Transmedia

El color como narrativa: la propuesta estética de Wes Anderson

16 / 02 / 2018

Detallada mirada a un recurso importante en las películas del reconocido director Wes Anderson.

La eficacia del cine depende de muchos factores que pueden hacer que una historia en particular sea poderosa: guiones únicos, actores destacados, cámaras de última generación, iluminación y un buen diseño de sonido. Estos elementos juegan un papel importante en el valor de una producción; además, el séptimo arte está profundamente arraigado a una interpretación artística.

El aporte estético es, posiblemente, la herramienta más poderosa que tiene un director para establecer un tono específico y conectarlo a los corazones de su público. El estilo trasciende el arte a tal punto que es reconocible qué director hizo una película si tiene un método particular de representar su historia: tal es el caso del cineasta estadounidense Wes Anderson.

 

Los mundos ficticios evocados en las películas dirigidas por Anderson tienen una coloración precisa: unos tonos pastel muy particulares que pintan los cielos, empapan los edificios y visten a los personajes, hacen que los paisajes creados parezcan casi de ensueño. La lente difuminada a través de la cual miramos en el mundo único del director tiene una calidad retro que proyecta a sus películas una nostalgia por un tiempo que podría haber sido.

La técnica usada por este director, de la mano de su colorista, no consiste en usar una paleta de colores explosivos: es que no es amarillo chillón, es mostaza; no es magenta, es rosa pastel; no es rojo, es vinotinto. El rosa apagado de The Grand Budapest Hotel hace que el hotel sea el personaje más grande de la película; la muy particular mostaza francesa interpretada por Gwyneth Paltrow en The Royal Tenenbaums; el aceitunado boyscout en Moonrise Kingdom, inclusive el uso extenso de amarillos en su corto Hotel Chevalier, que hacen que las emociones y los personajes estén relacionadas al uso del color.

La narración de estas películas no se cuenta únicamente a través de sus personajes y el desarrollo de la historia: el color — en el caso de Anderson — es uno de los factores más importantes para entender qué sucede en la película, porque el uso de un color en cada escenografía transmite una emoción o una historia que trasciende a lo contado.

El cine como un microcosmos tiene un poder innato para dar forma a la percepción de aquellos que están expuestos a él. El color usado adecuadamente en cualquier producto visual juega un papel fundamental en el entendimiento de lo que se ve y las sensaciones que ello genera, creando una psicología del color que puede llegar a ser empleada a favor en las películas. El estilo poco convencional de Anderson y la exploración del lado más indeseable del comportamiento humano cotidiano hace que sea memorable en los recuerdos de los amantes del cine.

El color puede afectar la mente a tal punto que los mismos tintes se relacionan con las emociones que se van sintiendo. Esta percepción de la interconexión de los sentidos y el intelecto también es, en términos generales, sinestésica por naturaleza. Esta sinestesia — sensación —, o respuesta que involucra más de un sentido, es común entre los espectadores de las películas de este director.

Sus películas son casas de muñecas cinematográficas: su maravilla está en la perfección de su recreación exagerada de ese imaginario construido con detalles. Wes Anderson elabora meticulosamente sus imágenes visuales para que el público reconozca la intención de su trabajo como director, un estilo de dirección distintivo que ha logrado fama y notoriedad en los últimos años.