Literatura

La mala hora de las editoriales independientes y universitarias por el Covid-19

4 / 04 / 2020

Son tiempos difíciles para el sector editorial en Colombia y en medio de la incertidumbre urge tanto el apoyo como la necesidad de reinventarse.

El mundo está en vilo debido al Covid-19: miles de muertos, ya un millón de casos confirmados, ciudades y países enteros en cuarentena; el creciente miedo a contraer el virus y la demora para lograr una vacuna, a pesar de los esfuerzos persistentes y a contrarreloj, generan un escenario sumamente complejo. Muchos han tenido que tomar un receso forzoso, con las directas implicaciones económicas que esto conlleva. Y, como parte de las nuevas circunstancias, ha sido el sector editorial uno de los que ha llevado la peor parte.

Países como Italia y España fueron los primeros en el hemisferio Occidental en sufrir los embates del Covid-19, así como los primeros en detener sus economías para evitar la propagación del virus mediante el encierro de poblaciones enteras en sus casas. Por supuesto, se afectaron de manera drástica las ventas de libros, dado que muchas librerías tuvieron que cerrar. En el caso de España la caída en las ventas de libros en físico generó un aumento de las descargas de libros digitales, mientras en el resto de Europa eventos como el Salón del Libro de París y la Feria del Libro Infantil de Bologna tuvieron que ser cancelados.

En Colombia la situación no es distinta. A la cancelación o el aplazamiento de importantes eventos como la Feria Internacional del Libro de Bogotá (FILBo), se suma la delicada situación por la que está pasando el sector editorial, que igual que en el resto del mundo está parado y padeciendo las consecuencias económicas de la cuarentena obligatoria, dictaminada por el gobierno para controlar la expansión del virus.

En una carta enviada el 30 de marzo a la ministra de Cultura de Colombia, Carmen Vásquez, la Asociación Colombiana de Libreros Independientes (ACLI), Asociación de Creadores de Literatura Infantil y Juvenil (ACLIJ), Asociación Colombiana de Traductores, Terminólogos e Intérpretes (ACTTI), Asociación de Editoriales Universitarias de Colombia (ASEUC) y las Editoriales Independientes de Colombia lanzaron su voz de alerta y solicitaron al Ministerio de Cultura que los beneficios de los decretos 474 y 475 (con los que se pretende dar un salvavidas al sector cultural) también se extiendan a ellos.

Así mismo, le recordaron la importancia del libro y de la industria editorial como una expresión y representación de la cultura nacional, “ya que permiten dar a conocer el talento, la cultura y la creatividad de su gente y sus regiones; en consecuencia, el mundo editorial es parte fundamental de las industrias incluidas en la Economía Naranja, impulsadas en este gobierno.”

Si bien es cierto que hay bienes de primera necesidad a los que los colombianos deben tener acceso de manera prioritaria, los libros son parte fundamental de la construcción de tejido cultural, educativo y, además de ello, es una fuente de entretenimiento tan válida como otras expresiones artísticas, lo que lo hace una opción a tener en cuenta para millones de personas que buscan diversidad de actividades para realizar en casa y pasar el tiempo de cuarentena. Es por ello que el malestar de las editoriales y librerías se ha hecho notar, ya que pareciera que el Gobierno Nacional se olvidó de los trabajadores del mundo de los libros.

El precio de ser editoriales independientes

Las editoriales independientes han sido, durante los últimos años, las que han dinamizado el sector en el país, con una variada cantidad de propuestas y nuevos autores que han sabido conquistar a sus lectores y expandir el público que accede a los libros. Sin embargo, han tenido que afrontar un contexto económico complejo, donde la fuerte desaceleración en el crecimiento del país ha ralentizado su crecimiento.

La amenaza que se cierne sobre el sector editorial a raíz de la pandemia del Covid-19 hace que se enciendan todas las alarmas, más si se piensa en el futuro tanto de las pequeñas editoriales como en el de sus trabajadores, autores, ilustradores y demás personas del ecosistema del libro, quienes ven cómo esta pandemia puede acabar con años de duro trabajo si el Gobierno no lanza una ayuda que les permita solventar la actual coyuntura.

¿Por qué el malestar de las editoriales independientes con las medidas adoptadas por el Gobierno Nacional en los decretos 474 y 475? Posiblemente porque ambos decretos parecen centrarse, en gran medida, en la industria audiovisual y de espectáculos, aunque también cobija a los gestores culturales (adultos mayores) con el pago de unos BEPS Naranja, y, en menor medida, a las artes escénicas y teatros.

Esto generó malestar no solo en las editoriales, sino además en otros sectores culturales, que sienten que el Gobierno los está dejando desprotegidos, sobre todo en un momento tan complejo como el actual. Cabe destacar que la administración actual tenía como bandera de campaña “la economía naranja”, que sigue sin despegar y generando más dudas que certezas, aunque eso será cuestión de otro análisis.

Pero incluso en medio de un mar de dudas, muchas editoriales y otros sectores esperaban los posibles “beneficios” de la economía naranja, la cual hasta la fecha lo únicos que han accedido a ella parecen ser las productoras audiovisuales, mientras que el mundo editorial sigue aguardando un trato más equitativo. La espera en este momento se hace imposible, más cuando la supervivencia del sector se ve amenazada y el Gobierno Nacional parece totalmente descolocado mientras va improvisando sobre la marcha.

Las editoriales lo hacen visible en la carta enviada a la ministra de Cultura, Carmen Vásquez: “Éste es un momento crítico de la industria editorial, la bibliodiversidad y la cadena del libro, que en su conjunto presentan problemas reales que necesitan la acción y la voluntad política de las instituciones públicas, ministerios, las cámaras de comercio y las cámaras gremiales que deben actuar con propiedad en la inyección de recursos para aminorar la crisis, que, sumadas a la pandemia y a la crisis económica y de salud, llevarán a la ruina a un sector frágil, aumentando en el país la concentración de los grupos multinacionales, en detrimento de la cultura y la edición nacional, de los individuos y de los actores locales que conforman el sector”.

En Laterales Magazine lanzamos entonces la pregunta: ¿cómo ha afectado la contingencia por el Covid-19 a las editoriales independientes y a qué alternativas han recurrido durante estos días para poder seguir vendiendo sus libros?

Alexandra Pareja, gerente de Angosta Editores, asegura que el trabajo de la editorial fue solventado con teletrabajo, disminuyendo así la necesidad de salir.  En cuanto a la venta de los libros, comenta que en un primer momento decidieron despacharlos desde su sitio web con un descuento. El experimento fue exitoso y lograron superar las primeras semanas, recibiendo una respuesta positiva de los compradores; sin embargo, el aumento de las restricciones por parte del Gobierno Nacional, hizo imposible seguir despachando los libros y tuvieron que cerrar las ventas a través del sitio web.

Además, hubieron de tomar otras decisiones, como cancelar su participación en la FILBo, siendo la feria en la que mejor les va, y por lo tanto detener el lanzamiento de un nuevo libro que iban justamente a presentar en la Feria. “Seguimos trabajando en el mantenimiento de la editorial, en todo lo que tener empresa acarrea, pero sin pedidos de librerías, sin movimiento comercial, que es lo preocupante”, anota.

En una situación similar se encuentra otra editorial independiente, Hilo de Plata Editores. Janeth Posada, directora de Hilo de Plata y también de la Editorial de la Universidad Nacional, Sede Medellín, cuenta que la contingencia afecta a todo el sector, “pues el cierre de librerías y el que se hayan pospuesto ferias, cortan el acceso de un gran número de lectores, visitantes tradicionales de estos espacios.

Lo que ves es un giro total a la virtualidad, un poco a «los golpes», pero ha sido la manera de que editores y libreros sigan en contacto con su público”, anota y agrega que iniciativas espontaneas y solidarias, como estrechar los lazos entre libreros y lectores y los bonos futuros (que consisten en comprar un bono que puede ser redimido por un libro una vez termine la cuarentena), permiten ver que el mundo del libro se está repensando.

En el caso de Sílaba Editores, su directora, Lucía Donadío, comenta que “La afectación es enorme. Teníamos preparados varios libros para la FILBo y habíamos invertido en ellos nuestros ahorros. Ahora estamos trabajando medio tiempo para bajar un poco los gastos y esperar a ver cómo va evolucionando esta crisis. Estamos vendiendo libros directamente a través de redes sociales”, pero estas ventas son pequeñas y no logran solventar la totalidad de los gastos.

Tragaluz Editores también se ha visto afectada por esta contingencia, ya que las puertas de su sede, que antes de la cuarentena funcionaba como un centro cultural con una programación activa, se encuentran cerradas. “Tragaluz pasó de ser no más editorial, a ser un centro cultural donde lo más importante era el encuentro con la gente y precisamente en este momento lo que no podemos hacer es encontrarnos. Prácticamente estamos trabajando al 30% de lo que podemos hacer, la casa está totalmente cerrada y todos, que somos 15, estamos trabajando desde nuestras casas”, asegura Pilar Gutiérrez, directora de Tragaluz.

El caso de las editoriales universitarias no dista mucho de las independientes, ya que esta situación las ha obligado a parar y también a reinventarse.

Claudia Ivonne Giraldo, directora de la Editorial EAFIT, comenta que esta contingencia, “única y esperamos que irrepetible”, los ha afectado de diversas maneras: “Paramos en seco para revisarnos, pensarnos desde el teletrabajo y la continuidad de todas nuestras tareas. Nuestro equipo ha sido muy profesional y ha tomado las cosas con calma, hemos podido continuar con el listado de nuestros libros en proceso”.

Dado que los talleres de impresión están cerrados, la editorial optó por sacar la mayor cantidad posible de sus libros, que están en proceso de edición, en una versión digital o eBook, al tiempo que busca fomentar las ventas por plataformas digitales y espera poder entregar dentro de poco los libros físicos que vendan a través de plataformas como LibreríadelaU.

A la par de estas estrategias, la Editorial EAFIT busca desarrollar su labor social a través de actividades como “una sección de cuentos leídos en voz alta, «Cuentos para acompañarte», en las voces de nuestros autores y editores, para contribuir en algo a que las personas puedan aprovechar estos días y disfrutar con esas ventanas abiertas que son los cuentos, las buenas historias”.

Por su parte, la Editorial Universidad de Antioquia, dirigida por Patricia Nieto, ha tenido que cerrar uno de sus puntos de venta más grande, la Librería Universitaria, al igual que la imprenta de la Universidad de Antioquia, donde imprime la mayoría de su material y de otras dependencias del Alma Mater como libros, cartillas y revistas. Además, el trabajo editorial se ha tenido que hacer vía virtual, dado que todo el personal se encuentra por fuera de las instalaciones de la universidad.

La Universidad ha puesto a disposición de todas las personas unas plataformas de trabajo digital que nos han permitido avanzar con algunos de los procesos administrativos y del proceso editorial y de curaduría de los textos propiamente dichos, además que hemos podido tener abierta la recepción de obras de la convocatoria regular y avanzar en los procesos de evaluación de los trabajos que tenemos en nuestras manos”.

La distribución y comercialización de los libros sigue generando preocupación, ya que la Editorial no puede venderlos a través de los canales físicos, ni despacharlos a su distribuidor nacional. Por eso, decidió fortalecer la venta virtual -un aspecto al que no le habían dedicado mucha atención, como reconoce Patricia Nieto- y cinco de sus más recientes libros están disponibles en formato electrónico. También ofrecerá, a través de su sitio web y las redes sociales de la Universidad, quince libros para ser descargados gratuitamente, con el fin de hacer un aporte “a los lectores y sus familias que van a estar durante la Semana Santa recogidos en sus casas y que pueden aprovechar este material para el entretenimiento, el aprendizaje y el estudio de temas científicos y académicos que tienen entre manos”.

La Editorial de la Universidad confía, por supuesto, en sus autores, tiene plena confianza en sus lectores, en sus seguidores y por supuesto toda la confianza en las autoridades universitarias que velarán seguramente para que la Editorial puede sobreaguar en estos tiempos tan difíciles”, agrega Nieto.

Un balde de agua helada

A la ya preocupante situación por las ventas, además de las estrategias para poder seguir en el mercado, se añade el Gobierno Nacional y el Ministerio de Cultura que brillan por su ausencia: desde el análisis de los decretos de ayuda al sector cultural, pareciera que únicamente tienen en cuenta los espectáculos y la industria audiovisual como sectores culturales.

Frente a los anuncios realizados por el Ministerio de Cultura, las editoriales (independientes y universitarias) también se pronunciaron sobre lo complejo que es ver cómo el Gobierno las olvidó en estos tiempos de crisis.

Para Lucía Donadío es “terrible que el mundo editorial y las librerías no aparezcan dentro de las prioridades del Gobierno en el sector cultural. Estamos indignados y hemos enviado varias comunicaciones a través de la Cámara Colombiana del Libro, y otras agremiaciones. Hemos propuesto que se realicen compras públicas de nuestros fondos editoriales que pocas veces estamos incluidos en ellas.”

De manera similar se siente Alexandra Pareja, a quien la decisión del Ministerio de Cultura no la sorprende, ya que desde hace tiempo se vislumbraba que la economía naranja no está pensada para ayudar a las editoriales pequeñas, como también queda claro que el sector editorial es invisible. Algo similar expresa Janeth Posada, quien insiste que el Gobierno Nacional tiene un desconocimiento total de este sector.

Pilar Gutiérrez, de Tragaluz Editores, dice que en la editorial se sintieron impactados y tristes “porque definitivamente como que no aparecemos dentro del sector cultural”, y ante semejante desplante considera que todo el sector editorial debe hacer un trabajo más fuerte y hacerse sentir. “Creo que hemos sido muy silenciosos, entonces es el momento de comunicarnos y expresar todas las necesidades”.

Aunque Claudia Ivonne Giraldo considera que “todo lo que ayude a mitigar la situación de quienes trabajan en el sector cultural es bienvenido”, no deja de pensar en las editoriales, así como en quienes la están pasando mal y no les es tan fácil vender por internet, darse a conocer o montar sus obras y conciertos virtualmente. Por eso, le solicita al Gobierno central y municipal que vaya más allá de la contingencia y proteja a “estas industrias culturales, a las personas independientes, con medidas que nos fortalezcan, que nos permitan trabajar sin trabas, que permitan que artistas y obras puedan circular con la dignidad que debe inspirar todo lo que aportamos al presupuesto de la Nación cada año, pero, sobre todo, a la vida espiritual de este país”.

Las librerías de Medellín y Antioquia también claman por una ayuda

Las editoriales no son las únicas en dificultades. Las librerías, el penúltimo eslabón de la industria editorial, también levantaron su voz para solicitar ayuda, ante el riesgo inminente de que algunas no puedan soportar el embate de la cuarentena.

A través de una carta firmada por Al Pie de la Letra, 9 ¾, El Acontista, Centro Comercial del Libro y la Cultura del Pasaje La Bastilla, Los Libros de Juan, Palinuro, Entre LíneasAcentos, y otras librerías independientes de la ciudad de Medellín y el departamento de Antioquia,  dieron a conocer que anualmente venden alrededor de “14’000.000.000 de pesos con sus correspondientes aportes al tesoro nacional”; mientras que 10’000.000.000 se van, anualmente, en “arriendo, nóminas, impuestos y gastos varios”, por lo que la cuarentena pone en riesgo a más de 200 personas que trabajan en las librerías, cuyas familias dependen de ellos y “el cálculo de aquellos que comen de cuenta del libro se multiplica con facilidad”.

La pandemia ha mostrado con aterradora claridad que existimos en un mundo hilado con fuerza. Somos vulnerables en la medida en que los más débiles lo son. Las repercusiones económicas de abandonar sectores por ser “no esenciales” serán profundas en el largo plazo. La normalidad a la que regresemos, dependerá en buena parte de las acciones colectivas que tomemos ahora”, aseguran las librerías e instan al Gobierno Nacional, pero también a los gobiernos locales, las cajas de compensación y las fundaciones nacionales e internacionales a tomar soluciones “enfocadas a restablecer nuestros ingresos”, así como los de toda la industria cultural. “Nadie sabe cuánto va a durar esta crisis, pero este es el momento de actuar”.

Mientras llega una respuesta del Gobierno, las librerías ya empezaron a tomar acciones. 9 ¾, un café-librería reconocido por sus libros infantiles y el innovador diseño de sus instalaciones, no podía dejar que sus clientes se quedaran sin leer en estos días de cuarentena y por eso, según Susana Pérez Toro (directora de la librería), ha recurrido a tres alternativas: mantener activo su sitio web y permitir que la gente haga sus pedidos para, cuando las autoridades lo permitan, hacer los respectivos envíos; la venta de un eBook, por $10.000, de un cuento de Hans Christian Andersen aprovechando la Celebración del Día Internacional del Libro Infantil y Juvenil; y ser parte de Sunrise, una aplicación pensada inicialmente para ayudar a los restaurantes que tenido que cerrar por la cuarentena, y con la que se puede comprar un bono que luego será redimible una vez la librería abra sus puertas.

Libros Antimateria, librería especializada en cómic y ciencia ficción sigue vendiendo algunos de sus libros en su sitio web, con la promesa de que estos serán entregados una vez se levante la cuarentena obligatoria. Aunque muchos aprovechan las ventas virtuales, esta librería prefiere tomarse un tiempo para entender el panorama al que tendrá que enfrentarse.

Yo creo que, si miramos esto con responsabilidad, va para largo. Digo un año más o menos, posiblemente más, y tiempo va a haber para leer y también para que los libreros podamos recomendar lecturas a nuestros clientes y amigos con la paciencia y el cuidado de siempre. Sentimos que es importante en este momento detenernos un poco para replantearnos cómo funciona el consumismo y no tomar provecho de la situación. Nosotros queremos ver cómo evoluciona la cosa con el virus y las decisiones políticas que se tomen en Colombia para enfrentarlo, mientras tanto vamos “cacharriándole” a nuestra página web para que algún día visitarla se asemeje un poco más a visitar la librería. También esperamos poder retomar envíos de manera responsable un poquito más adelante”, asegura Melissa Martínez, de Libros Antimateria.

En medio de la crisis, la solidaridad ha salido a flote y, como resalta Martínez, algunas librerías independientes de diferentes ciudades han unido fuerzas para tratar de mantenerse a flote. Tal es el caso de #ApoyoMutuo, campaña apoyada por el Colectivo Huracán con la que las pequeñas librerías (algunas sin tiendas virtuales) pueden ofrecer sus libros a través de una vitrina online que, cada dos días, es compartida en las redes sociales para que los lectores puedan adquirir sus libros directamente con ellas. Una vez acabe la cuarentena, el lector recibirá el libro con un obsequio de la respectiva editorial y, al recogerlo en la librería, podrá tomarse allí un café gratis.

Esas ventas son ventas que se distribuyen entre toda la cadena del libro independiente. Es dinero que se reparte entre autores, editoriales, librerías y la distribuidora. Ha habido mucha insistencia en lo importante que es poner a circular más libros colombianos. Para eso tenemos buenos escritores y editoriales de calidad”, detalla Martínez.

Recientemente la Subsecretaría de Bibliotecas, Lectura y Patrimonio de Medellín, a través de los Eventos del Libro -organizadores, entre otros, de la Fiesta del Libro y la Cultura– presentó “Salva una librería”, iniciativa con la que invita a apoyar a las librerías de Medellín y que consiste en realizar compras online por anticipado de libros que serán devueltos después de la cuarentena. Esto es reforzado con la visibilización de las librerías en las redes sociales de la Fiesta, además de la publicación de un directorio con todos sus datos.

Desde la Subsecretaría de Bibliotecas, Lectura y Patrimonio de la Alcaldía de Medellín queremos acompañar a nuestros libreros de la ciudad y del Área Metropolitana en estos momentos de contingencia, en los que sabemos que tienen serias dificultades económicas para seguir subsistiendo. Confiamos en que ellos hacen parte sustancial del ecosistema de la lectura, la escritura y la oralidad en nuestra ciudad y por eso queremos incentivar a los ciudadanos para que compren libros en estas épocas en que las librerías están cerradas para que les lleguen y puedan leerlos después”, afirma Sebastián Trujillo, subsecretario de Bibliotecas, Lectura y Patrimonio.

Estas iniciativas son celebradas por libreros como Luis Alberto Arango de Palinuro, una librería de libros leídos que se encuentra cerrada desde el 19 de marzo y abrirá el 31 de mayo, no solo en acatamiento a la cuarentena obligatoria, sino también porque Arango, como propietario y mayor de 70 años, no puede salir a la calle por orden del Gobierno para evitar un contagio del Covid-19.

Estamos complacidos con los esfuerzos conjuntos que la organización de la Fiesta del Libro, la Secretaría de Cultura y todos los actores, dueños y empleados de las diferentes librerías hemos hecho. Lo que sí es importante resaltar es que vemos una luz al final, o al principio, de este túnel que nos abrió el azar”, comenta Arango.

¿Qué hacer para salvaguardar el ecosistema del libro en Colombia?

Para responder esta pregunta, las editoriales y librerías presentaron diferentes opciones a la Ministra de Cultura; lo que no significa que la presente crisis no les ha permitido comenzar a replantearse estrategias a futuro en una industria tan sensible como la de los libros.

El consenso general de las editoriales consultadas es que hay canales de ventas que no se han explorado o explotado de la mejor manera, como las tiendas virtuales y las redes sociales. Aun prefiriendo el libro físico, el libro virtual también se abrirá paso después de esta contingencia y para ello las editoriales, tanto independientes como universitarias, deben estar preparadas.

Me atrevo a pensar que el libro en papel será cada vez más amado y valorado, pero que el libro digital lo acompañará también para llenar las necesidades de una población que crece como lectora”, pronostica Claudia Ivonne Giraldo, directora de la Editorial EAFIT.

Hay, como afirma Pilar Gutiérrez, incertidumbre y todo esto será un “volver a empezar distinto”, sentimiento que también comparte Alexandra Pareja, quien tiene la esperanza de que, aun cuando todos saldrán lastimados, “vamos a querer salir a apoyar el talento nacional, los emprendedores y lo cultural, o que nuestros lectores no nos abandonen”.

Ciertamente será un trabajo arduo el de las editoriales que buscan ganar la confianza de los lectores para que adquieran sus libros por medio de nuevos canales; porque, además, han de contar con sus recursos limitados recursospara invertir nuevos montos en publicidad, la cual les permitirá tener más visibilidad sobre los libros que producen.

Serán entonces las editoriales, independientes y universitarias, las que tendrán que dar una nueva batalla para demostrarle al Gobierno Nacional lo importantes que son para un país cuyo Gobierno habla de las industrias creativas y va por todos los medios de comunicación con un hermoso discurso sobre la economía naranja y el potencial de esta en Colombia, pero que aún no ha definido claramente su alcance, ni la manera en que empezará a operar.

Para lograr salvaguardar o apoyar a las editoriales independientes, estás presentaron tres propuestas al Ministerio de Cultura en la carta que le hicieron llegar el 30 de marzo:

  1. Priorizar los libros editados en Colombia en las compras públicas:

Con esto se favorecería que los recursos se muevan dentro de la economía nacional, lo que a su vez permitiría una mayor cantidad de elaboración de nuevas obras, favorecería a creadores y demás trabajadores de la cadena de producción editorial nacional, y permitiría a otras industrias de la cadena mejorar sus ganancias. Así mismo, permitiría establecer una política de pronto pago, contribuyendo con la liquidez necesaria al sector de manera rápida y certera, además de promover los programas de compra pública de ejemplares ya producidos en Colombia e importados que se encuentran en bodegas de editores, distribuidores y librerías. Tal vez uno de los beneficios más interesantes sería que las editoriales nacionales contarían con inventarios disponibles de manera inmediata y estos no estarían sujetos a la fluctuación de monedas extranjeras, que aumentan los costos de las compras de los libros por parte del Estado.

  1. Comprar a través de las librerías:

En este punto se busca crear una partida presupuestal para que bibliotecas, colegios e instituciones públicas adquieran libros en las librerías de su región o ciudad, al tiempo que se tiene en cuenta la concentración del mercado del libro en Bogotá para establecer una tarifa postal reducida para el envío de los libros desde esta ciudad, esto con la finalidad de que las librerías regionales tengan las mismas condiciones de acceso a los libros que las de las librerías de la capital.

  1. Protección y apoyo a los actores de la cadena:

Por último, con esta propuesta se buscaría que los trabajadores independientes del sector (editores, libreros, correctores, traductores, escritores, ilustradores, fotógrafos, etc.), que cobran en la modalidad de prestación de servicios, les sea reconocido un monto de calamidad de salud por los brazos caídos durante la cuarentena. Estos montos pueden ser canalizados a través de incapacidades médicas con recursos de las EPS, o recursos nacionales canalizados a través de las EPS o los fondos de pensión, que no se les practique retención en la fuente y les sea permitido no cotizar pensión ni salud en las facturas o cuentas de cobro durante los próximos tres meses, sin perder el acceso a los servicios.

La misiva de las editoriales a la ministra termina con la importancia de que estas medidas sean tomadas en cuenta y ejecutadas “no solo para paliar las consecuencias de esta crisis, sino que colaborarían en la reconstrucción de la cadena del libro de manera permanente”.

Estas medidas parecen, sin duda alguna, supremamente pertinentes para convertir esta crisis es una oportunidad que permita el florecimiento tanto de las editoriales independientes y universitarias como de las librerías, al tiempo que muestran al sector cultural que la “economía naranja” va más allá de un discurso sin fondo, porque para este gobierno, que se ufana de ser el abanderado de las industrias creativas, sería sumamente vergonzoso dejar morir la industria editorial y su ecosistema de creadores y trabajadores.

Cabe recordarle a la administración de Iván Duque (quien se precia de ser un buen lector y es autor de algunos libros, entre ellos El efecto naranja) que la industria editorial es quien impulsa a los creadores y escritores que hacen parte de todo el ecosistema cultural, y cuyos libros (relatos, ficciones, historias, compilaciones y todo lo demás) son fuente fundamental para las demás industrias, tales como el cine, la música, el teatro; los autores son un pilar de las historias que se cuentan y transmiten por los demás medios, y ante la debacle y el decaimiento de uno de los pilares de la cultura no puede esperarse más que la decadencia de todos los demás.

Ojalá que el sector editorial pase la página de esta crisis porque, al fin y al cabo, como dice con elocuencia Claudia Ivonne Giraldo, “nunca como hoy se nos ha revelado el enorme poder y vigencia del libro, en cualquiera de sus soportes. En la soledad, extrañamos la palabra de nuestros semejantes, las palabras que conjuran, que invocan y que disipan las angustias que todos tenemos en este tiempo de incertidumbre. Nada que pueda parecerme más conmovedor que una persona sola en su casa, acompañando su desvelo con un buen libro”.

*Para este reportaje se solicitó al Ministerio de Cultura de Colombia su versión y si tomaría medidas para apoyar al sector editorial ante la crisis por el Covid-19. Sin embargo, a la fecha de la publicación este medio no ha recibido respuesta alguna de su parte.

 

** Este reportaje fue escrito por Mauricio Gil Arboleda y Felipe Sánchez Hincapié