Música
Sofía Bustamante Jaramillo, una pianista en ascenso
4 / 02 / 2019
Ganadora del Primer Premio en el XIII Concurso Internacional de Piano “Su Alteza Real la Princesa Lalla Meryem”, la joven pianista habla de su pasión por la música y de una trayectoria prometedora
Antes que el silencio lo paralice todo, un piano de cola comienza a sonar. Negro e imponente, sus teclas suenan con delicadeza y poco a poco se escuchan fuertes. Aunque su sonido podría combinar con el paisaje de mediodía que se ve por el ventanal, en realidad evoca más a la noche y su misterio.
Lo que suena en esta espaciosa casa a las afueras de Medellín es un nocturno —el L 82. de Claude Debussy para ser más precisos—, y quien toca el piano es una joven que ya parece una avezada pianista.
Se llama Sofía Bustamante Jaramillo y, sea en la intimidad de su casa o ante un público expectante, la fuerza de su interpretación conmueve hasta al más reservado de sus emociones. Estudiante de Música, con énfasis en Piano, de la Universidad de Antioquia; admiradora de Frédéric Chopin, Ludwig van Beethoven, Evgeny Kissin, Krystian Zimerman y Maria João Pires, Sofía se considera apasionada y, aunque la música es para ella un “lenguaje del alma”, también es una “disciplina”, por lo que no se conforma con ensayar una obra una, dos o tres veces, sino hasta que suene perfecta.
El nocturno que interpreta con tanta pasión la hizo merecedora del Primer Premio en la categoría Superior y el Premio Especial a la Mejor Intérprete de un País Latinoamericano en el XIII Concurso Internacional de Piano “Su Alteza Real la Princesa Lalla Meryem”,celebrado en Rabat (Marruecos) entre el 1 y 8 de noviembre de 2018.
Allí cautivó a un exigente jurado conformado por diez pianistas reconocidos a nivel internacional, y puso a Colombia en lo más alto de la música clásica, aunque su triunfo pasó desapercibido en este país de dramas y convulsiones. No obstante, el paso que dio en Marruecos fue el más certero de una corta pero intensa carrera que empezó de niña, cuando la llevaban en una canasta a las clases de piano que recibía su hermana.
La música, su verdadero camino
Nacida en Medellín en 1997, creció en un hogar que profesa un gran amor por la música, el arte y la literatura. Su papá, Wilson Bustamante, es médico otorrinolaringólogo y toca el requinto en el grupo de música andina colombiana Nueva Gente. Leticia Jaramillo, su mamá, es administradora de empresas, escritora y hace cuatro años publicó con Hilo de Plata Editores su novela Mi negro hábito. Además, su hermana mayor, Susana, tomó clases de ballet, que abandonó por el estricto régimen que imponía su profesora, y decidió dedicarse a estudiar piano.
Justo a esas clases también empezó a ir Sofía, aun estando en el vientre de su madre. Cuando nació, Leticia se las ingenió para llevarla en una canasta de bebé que ponía al lado de Susana y tan ingenioso acto creó en ella una fuerte conexión con la música, al punto que cuando Susana practicaba en casa Sofía se sentaba a su lado para imitarla.
Sandra Pérez, profesora de piano de Susana, se dio cuenta de ello y al cumplir los 5 años les sugirió a sus padres que la inscribieran a clases de iniciación musical. Admirada observaba la rapidez con que hacía los ejercicios y en poco tiempo empezó a enseñarle piano. Sabía que tenía talento y por eso, cinco años después, viajó con ella y su familia al Festival de Piano de Bucaramanga, donde varios profesores escucharon fascinados a esa niña inquieta que disfrutaba la música como un juego. Una profesora de Ibagué no escatimó en elogios y fue contundente al pronosticar lo que haría en un futuro: “Esta niña es una leona y se va a comer el mundo entero”.
Aunque todo apuntaba a que la música iba a ser su camino, sus papás la veían más como un complemento a la educación que recibía en el Gimnasio Los Pinares, donde no había formación musical. Incluso, la misma Sofía, a medida que crecía, se veía más como abogada que como pianista, ya que siempre se consideró defensora de la justicia: mediaba a favor de sus compañeras en los problemas que tenían con un profesor y consultaba con interés las universidades que tuvieran la carrera de Derecho.
Las clases continuaron hasta que Sandra sintió que no podía enseñarle más. Sofía estaba en los nada fáciles 14 años y con mayor razón había que encontrar una nueva profesora. El destino, sabio y caprichoso, se encargó de ello y un día al consultorio de Wilson llegó una pianista que dentro y fuera de Colombia se ha ganado todos los aplausos por la valentía con que se ha entregado a la música: Teresita Gómez.
Aquejada por los problemas de su voz, la consagrada pianista acudió a Wilson para darles pronta solución y, al terminar la consulta, él le habló de Sofía y le pidió que la escuchara. Ella aceptó, aunque años atrás ya lo había hecho por petición de Sandra antes de llevarla a un concurso. El contacto entre las dos fue breve, pero cuando volvieron a encontrarse Teresita quedó tan fascinada al escucharla que de inmediato se ofreció a ser su profesora.
Desde la primera clase se propuso pulir el talento de su nueva alumna sin presionarla, dado que ella no estaba segura si la música era un pasatiempo o una profesión a la que podría dedicarse con pasión y disciplina, cualidades que le inculcaba en sus clases.
A los 16 años, sin embargo, empezó a darse cuenta de que efectivamente sí era su camino. Luego de participar, animada por su madre, en el Concurso Jóvenes Talentos Diners Club, en el cual resultó ganadora. El premio fue estudiar dos semanas en el Conservatorio Superior de Música del Liceo de Barcelona, una de las escuelas de música más prestigiosas de España, y donde su perspectiva de la música y la vida cambió por completo. Ver a la gente expresarse tal cual era, deleitarse con las bellísimas edificaciones de Barcelona, recibir clases con grandes maestros y adquirir un ritmo de estudio más intenso, la hizo sentir distinta y convencerse de que la música la movía más que cualquier cosa.
De regreso a Medellín, empezó a dedicarle más horas al piano aunque las obligaciones académicas a veces se lo impedían. Faltando poco para terminar el colegio se preguntaba seriamente si estudiaría Música o Derecho, si dedicaría todas sus energías al piano o pasaría el resto de su vida resolviendo casos interminables. Las preguntas rondaban en el aire, hasta que un buen día Teresita le ayudó a asentarlas en la tierra. Sentadas en la sala de su casa le preguntó sin rodeos qué haría con su vida y al no saber qué responder, le dijo que debería ser pianista. Asombrada, Sofía no creía lo que escuchaba pero la maestra la hizo caer en cuenta del talento que tenía. Algo grande veía en ella, decía, y semejante vaticinio caló tanto en su alumna que no pudo resistirse a visualizarse en diez años. Efectivamente, se veía más en una sala de conciertos que en un juzgado.
La decisión de estudiar Música estaba tomada, pero había que comunicársela a Wilson y Leticia. Temiendo que no la aceptaran, Sofía se resistía a hacerlo sin contar con que ellos, una vez vieron su determinación, la apoyaron sin reservas porque, a fin de cuentas, lo único que les importaba era que fuera feliz.
Por recomendación de Teresita, Sofía inició sus estudios en la Universidad EAFIT en 2016, y si bien tenía buenos profesores (como el pianista Andrés Gómez) y estaba cerca de sus amigas, sentía que alguien le hacía falta. Claro, era su maestra y, como bien afirma Leticia, “un músico elige a su maestro, no una universidad, empezó a hacer las gestiones para en un año ingresar a la Universidad de Antioquia, diametralmente distinta a EAFIT pero donde tendría lo necesario para su formación musical, una febril diversidad que ampliaría sus horizontes y, por supuesto, el apoyo y acompañamiento de Teresita.
Marruecos, el lugar del triunfo
Las clases en la U.de.A avanzaban satisfactoriamente y Sofía, tal como se lo pronosticaron a los 10 años, empezaría a comerse el mundo. En 2017 participó en el IV Concurso Internacional de Piano Federico Chopin en Lima (Perú) y al año siguiente triunfaría en el XIII Concurso Internacional de Piano “Su Alteza Real la Princesa Lalla Meryem” en Marruecos.
Organizado cada dos años por la Asociación de las Amistades Musicales “Les Amitiés Musicales” con la asistencia de la Academia del Reino de Marruecos, el Concurso convoca a pianistas de 10 a 32 años de todo el mundo y tiene las categorías de Jóvenes Pianistas, Superior, Excelencia y Virtuosismo.
Gracias a la invitación que le hizo una profesora, a quien le había llegado un correo electrónico con la convocatoria del Concurso, Sofía se animó a participar. Al leer las reglas del concurso y sus respectivas categorías, de inmediato descartó la de Virtuosismo debido a su dificultad y optó mejor por la de Superior, en buena parte porque se sentía identificada con el compositor escogido para dicha categoría: Claude Debbusy, francés, exponente de la música impresionista y de quien debía interpretar el Nocturno L.82.
Además de esta obra debía incluir en su repertorio una romántica y una barroca o clásica de su escogencia. Ella se fue con el Scherzo No. 1 de Chopin y el Preludio y fuga No. 13 en Fa# mayor de Johann Sebastian Bach, y mientras este le resultó sencillo y ameno, Chopin y Debbusy no se la pusieron nada fácil, por lo que los ensayos tuvieron que ser intensos.
Expectante pero a la vez incrédula, se presentó al concurso y para sorpresa suya fue seleccionada, siendo la única cuota latinoamericana junto a Marco Antonio Cuevas Riffo (Chile) y João Elias Soares (Brasil). Acompañada por sus padres viajó hasta Marruecos y allí pudo interactuar con pianistas de diferentes nacionalidades. Su presentación sería el martes 6 de noviembre en el Teatro de la Academia del Reino de Marruecos y para ese día había planeado iniciar con Bach, seguir con Chopin y finalizar con Debbusy.
Sin embargo, a último momento, le cambiaron el repertorio y debía iniciar justamente con el nocturno de Debbusy que tanto le costó ensayar. Su plan se fue a pique y casi le da un ataque de pánico antes de salir al escenario, pero una vez empezó a tocar el piano dejó que la música hiciera lo suyo. Al final quedó con una sensación agridulce porque si bien pudo tocar las obas de Bach y Chopin con soltura, la de Debbusy no sonó como quería.
Firmemente convencida de que no ganaría, se marchó al hotel y horas más tarde tuvo que regresar al Teatro para conocer los resultados del Concurso, que serían anunciados en francés. Aunque no entendía nada de lo escuchaba, mientras anunciaban a los ganadores del Tercer y Segundo Premio decía para sus adentros que no iba a ganar, y cuando llegó el turno del Primer Premio se llevó una gran sorpresa al escuchar su nombre junto a los de Adam Heron (Irlanda), Daria Lyssenko (Rusia) y Gabriela Kovaliova (Lituania).
Los cuatro habían sobresalido por la calidad de su interpretación y el jurado, conformado por diez reconocidos pianistas y compositores como Myrian Dauselberg, Véronique Guillo y Marouan Benabdallah, decidió que compartirían tal distinción. Era sin duda el momento más importante en la vida de Sofía pero la emoción que la embargaba le hacía creer que no había ocurrido, hasta que un miembro del jurado se acercó para confirmárselo.
Luego de la premiación, conversó con algunos miembros del jurado y no paró de recibir elogios. Uno de ellos, Adriano Jordão (portugués, fundador del Festival Internacional de Música de Macao y con una extensa trayectoria artística que lo ha llevado por Europa, América, África y Asia) se ofreció a ser su anfitrión cuando quisiera ir a Portugal y le dijo estas palabras que al día de hoy Sofía recuerda emocionada: “Cuando entraste fue un baño de música para nosotros”.
Tras haber conseguido el triunfo en Marruecos, Sofía regresó a Medellín con más confianza en sí misma y el propósito de seguirse formando como pianista. 2019 empezó muy bien para ella, ya que por segundo año consecutivo asistió becada, junto a 43 estudiantes de música de diferentes regiones de Colombia, a las clases magistrales del XIII Cartagena Festival Internacional de Música (realizado del 4 al 13 de enero), dictadas por maestros nacionales e internacionales, entre ellos 13 de la Philharmonia de Londres.
Por ahora no tiene planeado presentarse a ningún concurso, sino aumentar su repertorio pianístico y mejorar la motricidad de sus manos. Eso sí, para el otro año se puso uno de sus retos más grandes y es audicionar a la Orquesta Filarmónica de Medellín (Filarmed) y cumplir el sueño de tocar junto a una orquesta en un gran teatro.
Con una carrera en ascenso, la música le ha dado disciplina y mayor conocimiento de sí misma. También amor por lo que hace y un deseo constante de marcar la diferencia, algo que la ha puesto a pensar mucho en los últimos días porque en sus conciertos no quiere conformarse con tocar y ya, sino concientizar al público de algún problema mundial o simplemente cambiarle la vida por un momento. Ese, además de la pasión con que toca, quiere que sea su sello propio de ahora en adelante, porque está convencida de que con la música puede ayudar a otros.