por: Jorge Villegas y Hernando Grisales: Crescencio Salcedo: mi vida. Medellín, 1976

Fotografía publicada por: Jorge Villegas y Hernando Grisales: Crescencio Salcedo: mi vida. Medellín, 1976

La venta de flautas y discos era el sustento diario para sobrevivir en una ciudad ajena. Su verdadero oficio fue componer canciones que hoy no se dejan de escuchar en la época decembrina con unos aguardientes y una buena dosis de nostalgia, y aunque en la actualidad su nombre no sea muy reconocido, no deja de ser Crescencio Salcedo quién inmortalizó estas líneas:

“Yo no olvido el año viejo
Porque me ha dejado cosas muy buenas…
Me dejó una chiva, una burra negra
Una yegua blanca y una buena suegra…”

Su optimismo era particular, y si se quiere, absurdo. Mientras en las calles susurraban con lástima que era un limosnero, él con un estrabismo notable, sujetaba su flauta e insistía, “…porque me ha dejado cosas muy buenas…”. Su vida parece extraída del realismo mágico de García Márquez. Salcedo, que enriqueció la música colombiana, nació y murió sin un centavo.

Mientras tanto, en la misma ciudad y a pocas cuadras de Crescencio Salcedo, otro gran compositor colombiano se codeaba con los personajes de la “alta sociedad” del Medellín de aquel entonces. Lucho Bermúdez y su orquesta, “prendieron la vela” del recién inaugurado Hotel Nutibara, lugar que albergaría la música y la fama en un mismo rincón. Realidades distintas de dos foráneos que dejaron su música impregnada en la cultura antioqueña.

Este ostentoso y emblemático hotel se había erigido en Medellín el mismo año en que finalizó la Segunda Guerra Mundial. El 18 de julio de 1945 se estrenó uno de los lugares que más ayudó al turismo y el desarrollo cultural y social de la región. La revista Progreso, de la Sociedad de Mejoras Públicas de Medellín, titulaba en febrero de 1941 El Hotel Nutibara será uno de los más hermosos de América, y añadía: “Desde hace algunos días se encuentra en la ciudad el distinguido arquitecto norteamericano Paul R. Williams, quien ha sido contratado por la compañía del Hotel Nutibara para hacer los planos del edificio que próximamente será levantado. El hotel estará ubicado entre las calles Calibío y Maracaibo y las carreras Palacé y Bolívar”.

“El Hotel Nutibara fue esencial para el acervo sonoro de Medellín. La música allí engendrada llevó a catalogar a la ciudad como una gran industria musical”, Nelson Osorno, funcionario de la Fonoteca Departamental.

Desde su concepción, el Hotel Nutibara se pensó como un lugar de encuentro  abierto al mundo. Con 11 pisos y 9 salones de eventos, este recinto se caracterizó por tener de huéspedes a grandes personajes de la actualidad nacional e internacional, como Rafael Escalona, Diomedes Díaz, el pianista curazaleño​ Harold Martina y los salseros Henry Fiol y Willie Colón. Además, el reinado de belleza de Antioquia, las visitas presidenciales y fiestas decembrinas, fueron algunos de los sucesos que presentaron a este hotel como exclusivo para la clase alta antioqueña.

Nelson Osorno, funcionario de la Fonoteca Departamental, considera que el Hotel Nutibara fue esencial para el acervo sonoro de Medellín, y aclara que el Ferrocarril de Antioquia generó mucho flujo económico y cultural. – “¿¡Qué hubiera pasado de Medellín sin el Ferrocarril!? – Se pregunta Nelson decido a proseguir, “gracias a este medio de transporte, no sólo llegó toda la industria a la ciudad, también pudieron venir una cantidad de grupos musicales, actrices, grupos de bailes, y en su mayoría, se hospedaban en el “gran” Hotel Nutibara, ese que deslumbró a forasteros y propios”.

El Nutibara no quería distinguirse únicamente por su arquitectura o sus artículos lujosos, sino también porque la música impregnara cada uno de sus rincones. El Salón Caribe era uno de los más concurridos y el grupo de planta, encabezado por su estrella, Lucho Bermúdez, fue contratado en 1948 para amenizar la estadía de los huéspedes. Su arribo a Medellín, entre otras cosas, se debió a que el Hotel Granada de Bogotá fue destruido el 9 de abril en el histórico Bogotazo, y ese mismo año Lucho y su orquesta llegaron al Hotel Nutibara para contribuir a su auge.

En el barrio Villa Hermosa (centro oriente de Medellín), Carlos Arturo, “El Señor del Bolero”, recuerda sus años cantando en el Hotel Nutibara con su orquesta SuperStar. Con voz gangosa, producto de un legado musical familiar y 50 años de fumador, comenta que una de sus mayores alegrías fue compartir escenario con grandes artistas en el Nutibara.

– Vos no sabés lo que es cantar con Celia Cruz, sostiene Carlos Arturo mientras se toma un tinto y alza la mirada, como si devolviera su memoria con nostalgia.

En los 12 años que trabajó con el Hotel Nutibara compartió también con Leo Marini, Rolando La Serie, Orlando Contreras, Daniel Santos y otros que tuvieron el privilegio de cantar allí. No sólo entrar como huésped era de unos pocos, también para los artistas era un honor poder cantar en los salones del hotel más importante de la ciudad.

Orquesta de planta del H.N SuperStar. Archivo del Hotel Nutibara

Orquesta de planta del H.N SuperStar. Archivo del Hotel Nutibara

La música que se concibió en el Nutibara fue infinita: desde su arquitectura hasta los banquetes, los carros lujosos y sus palmeras imponentes, todo fue fuente de inspiración para crear nuevas melodías. Sin embargo, con el paso del tiempo y de los cambios que evidenció la ciudad, el Hotel se sumergió en la marginalidad del centro de Medellín.

El bullicio, la suciedad, la contaminación, la inseguridad y otros muchos factores más, como la extradición de su gerente Hernán Botero en 1984 por un supuesto lavado de activos ingresado por él a la Caja de Activos del Hotel Nutibara, fueron decisivos para que el Nutibara entrara en una crisis que lo haría bajar de 5 a 3 estrellas. Sus abandonados salones de eventos daban la impresión que pronto se acabaría la época dorada que hizo de Medellín una ciudad turística y musical.

Hoy, 73 años después de su inauguración, el Nutibara se encuentra sumido en un anacronismo evidente: en un mismo sector está la recepción del hotel con sus lámparas lujosas y antiguas, y a pocos metros los salones que albergaron grandes conciertos convertidos en call centers, entre paredes históricas que alguna vez fueron admiradas por toda una región.

Se dice que fue el mismo sector el que sepultó al Hotel Nutibara, sector que, entre otras cosas, vio morir a Crescencio Salcedo. El 3 de marzo de 1976 falleció a causa de un derrame cerebral. Su nombre en Google fue difícil de encontrar, al igual que en ese tiempo su cadáver. Al otro día de su muerte, autoridades locales lo enterraron en una fosa común en el Cementerio Universal.