Música
11:50 p.m. Las respuestas
15 / 03 / 2018
Toda experiencia musical satisfactoria es, por ende, una experiencia íntima. Acá una historia ambientada con las canciones de los Petit Fellas.
Sinónimo de versatilidad: esa podría ser una de las múltiples definiciones que se quedan cortas para hablar de Los Petit Fellas. Esta agrupación colombiana, reconocida por sus mezclas inconfundibles entre hip hop, jazz, funk, blues y soul, deja día a día un legado único marcado en la industria musical del país: música hecha con el corazón y a contracorriente.
Ya son cinco años de resistencia, otra de las palabras que bien describe el sentido de una banda tan polifacética como esta. Desde 2012, su música ha puesto a pensar y a bailar a todos sus fanáticos; pero su álbum más reciente es toda una metáfora que vale la pena escuchar –y sentir– cual poema. Formas para perderse o I.D.E.A.S (Ideas donde encontrarse a sí) se estrenó el pasado septiembre y, con esta producción, queda claro que en el arte no todo está hecho y que la música, como el alma, todo el tiempo resiste y se reinventa simultáneamente.
A continuación, les presento una historia de amor musicalizada por los bogotanos. En ella se incluyen canciones de diferentes producciones, así que los invito a darse una vuelta por el uni-verso infinito de Los Petit Fellas. Bienvenidos a la travesía.
…
Hoy, yo no sé si sea muy tarde o muy temprano para confesar. Sí, confesar. Tengo que admitir que auténticamente me has hecho un regalo valiosísimo, uno que tal vez nunca podré olvidar. En palabras de Borges, un vínculo que no puede romperse. Pero hoy, aunque acudiré a muchas palabras ajenas, no serán las de Borges ni las de Benedetti.
Los Petit Fellas y yo tenemos mucho por decirte. Mi mala memoria te busca en canciones con la tierna ilusión de no perderte jamás. Aunque, a decir verdad –la verdad que tú conoces– no siempre fue así. Esta es una historia de amor. No importa si tú difieres, te he de convencer de que lo es: esta es la historia de nuestro amor accidentado, ciego, roto, compartido, triste, ebrio y genuino. Sí, genuino, como todo lo que es bello en su esencia. Hoy, yo acepto tu recuerdo y quiero conservarlo intacto. Ese mismo recuerdo que también quise borrar, hoy es lo que me hace agradecerte por este regalo.
Esta pregunta no es para ti, esta va para los demás lectores: ¿ustedes creerían que una misma historia podría pasar de ser un blues a un rock ‘n roll? –No en el orden contrario, cuidado–.
Sí lo es. De hecho, esta historia de amor es una playlist aleatoria de la banda de hip-hop que tiene los mejores versos de mi país.
Cuando todo empezó, yo no pensaba en ti como quien piensa en lo que quiere. Pensaba en ti como quien piensa en beberse un ron y lo hace porque así lo dicta su deseo. Digamos que sonaba Solo hay una forma de saberlo: “En mi defensa, afirmo que yo… sólo salí por… ganas de noches”. Y jugamos, sin saber a qué jugábamos.
Cuando todo empezó, tu presencia era tan efímera como la luz del sol. Y cuando te ibas, yo disfrutaba de mi oscuridad y de quienes la poblaban. Porque tú eras luz, pero no te librabas de la sombra. El reloj caminó de prisa, casi sin permiso; y sin darme cuenta, un día distraída, me encontré pensándote mientras escuchaba Me gustas: “Dime qué quieres que yo haga por ti… ya lo sabes, tú eres especial…” y no sentí miedo, porque no me puse atención. Me reí y no creía en tu poder.
Muchas veces nos fuimos, o eso dijimos. Nos despedíamos con inocencia. Otras veces, con malicia. Otras más, con sevicia. Nos despedíamos en vano. Muchas veces nos fuimos, y muchas veces, también, volvimos. Caminábamos en círculos y en mi cabeza no paraba de sonar: “Y los “vos me gustás tanto que mejor te acompaño”…”. Era Suspense: toda historia termina con final abierto.
No sé si tienes preguntas, pero igual aquí están todas mis respuestas: decidí alejarme, en abril, cuando internamente tuve que reconocer que ya te quería y que estaba suicidándome una vez más al querer a quien ya tenía con quién soñar. Me alejé, en defensa propia, y las canciones tristes empezaron a reproducirse: Blues y Manual de instrucciones para conducir de noche se convirtieron en mis favoritas.
Dejé de escuchar las canciones que te dibujaban en colores y, aunque aquí no importa la mención, peleé con Jarabe de Palo, para intentar convencerme de que no me gustaba como eras. Muchas veces quise odiarte, o convencerte a ti de que te odiaba, porque tenía miedo de que volvieras. Lloré. Grité. Me fui. Volví. Me perdí. Me encontré en brazos ajenos, sin buscarte, sino queriendo perderte. Tuve que romperme en pedazos para armarme de nuevo y volver a ser yo. Auténtica, como el regalo que me diste y que no quería recibir en ese momento.
Llegó Los Verbos, después, y metió el dedo en la llaga: «¿Vienes conmigo ahora o nos volvemos a ver de viejos? Un poco más torpes, más lentos y más complejos. ¿Vienes conmigo o te quedas con él? …3:27 a. m. y vuelvo solo a mi cuarto de hotel». Era como si, en el fondo, supiera que ibas a volver. Y no tenía miedo porque, a la vez, pensaba que era un imposible: “pensé que no venías y extravié mi fe”.
Tengo que admitir que no supe qué hacer. Volviste. Volvimos. Qué sorpresa. Me equivoqué, tal vez, y aprovecho la ocasión para pedirte perdón, porque sé que he fallado. Que he sido la piedra y he también pretendido no ser quien se tropieza. Que he sido egoísta y que mis miedos obedecen únicamente a mi soberbia y a mi falta de aceptación.
Pero hoy, después de tantos ires y venires, sólo aspiro que sepas que yo te quiero de verdad. Es una ambición pequeña y sencilla. Porque tú, día a día, me haces un regalo que me invita a sentirme viva. Porque tú, con tu luz, me invitas a usar el corazón.
Esta es una historia de amor. Está escrita en prosa, porque mis versos no alcanzan.
Volvimos. Y ya no voy a beber hasta que dejes de doler. Junto con esta confesión te enviaré un Rock ‘n love: “Sé que no soy tuyo, que tú no eres mía y te puedes zafar cuando no sientas alegría. No quiero ser melancolía ni enojo… ni ser tu amigo porque no puedo verte con esos ojos: te quiero sin cerrojos, sin frases de cajón…”.