Música

Shakira: un concierto de antología

30 / 11 / 2018

Una crónica llena de recuerdos y emociones del concierto que la cantante barranquillera realizó en Bogotá el pasado 3 de noviembre.

“Ya sé que no vendrás 

todo lo que fue

el tiempo lo dejó atrás

Sé que no regresarás

lo que nos pasó

no repetirá jamás

Mil años no me alcanzarán

para borrarte y olvidar…”

Quizás esa era la canción que más rondaba en mi cabeza hace un mes, momentos previos a tomar un vuelo rumbo a Bogotá con el fin de recordar y de nuevo vivir, vibrar, bailar y cantar con las letras y sonidos de quien para mí es la diva del pop: Shakira.

La última vez que vi en vivo a Shakira tenía 13 años, hace 20 exactamente. El concierto fue en el Estadio Atanasio Girardot de Medellín. Recuerdo que fui con una amiga del colegio y mi papá; teníamos entradas para la tribuna oriental baja. El cartel de artistas era Alejandro Martínez, Ricky Martin y Shakira. Ese concierto, para mí, fue un éxito total: no era sólo ver a Shakira sino que era compartirlo con mi mejor amiga del colegio, cantar a todo pulmón sus canciones y de paso mover las caderas al ritmo de “Ojos así”. noche se marcó tanto en mi memoria que durante años soñé con repetirla en el mismo lugar y con el mismo cartel de artistas; pero ese sueño en sueño se quedó.

Siempre he considerado a Shakira la diva del pop. Me sé la gran mayoría de sus canciones y me aprendí sus coreografías: ella siempre ha acompañado mis tusas (despechos) amorosas y mis días de alegría total. Por eso, cuando a principio de este año se anunció el Dorado World Tour, cual fan enamorada empecé a gestionar todos los recursos para viajar a Bogotá y de nuevo verla en concierto.

Las peripecias para la compra de tan anhelado tesoro no se hicieron esperar: el código YEII, con el que compraría la boleta en preventa y sin necesidad de tener tarjeta de crédito del Grupo AVAL, fue casi imposible de conseguir; la tarjeta para cancelar la compra estaba refundida y casi no la encuentro, la ansiedad que sentía por comprar la boleta no me dejó dormir bien la noche anterior; en fin, casi no llego a comprar esa bendita boleta. Pero lo logré. Fui la primera persona que estaba en el punto de TúBoleta. Ustedes no se imaginan la alegría tan grande que sentía en todo mi cuerpo: bailé, canté y hasta lloré de alegría por ver un sueño cumplirse realidad.

Al fin llegó el día del viaje a Bogotá. Iniciaba la aventura por el Dorado World Tour. Como cosa rara, me cogió un ataque de ansiedad que duró todo el día: me comí las uñas y me dio dolor de estómago, y por supuesto la subida al aeropuerto José María Córdova me pareció eterna. Estaba lloviendo y por ende el vuelo estaba retrasado, situación que agravaba mi ansiedad; sin embargo una cerveza y una buena playlist de Shakira lograron disipar los nervios.

Durante la espera para ingresar al concierto. Fotografía de Carolina Martínez

Amaneció el sábado 3 de noviembre. Hacía un frio tenaz en Bogotá pero mis niveles de adrenalina eran tan altos que no representó impedimento alguno para ir al concierto. Me bañe, me organicé, empaqué la tula y salí rumbo al Parque Simón Bolívar. Tuve que hacer una fila de un poco más de 5 horas acompañada de una fuerte lluvia, hambre y mucha ansiedad. Éramos más de dos mil personas en la fila. Cantábamos, conversábamos, algunos se tomaban fotos, otros estaban pendientes de sus redes sociales; se sentía muy buena energía en el ambiente. La gran mayoría éramos mujeres, aunque también había muchas niñas acompañadas por sus padres, quienes a pesar de estar cansados por la larga espera sacaban su mejor sonrisa para sus hijas, pues ellas, al igual que yo, estaban cumpliendo un sueño.

Por fin abrieron las puertas: todo el mundo echó a correr y los encargados de la logística sólo acataron a decir: “No corran, transiten con precaución”. Pero créanme, la adrenalina era tan grande que muy pocos hicieron caso.

Me hice en la parte alta de las graderías, ubiqué la salida más cercana y me dispuse a esperar que fueran las 8:15 p.m. para que iniciara el show. El viento frio se hacía sentir, disipando el calor producido por la anticipación y la emoción de volver a ver a esa artista que desde pequeña ha cautivado mi corazón.

Dieron las 8:15 p.m. y el Parque Simón Bolívar quedó en silencio. De un momento a otro una ráfaga de luces iluminó las pantallas y la tarima, mientras en el fondo se escuchaba el estribillo de “¿Dónde estás corazón?… Ayer te busqué…” ¡Señoras y Señores!, había salido Shakira a la tarima. La ansiedad desapareció y en cambio las lágrimas brotaron por mis ojos: no lo podía creer. Después de 20 años estaba viendo de nuevo a la diva del pop cantando a todo pulmón aquellas canciones que son mis himnos, sobre todo cuando de temas de amor se trata.

Concierto Dorado World Tour de Shakira. Fotografía de Carolina Martínez.

Shakira salió llena de ánimo, bailando y cantando como nunca. En tarima había cerca de cinco músicos, aunque no recuerdo bien pues mi atención estaba centrada en la artista principal. Su voz no había cambiado nada: seguía siendo el mismo vozarrón fuerte y grave que la ha caracterizado desde su álbum Pies Descalzos, y ni hablar de su puesta en escena: esa mujer explotó de energía y de paso nos contagió a todos los asistentes al Simón Bolívar con la misma.

Canté a todo pulmón “Estoy aquí”, “¿Dónde Estás Corazón?” y tarareé las canciones de su nuevo álbum, El Dorado. Nunca creí que volvería a ver a Shakira, para mí era algo completamente imposible. La sensación de estar en otra dimensión se iba disipando con el tiempo, pero el sólo hecho de estar disfrutando del concierto hizo que mis lágrimas otra vez salieran a flote. Cuando el sonido de los instrumentos indicó que la canción que empezaría era “Inevitable”, fue totalmente inevitable no llorar de la alegría al recordar que cuando hay que hablar de dos es mejor empezar por uno mismo y que el cielo está cansado ya de ver la lluvia caer.

Concierto Dorado World Tour de Shakira. Fotografía de Carolina Martínez.

Les confieso que esperé 20 años por volver a cantar a todo pulmón una de mis canciones favoritas. El repertorio continuó, hasta que la misma “Shaki” se sentó en el borde de la tarima y con ese gesto me mató, pues así tal cual como en sus inicios, con pies descalzos y un vozarrón grave, me retornó a mi niñez y me hizo llorar de la melancolía con “Antología», canción que me llevó de nuevo al colegio, a los recreos, los cumpleaños y, obviamente, a pelear con mis compañeras del transporte escolar por cuál casete tenía mejor sonido y cuál se debía poner durante todo el recorrido.

Bailar de nuevo “WakaWaka”, dedicar en mi memoria “Tortura”, menear las caderas al ritmo de “Hips Don´t Lie” y rematar con “La bicicleta”, fue para mí un concierto lleno de buenos recuerdos y de las mejores vibras. Obvio, quedaron faltando muchas canciones, pero no podemos ser tan descarados y pretender que en dos horas una artista colme las expectativas de los más de 30.000 asistentes.

Como bien dijo Shakira, la leyenda del Dorado se cumplió no sólo para ella, sino también para mí y los demás asistentes, pues el sábado 3 de noviembre salió el sol en Bogotá y con este todo el Parque Simón Bolívar brilló.