Literatura

«Corea es el cadáver insepulto de la Guerra Fría»

5 / 07 / 2017

Andrés Felipe Solano habló con Laterales Magazine de Cementerios de neón, su más reciente novela en la que la Guerra de Corea persigue a sus protagonistas.

Cementerios de neón es una novela negra en la que no hay femme fatale, ni crimen para resolver, ni tampoco se dispara un arma, a no ser las millones que se dispararon en la remota e inacabada Guerra de Corea, conflicto en el que Colombia fue el único país latinoamericano en participar con un contingente de 5.100 combatientes, de los cuales 163 murieron, 448 fueron heridos, y 47 desaparecieron para siempre.

También se podría decir que Cementerios de neón es una novela de guerra en la que no existe ni el heroísmo ni el arrojo, y donde la mayor gloria consistía en haber sobrevivido, en saberse adaptar a la vida que siguió después de una guerra que, en el fondo, para la único que cuenta en la novela de Andrés Felipe Solano, era para propiciar el encuentro de dos almas huérfanas: el capitán Salgado y el maestro Moon, muy en la línea de la frustrada relación entre Jack Celliers, interpretado magistralmente por David Bowie, y Yonoi, el actor Ryuchi Sakamoto, en Merry Christmas Mister Lawrence, (1983), la película del japonés Nagisa Oshima que se desarrolla en un campo de prisioneros.

En ese sentido se podría afirmar que Cementerios de neón es una novela de amor sin declaraciones altisonantes, sin escenas románticas y sin besos, a no ser los que se venden en los burdeles de besos tan frecuentes en Seúl. Es la historia oculta de un amor prohibido, de una familia disfuncional, con dos padres que se aman y dos hijos que se repelen. Y como telón de fondo la Guerra de Corea, una guerra lejana, olvidada pero no finalizada, que sigue viva como el fuego debajo de los rescoldos.

Portada de libro Cementerios de neón

Portada de Cementerios de neón. Publicada por la editorial Tusquets.

Hace unos meses conversé con su autor luego de presentarla en el centro cultural La Pascasia en Medellín. Andrés Felipe Solano nació en Bogotá en 1977 y alterna al periodismo con la literatura. Estudió en la Universidad de Los Andes y fue editor de crónicas en la revista Soho. Es bastante conocida su crónica de inmersión Seis meses con un salario mínimo, finalista del premio de la Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI) y que más adelante se convirtió en un libro editado por Leila Guerriero.

Además de Soho, crónicas suyas han aparecido en publicaciones nacionales e internacionales como Arcadia, Gatopardo, Babelia-El País, Granta y The New York Times Magazine. Es autor además de las novelas Sálvame, Joe Luis (2007) y Los hermanos Cuervo (2012), y en 2015 obtuvo el Premio Biblioteca de Narrativa Colombiana de la Universidad Eafit por su libro Corea: apuntes desde la cuerda floja, una serie de crónicas en las que relata sus días en Corea, país donde reside actualmente.

En esta entrevista hablamos de Cementerios de neón y su proceso de escritura, además de la influencia que ha ejercido en él Juan Carlos Onetti, su gusto por las road movies, la vertiginosa vida nocturna de Seúl y de una guerra que aún sienten sus habitantes.

¿Cuál fue la génesis de Cementerios de neón? ¿Cuál fue el desafío narrativo de esta tercera novela? ¿Te sirvió de algo haber escrito antes Sálvame, Joe Louis y Los hermanos Cuervo, o te tocó comenzar de cero?

 Esta historia es muy vieja. Aarranca cuando comencé a trabajar como reportero en Cromos, creo que en el año 2000, y una de las primeras crónicas que realicé fue sobre un veterano de la Guerra de Corea, y desde ese momento me di cuenta que tenía una historia que me gustaría contar en el ámbito de la ficción. Después ese veterano me contactó con otro veterano, al que fui a visitar en Cali, y él me contó una historia que me gustó aún más sobre este Batallón Colombia, y al final de esta charla me regaló una foto de su escuadra con unas chicas en un burdel de Busán, en donde aparecen cinco colombianos y cinco coreanas.

Desde ese momento me propuse escribir la historia de esa foto, pero bueno, de eso hace 15 años, y desde ese tiempo quedó ese hecho en mi cabeza, y cuando finalmente me fui a vivir a Corea me dije que eso ya era una coincidencia demasiado grande, pues yo podría haber terminado viviendo en cualquier lugar del mundo, pero justo acá y justo al lado de una base militar norteamericana, y al lado del museo conmemorativo de la Guerra. Eran muchas señales. Empecé a tomar muchas anotaciones, y a leer mucho sobre la Guerra de Corea, pero me di cuenta que no quería hacer una novela histórica sobre este suceso. Entonces, yo creo que ese fue el principal desafío narrativo al que me enfrenté: contar la historia de un colombiano que combatió en la guerra de Corea en mis propios términos.

Foto inspiracion Cementerios de Neón

La foto que inspiró a Solano a escribir Cementerios de neón. Foto cortesía del autor.

Como Cementerios de neón se presentó hace unos pocos meses, ¿podrías hablarnos de la historia y sus personajes principales?: El Capitán, que es el veterano de la guerra; el maestro Moon, el otro veterano que es profesor de taekwondo; Vladimir, el villano y farsante, muy en la línea de los personajes de Juan Carlos Onetti; y Salgado, que es una especie de alter ego tuyo.

La historia comienza cuando el Capitán regresa a Corea, 50 años después de haber terminado la guerra, y le pide a su sobrino Salgado que le ayude a encontrar a Vladimir, un tipo al que Salgado no veía hacía mucho tiempo, con el que había compartido un par de años en una academia de taekwondo que era regentada por el maestro Moon, el otro veterano de la Guerra de Corea. Eso es lo principal.

Entre estas cuatro personas se teje luego una red de relaciones que el lector tiene que descubrir, porque realmente Cementerios de neón no es una novela histórica ni una novela sobre la Guerra de Corea, y si bien existe una trama policiaca tampoco resulta ser una novela negra clásica. Digamos que en esa medida tiene muchas capas, y es una de las cosas que me alegra haber obtenido, porque según el tipo de lector va a encontrar algo diferente, incluso está por ahí una historia que une al Capitán y el profesor Moon, que yo me encargué de sembrar las pistas a lo largo de la novela para que el lector avezado, que está muy pendiente, pueda de verdad caracterizar esta relación.

Ya mencionaste que en ningún momento te quisiste montar en el proyecto de una novela histórica con Cementerios de neón, pero también es evidente que en muchos de los pasajes de la novela estás permanentemente oscilando entre el pasado y el presente de Colombia y Corea. ¿De qué manera conseguiste moverte entre estas dos temporalidades sin convertirlo en una disección del pasado o del presente?

No quería hacer una novela histórica pero obviamente el pasado de un personaje como el Capitán permea toda la novela. Entonces estarme moviendo entre estas dos temporalidades fue un desafío muy grande. Digamos que apelé a algo muy presente en mi narrativa, que es combinar un hecho histórico con experiencias personales, que al unirse genera unas vidas muy particulares, como por ejemplo en Los hermanos Cuervo, en el que aparece un campeón de ciclismo en los años sesenta, que no es algo muy común; y ahora en Cementerios de neón, la vida de un veterano de la Guerra de Corea.

Lo que hago es que a este trasfondo lo fusiono con elementos que me atañen personalmente, con cosas que yo he vivido. Por ejemplo, al principio yo no tenía al personaje de Salgado, y cuando decidí incluirlo la novela empezó a tomar forma. Entonces bascular entre estas dos temporalidades, entre una experiencia histórica y una vivencia más directa, porque Salgado comparte muchas de las características de mi vida en Corea, y amarrar estos componentes con un hecho del pasado que esté refundido, eso era precisamente lo que estaba tratando de conseguir en Los hermanos Cuervo y ahora en Cementerios de neón.

Batallón Colombia llegando a la ciudad de Busan

Batallón Colombia llegando a la ciudad de Busan. Foto tomada del fanpage de Cementerios de Neón

¿Y cuál fue tu metodología para documentarte sobre la Guerra de Corea? ¿Cómo seleccionaste la información?, porque deben existir miles de documentos referentes al hecho, aunque son pocas las obras narrativas y cinematográficas que se conocen, y son más escasas aún en nuestro medio. Es una especie de guerra olvidada, aunque nunca se ha dado por terminada, ¿cierto?

Para el resto del mundo la de Corea es una guerra olvidada, pero está muy presente en la vida cotidiana del país, donde todavía se sienten los coletazos de este conflicto. Existe inclusive un ministerio de los veteranos, porque de alguna manera Corea es el cadáver insepulto de la Guerra Fría. Yo empecé a investigar para Cementerios de neón con este par de testimonios de los dos veteranos, además, el veterano que entrevisté en Cali me regaló un pequeño libro que publicó él mismo, que fue lo primero que leí y releí varias veces para escribir Cementerios de neón, en donde mucho de la vida del Capitán se nutre de este relato.

Ya a través de este libro conecté con otros testimonios, entre los que se cuentan varios libros de oficiales que se ocupaban un poco más de explicar por qué Colombia terminó participando en esta guerra al otro lado del mundo, y en esa medida no me interesaban tanto, pero contenían detalles que yo iba recolectando; entonces fue como ir recogiendo pormenores en estos testimonios e informes, y hasta ahí porque en narrativa existe muy poco. Está una novela de R.H. Moreno Durán llamada Mambrú, que leí y no me llamó la atención en particular; existe una obra de teatro de Jairo Aníbal Niño que también aborda la Guerra de Corea que se llama El Monte Calvo, que no leí, y finalmente, alguien se acordó que en la obra de La Candelaria, Guadalupe años sin cuenta, hay un personaje que es veterano de la Guerra de Corea.

Inclusive a nivel mundial son pocas las películas referentes a la Guerra de Corea. Por ejemplo, en el cine de Hollywood solo existe una película emblemática llamada El mensajero del miedo, una producción de 1962 dirigida por John Frankenheimer, y con la actuación de Frank Sinatra y Janeth Leigh. De resto son pocas las producciones que tengan a la Guerra de Corea como telón de fondo, si se les compara con las películas sobre la Segunda Guerra Mundial o la Guerra de Vietnam

Y a la vez pasa lo mismo con la narrativa en Colombia. Entonces, mi labor consistió en hacer acopio de ese poco material, y eso sí, aproveché el estar en Corea en donde se me facilitó conseguir material escrito en inglés, o libros de segunda mano en donde encontré testimonios de oficiales y soldados norteamericanos que tuvieron algo que ver con la participación de nuestro país, porque el Batallón Colombia fue puesto muy cerca de un regimiento gringo y trabajaron juntos en varias operaciones; entonces conseguí algunos testimonios en estos libros de memorias. De resto fue información que obtuve en algunos blogs especializados en la Guerra de Corea.

Pero sí, como mencionaste, yo tenía un montón de material, y me pasó algo muy particular, y fue que cuando comencé a redactar la segunda parte, que tiene mucho más que ver con la Guerra de Corea, pues decidí no utilizar las notas que había ido recogiendo durante dos o tres años, y resolví enviarme de un tirón largo. Después sí contrasté lo que había escrito con los apuntes mirando qué tipo de inconsistencias existían, y que detalles podría encajar en la narración, así como cosas que podía añadir o suprimir; en esa medida puedo decir que lo controlé relativamente fácil, porque sí tenía mucho susto de quedar sepultado por toda esa cantidad de información.

Mencionaste antes que Cementerios de neón tiene una especie de armazón policiaco, y has referido en varias ocasiones tu admiración por Rubén Fonseca. ¿Qué te atrae del género policiaco en especial, y de qué manera has utilizado el género en tu obra? Claro, en lo que se pueda saber, pues tampoco hay necesidad de meterse a la cocina del escritor

Desde la universidad Rubén Fonseca es un escritor que me ha gustado mucho, y del género policiaco me interesa es su exploración de la ciudad y, a la vez, la exploración del individuo. Entonces se puede decir referente a Cementerios de neón que su primera parte tiene una armazón policiaca, porque es una persecución por todo Seúl, una especie de búsqueda frenética del Capitán y Salgado tras la pista de Vladimir.

Aparte de esta estructura policiaca evidente en Cementerios de neón, existe un gusto que se puede notar también en Sálvame, Joe Louis y Los hermanos Cuervo, y tiene que ver con los road movie. Inclusive, Cementerios de neón comienza con un viaje de Seúl al aeropuerto, de ahí salen para el hotel, luego se dirigen al restaurante de pato, a continuación a los burdeles. Cementerios de neón es en el fondo un periplo por todo Seúl, un road movie al interior de la ciudad.

¿También te atrae el género del road movie, tanto en su vertiente cinematográfica como literaria, y cómo lo utilizaste en Cementerios de neón?

Muchísimo. De hecho en Los hermanos Cuervo la última parte consiste en un viaje por carretera de Medellín a Maicao. Los road movie han estado presentes desde Sálvame, Joe Louis, que más que una road movie es un intento por plasmar algo de lo que estoy convencido: los personajes que me atraen terminan siempre desplazándose.

En Corea: apuntes desde la cuerda floja hay una frase que condensa muy bien esa sensación: “El movimiento como cura infalible contra todos los miedos”

Bueno, sí, eso es un poco lo que quiero decir, porque en Sálvame, Joe Louis, Boris Manrique, el protagonista, se camina todo Bogotá, en Los hermanos Cuervo hay un largo viaje en auto, y en Cementerios de neón también hay muchos desplazamientos, se caminan todo Seúl entre el Capitán y Salgado, incluso al final también tiene que ver con un traslado hasta la frontera. El road movie siempre ha estado muy presente en mi narrativa.

Portada de Corea apuntes desde la cuerda floja

Portada de Corea: apuntes desde la cuerda floja, libro ganador del Premio del Premio Biblioteca de Narrativa Colombiana de la Universidad Eafit.

No sé si es por una cuestión de pudor personal o por ética profesional, pero no eres muy amigo de estarte refiriendo a la obra de tus contemporáneos, o de forma similar te he visto evadir polémicas de índole libresca; sin embargo, has manifestado tu admiración por la obra de un escritor que no es muy conocido a pesar de lo poderoso y lo grande que es; me refiero a Juan Carlos Onetti.

¿Qué te atrae de este escritor uruguayo con este estilo de vida bastante crapulosa, con estos personajes indolentes, farsantes, parecidos a ese escritor que mencionas en tu libro de Corea, Albert Cossery, para quien el paraíso era poderse quedar en su casa fumando cigarrillo, cuidando las matas, acostarse a mirar el techo?

Sí es verdad. No sé cómo se lee ahora a Juan Carlos Onetti, pero incluso en la universidad no recuerdo si comencé a leerlo porque un compañero me lo recomendó o porque en una librería me lo encontré, pero lo que sí recuerdo es que no fue en un curso de la carrera el motivo por el que lo hubiera leído. Juan Carlos Onetti tiene un peso muy grande en todo lo que escribo; inclusive hace poco alguien me preguntaba por mi manera de adjetivar y yo creo que tiene que ver con Onetti, y sería muy tonto negarlo o tratar de esconderlo.

El cuidado en el lenguaje es brutal y, por otra parte, si bien sus personajes piensan o divagan muchísimo, siempre hay una historia que fluye después. Quizás eso es lo que más me gusta, que se desenvuelve dentro de estas dos esferas: no es un solipsismo existencialista, tampoco está engolosinado con el lenguaje de por sí, sino que también le interesa que sus personajes se muevan y hagan cosas, o bien que estén tirados fumando y pensando pero en una continuidad que es muy atractiva para el lector. Aparte, una de las cosas que más me gustan de él, que escritores como Vargas Llosa no comprendieron o comprendieron muy tarde, es que Onetti se atreve a despreciar a sus propios personajes, y eso para mí es una cosa complicada, y no muchos escritores lo consiguen o se atreven a crear personajes que él mismo puede odiar, y que igualmente resultan tan atractivos.

Como Larsen, el Juntacadáveres

Exacto. Entonces como tú dices, bastante de Onetti está puesto en el personaje de Vladimir.

Incluso en Cementerios de neón aparece un circo de los hermanos Larsen.

Esa es una referencia bien directa.

Placa en recuerdo de los soldados colombianos muertos en la Guerra de Corea

Placa en recuerdo de los soldados colombianos muertos en la Guerra de Corea, ubicada en el Cementerio de las Naciones Unidas (Busan, Corea del Sur). Foto tomada del Fanpage de Cementerios de neón.

Ya por último, quería preguntarte cómo vives tu cotidianidad en Corea, pues uno acá desde la distancia a cada rato oye hablar de lanzamientos de misiles, de desplazamientos de tropas a la frontera con Corea del Norte; ese tipo de noticias que mojan prensa todos los días.

De todas maneras has vivido buena parte de tu vida en Colombia, y si algún país estuvo preso de una zozobra sin treguas durante los años ochenta y noventa fue Colombia, entonces se puede decir que tienes un entrenamiento óptimo. ¿Cómo es tu día a día, tu desenvolvimiento cotidiano, la vida nocturna, tus escapadas a Golmok, ese bar ya legendario en tus libros?

Vamos a ver cómo me va ahora que no tengo esta novela en medio, cómo voy a llenar estos días, pero normalmente voy al instituto en donde trabajo varias horas a diario, y según la época [continúo con] mi labor en la radio. Lo que te puedo decir respecto a la tensión permanente con Corea del Norte, es que los coreanos han aprendido a convivir con esto desde hace mucho tiempo. Eso es algo que yo mencionaba en el libro de Corea, es que el lanzamiento de los misiles en esta época es señal de que está llegando la primavera. Obviamente que es una situación que le preocupa a muchísima gente, y también existen grupos que hacen eco de estas noticias porque les conviene, sobre todo mucho político que sobredimensiona las noticias, o intentan aterrorizar a la población, en especial los políticos de derecha, para que la población esté de acuerdo con su mirada sobre la realidad cotidiana.

Los Padres de la Patria de todas las naciones del mundo

Exactamente. Los Padres de la Patria son los mismos tipos que terminan medio embaucando a Vladimir en Cementerios de neón. Los Padres de la Patria existen y ahora mismo están haciendo protestas. En ese sentido Corea es muy efervescente, hay muchas protestas, pero curiosamente son protestas que llegan a un fin; por ejemplo, hace poco dieron una muestra muy grande de la fortaleza que tiene la democracia coreana, a pesar de que es relativamente joven, unos veinte años o un poquito más, y es que acaban de hacer renunciar a su presidenta, Park Geun Hye, por un caso de corrupción. Ahora está pendiente de ir a juicio, y lo consiguieron porque se manifestaron miles y miles durante muchos fines de semana. Entonces la gente está pendiente de esta realidad, se manifiesta y sigue adelante con sus vidas.

Además, Seúl es una ciudad igual de efervescente, con una vida que nunca para, con una oferta nocturna en plena ebullición, con una abundante posibilidad de entretenimiento. Es una ciudad que funciona las 24 horas y esa es una de las cosas que más me gusta de vivir allá, que no es esa cosa de Colombia, por lo menos de Bogotá, que la ciudad se muere a las diez de la noche sino es un fin de semana, y a esa hora ya no se ven ni los perros en la calle.

Entonces quiero rematar con una pregunta que dejaste planteada en Cementerios de neón y que no la respondes, cuando mencionas las funciones de cine de tres de la mañana en Seúl. ¿Qué se pone a hacer una persona a las cinco de la mañana después de salir de una función de cine de las tres? 

Buscar desayuno, a esa hora hay un montón de restaurantes abiertos. Una sopa bien picante de desayuno. Eso es lo mejor.

¿Y a qué horas abren el bar Golmok?

A las siete de la noche. Me gustaría que abrieran un poco más temprano, pero normalmente entre semana es a las siete. Los domingos sí abren a las cinco.

Gracias, Solano

Con mucho gusto.

Puerta de Dongdaemun Seul. Corea del Sur 1955. Foto tomada de pinterest.com

Puerta de Dongdaemun Seul. Corea del Sur 1955. Foto tomada de Pinterest.com