Música

En el Salón Málaga se viven las raíces de una Medellín tanguera

23 / 04 / 2019

En el centro de Medellín se encuentra el Salón Málaga, lugar que evoca a la ciudad de antaño.

Son las 5:30 p.m. y la gente, desde afuera, mira curiosa el lugar. Hay mucho ruido en la calle y algunos han terminado sus labores. Mientras tanto, al interior, las mesas están ocupadas y solo queda un pequeño espacio atrás. El show aún no ha empezado, pero todos desde sus mesas miran inquietos.

Se trata del Salón Málaga, fundado en 1957 y donde todavía hay cabida para sentir y cantar aquellos tangos que han marcado a toda una generación. Desde entonces se ha convertido en un rincón de rescate y memoria musical, y en el que todos son bienvenidos: estudiantes, parejas, amigos y familias.

Carolina Ramírez, conocida como La Dama del Tango, se presentará con Carlos Jaramillo, El Caballero del Tango. Ambos, junto a los músicos, ensayan antes de iniciar el show, pues les esperan más de tres horas de puro tango. También habrá show de baile, lo que más esperan los clientes y, por ende, será el cierre.

El Caballero del Tango anima a los presentes con una cálida bienvenida y anuncia que lo acompañan Carolina Ramírez y los músicos Daniel Espinoza, David Mira y Eduardo Osorio.

La gente se acomoda en sus mesas y Carlos Jaramillo comienza a cantar. Con su traje, camisa y corbata —todos de color verde—,  y potente voz, entona canciones como “Lejos de ti” y “Lágrimas de Sangre”, que inspiran el canto de más de uno. Incluso, una pareja de adultos mayores se levanta para bailar, dando cada paso con delicadeza y precisión. Desde las mesas de atrás los jóvenes y adultos miran sonriendo y luego terminarán siendo los únicos que bailarán durante todo el show.

Mientras tanto, en un pequeño balcón ubicado detrás de los músicos, Don Gustavo Arteaga Ríos, propietario del Málaga, está concentrado en la presentación y sus gestos muestran la satisfacción de hacer parte de un lugar tan importante para la historia musical de Medellín.

Al Salón Málaga llegan familias y amigos para reunirse y adentrarse en lo que muchos llaman música de antaño, o tomarse un trago con música de fondo y baile en vivo. Con solo entrar aquí, cualquiera puede transportarse a otras épocas, ya que el lugar está decorado con fotografías, rockolas y discos.

Carlos Jaramillo cantando durante el show en el Salón Málaga. Fotografía por Paula Alejandra Pinzón.

“El Málaga es un espacio familiar y exclusivo del tango. Me gusta cantar aquí porque es un sitio muy concurrido donde llega bastante gente tanguera. Me siento orgulloso de representar al tango”, afirma Carlos Jaramillo, cantante profesional con aproximadamente 40 años de carrera. Las personas que llegan al Málaga, agrega, suelen ser doctores, abogados, intelectuales y gente de la “más alta cuna”. Son escasos los cantantes de tango, la mayoría han muerto y por esta razón él canta en el Salón Málaga para hacer que el tango viva de nuevo.

Oscar Rivera también es cantante en el Salón Málaga desde hace 3 años. Su historia aquí es reciente. Sin embargo, destaca que ha vivido momentos realmente agradables. “Este lugar es patrimonio de la ciudad, son 61 años de historia. Mis compañeros son espectaculares y la atención de la familia Arteaga ha sido un espacio muy lindo que me han brindado”, comenta.

Vemos gente celebrar cumpleaños y compromisos matrimoniales. Recientemente vino una pareja y celebraron su matrimonio aquí, me pareció un acto muy hermoso, estaban acompañados de sus amigos y de las personas que, como ella decía, son realmente del corazón”, recuerda Oscar y agrega que este tipo de historias son las que se viven frecuentemente, porque es un sitio maravilloso y lleno de anécdotas.

Músicos durante presentación Salón Malaga. Fotografía por Paula Pinzón

Músicos durante presentación Salón Málaga. Fotografía por Paula Pinzón

Hay una pausa en el show. Los músicos descansan y se preparan para acompañar la voz de Carolina Ramírez, una las cantantes de tango más importantes de Medellín. Durante más de 25 años ha logrado consolidarse como una artista pionera, al demostrar que en este género también pueden destacarse las mujeres. Además, su poderosa voz, actitud y dominio en el escenario, le han permitido no solo sobresalir en la ciudad, sino también en Colombia.

Mientras ella canta, recorre todo el salón luciendo un vestido morado fluorescente que preserva su elegancia, y el pelo recogido por una trenza en forma de diadema. En un momento cuenta que, aunque muchos le decían que con su voz no podría cantar ni siquiera tango, nunca se dio por vencida porque sabía que era maravilloso lo que estaba haciendo. A pesar de las críticas que recibió, agradece al Salón Málaga por apoyarla en su carrera, destacando la fidelidad de quienes son apasionados por el tango y aún les gusta asistir al encuentro con sus raíces.

Carolina Ramírez, la dama del tango interpretando algunos de los temas más conocidos. Fotografía por Paula Pinzón.

María Marulanda, una de las tantas asistentes, cuenta emocionada que el Málaga la remite a su infancia. Recuerda que cuando era joven quería aprender a bailar tango, pero le daba miedo porque “no quería que el pecado o los males llegaran a la familia, ya estaba casada y eso no era bien visto”.

En la noche hay un espacio para recordar a un antiguo cantante de tango, Guillermo Lamus; y por eso el Salón invitó a su hijo, Jorge Lamus, quien ha seguido el legado de su padre desde que murió el 24 de junio de 1975 durante una presentación en la Casa Gardeliana del barrio Manrique y en la que comenzó a agonizar mientras se esforzaba rápidamente por continuar. Al cantar la última estrofa cayó inconsciente en la tarima, víctima de un infarto. Lo curioso es que justo ese día se conmemoraban los 40 años de la muerte de Carlos Gardel, su ídolo, y quien falleció durante un accidente aéreo ocurrido en Medellín.

Jorge Lamus, hijo de Guillermo Lamus, durante presentación en Salón Malaga. Fotografía por Paula Pinzón.

Jorge Lamus, hijo de Guillermo Lamus, durante su presentación en Salón Málaga. Fotografía por Paula Pinzón.

Mientras Jorge entona algunas canciones, hace circular una fotografía con la que todo el público recuerda aquellos tiempos en los que el tango brillaba como un género estrella en la ciudad. En ella se ve a Guillermo Lamus con la orquesta Los Reyes del Tango presentándose en el desaparecido Teatro Junín en 1958. El mismo Jorge Lamus decidió obsequiarla al Málaga para que recuerden a su padre como un referente destacado dentro del desarrollo y evolución del género.

Fotografía de Guillermo Lamus en su época dorada como artista tanguero.

Fotografía de Guillermo Lamus en su época dorada como artista tanguero.

Para avivar el show, se les da la bienvenida a los bailarines  Julio, Laura, Edwin y Leidy, quienes se han destacado profesionalmente y por tal motivo tienen un espacio para mostrar su talento en vivo.

Varios de los asistentes observan cómo los bailarines siguen el ritmo, dando cada paso con precisión, delicadeza y cercanía. Aunque mantienen la mirada fija, sus gestos son alegres. La elegancia es clave en sus vestuarios: las mujeres llevan medias veladas, sus vestidos son brillantes y el escote baja por toda la espalda. En cambio, los hombres visten con esmoquin negro y corbatín.

El show va hasta las 10:00 p.m., pero algunos deciden irse más temprano mientras otros entran un rato para conocer el lugar. Los bailarines se desplazan por distintos rincones para que todos puedan apreciar sus movimientos.

Aunque el show de baile fue corto, estuvo lleno de energía, pues qué mejor que la danza para recordar la esencia del tango, esa misma que ha trascendido en el tiempo por la sensualidad y nostalgia que lo caracteriza.

Los cantantes toman un descanso que aprovechan para interactuar con algunos asistentes, principalmente Carolina Ramírez, quien se ríe con algunas personas ubicadas en una de las mesas de adelante.

Tanto ellos como los músicos retoman el show que ya está a punto de finalizar, no sin antes animar al público para que continúe asistiendo. Ya no hay muchas personas y las que quedan permanecen animadas y riéndose, mientras las meseras y los trabajadores aprovechan para apreciar la última parte del show.

Para Ana María Gómez, una de las meseras, el Salón Málaga es un sitio  donde se puede entrar con tranquilidad y pasar un momento único, la gente es muy amable y el ambiente es muy bonito. Su experiencia ha sido gratificante y siente que es un espacio único en la ciudad, donde los mismos trabajadores también se sienten a gusto y, sobretodo, aprenden de un género vital para mantener la memoria musical de una ciudad tanguera.