Transmedia
Downton Abbey, la aristocracia británica de la televisión al cine
18 / 02 / 2020
Luego de causar sensación en todo el mundo, la serie Downton Abbey volvió a mostrar la vida de la aristocracia británica, esta vez en la gran pantalla.
Corría el año 2010. El mundo estaba envuelto en la peor crisis económica de esta generación, la segunda desde el crack de 1929. En medio de un clima de incertidumbre por el posible derrumbe del sistema financiero global, en la televisión británica comienza a emitirse una serie que buscaba relatar la vida de una familia aristocrática de principios del siglo XX y sus relaciones con la servidumbre: Downton Abbey.
El éxito de la serie se dio rápidamente, lo que conllevó a que la productora anunciara una segunda y tercera temporada. El fenómeno comenzó a trascender más allá de Reino Unido y la serie se ganó el corazón de los espectadores, que cada semana esperaban ver las intrigas, los dilemas y demás avatares de una familia aristocrática, los Crawley, y su personal de servicio.
La serie relataba la vida de esta familia, como también la vida de sus empleados y comprendía un período entre 1912 y 1924. Tuvo una duración de seis temporadas, todas con una gran acogida por el público, y su final fue en 2016, aunque siempre se guardó la esperanza de ver una película que lograra dar un cierre absoluto a la serie, ya que esta dejaba algunos hilos argumentativos abiertos a los que podría dárseles continuidad en cualquier momento.
A finales de 2018 los seguidores tuvieron noticias sobre el posible estreno de la película para mediados de 2019 y así ocurrió: la cinta fue estrenada en septiembre y recaudó en la taquilla alrededor de 190 millones de dólares, lo que ha llevado a especulaciones sobre una segunda película.
Downton Abbey y la romantización de la aristocracia británica
Para los que vimos la serie fue imposible no sentir simpatía o vincularnos con alguno de sus personajes. Sin embargo, también es evidente que la serie cometió graves pecados: uno de ellos la excesiva romantización de la nobleza británica representada en los Crawley, una familia aristocrática de Yorkshire, Reino Unido. En muchos momentos sus integrantes parecen sacados de un cuento de hadas, aun con todos los problemas y escándalos que hubieran sido el final de cualquier otra familia.
Uno comprende que relatar toda la frialdad de las clases aristocráticas no hubiera generado mucho rating, además de poner en problemas a la productora con la clase social que gobierna en Reino Unido, porque, todo hay que decirlo, los nobles británicos siguen teniendo el mismo poder económico y político de hace 300 años. La serie logra endulzar tanto a estos personajes que no importa el nivel socioeconómico del espectador, siempre terminará simpatizando con los nobles y sus problemas.
Esta romantización intenta ser subsanada con una agudeza en los diálogos, especialmente de personajes como Lady Violet (Maggie Smith), que contrasta constantemente con el pragmatismo de su contraparte Isobel Crawley (Penélope Wilton), ambos personajes eran la delicia de cualquiera que se preciara de diálogos agudos, pero al mismo tiempo con un grado de ironía y comicidad.
La servidumbre también cayó en una especie de encanto mágico y extrañamente hubo un intento de horizontalidad en las relaciones entre los señores y los plebeyos, algo que en lo personal dudo que ocurriera en la Gran Bretaña de la Época Eduardiana. Estos personajes lograron ser los conectores entre las elites y el pueblo que, con sus tribulaciones y ambiciones, también lograron que el televidente se conectara con lo que sucedía en la mansión palaciega de Dowton Abbey.
De la televisión al cine
Si hay algo que no se le puede reprochar a esta serie y a su película es el enorme trabajo que hicieron para la recreación más fidedigna posible de las épocas en las que transcurren ambas: vestuarios maravillosos, escenografías muy bien cuidadas y ni hablar de la fotografía y la banda sonora, elementos que lograron un ensamble perfecto junto con los actores y las actrices.
Este alto nivel logró que, por ejemplo, en Estados Unidos la cadena que transmitía la serie, PBS -una cadena de estaciones públicas centradas en contenidos culturales-, obtuviera el mayor rating de su historia gracias a ésta. Además, se convirtió en un fenómeno en algunos países asiáticos, generando un boom de mayordomos especialmente en la China comunista, donde los más adinerados, “inspirados en la serie Downton Abbey, aspiran al antiguo decoro occidental y alimentan una demanda de servicios de mayordomos locales, entrenados a la vieja usanza de las mansiones británicas”, comentaba un artículo de The New York Times en 2017.
Pero ¿qué hay de diferente entre la serie y la película? Absolutamente nada. El largometraje es una especie de capítulo extendido que abarca el inicio y el final de temporada, aunque en este caso el detonante es la carta que anuncia la visita del rey Jorge V y la reina María a Downton Abbey, conllevando a situaciones de estrés a los empleados que buscan atender a los monarcas, pero que tendrán que enfrentar el protocolo real para ganarse un sitio dentro de la visita de los reyes.
La película me dejó satisfecho: quedé con la sensación de haber visto una temporada comprimida en dos horas, con la que volví a enamorarme de esa maravillosa producción. Como en cada final de temporada, Downton Abbey nos deja implorando algo más, aunque eso signifique despedirnos de uno de sus personajes más icónicos, quien en las últimas escenas de la película nos recuerda que no todo es para siempre.