Literatura

Sermar

14 / 08 / 2020

“Ser como agua o como ola, eso quería: ser mundo entero al flotar, ser todas las playas, ser la flota entera que navega, eso quise yo”.

Llegué hasta la orilla para irme con cada canto de ola, para lavarme el sudor de sol, para sanarme del pasado. Llegué hasta la costa por el olor que arrastraba su soledad, vine a escuchar el alabao de mil muertes y un solo mar.

Ni la orilla terrosa, ni el sabor amargo del agua, ni la delgada línea del no ser en el mar (o ser mareante) lograron hacerme olvidar mi estar. Intenté nadar hasta donde ella estaba, pero el deseo de no serme me detuvo en mitad de una mitad de mar para no flotar más, para creerme ola y dejarme llevar.

Me rodeó un barco; la altura del agua ya no me permitía ver donde quería llegar, tuve miedo y no continué, regresé al principio para sentirme más lejos de lo que quise ser. Ser como agua o como ola, eso quería: ser mundo entero al flotar, ser todas las playas, ser la flota entera que navega, eso quise yo. Pero ni soy sol, ni soy arena, soy yo en la falta de todas las demás posibilidades, soy no siendo todos los demás. Total, en nada remedió mi suceder, fui en él y sin él, pero no me sostuvo, me dejo naufragar en mis ansias y no me ahogó.

Me siento afuera de él. Sólo a verlo, sola en su desprecio, fuera de mi ser mar y sólo siendo. Quería que la sal pelara mi ser mar y liberara la piel de saber lo que cuesta ser mar, ya la boca me sabe a lo que sé, sé a sudor, sé a lo que sabe estar por dentro mío.

Salí a ver la claridad emergiendo del final. No hubo amanecer, en el cielo nunca se descubrió la sombra, pero en cambio el sol se iba metiendo en medio de la línea final que ni es línea ni es fin de nada. No tuve madrugada, no empecé nada, ese día dejé de iniciar lo que sea y el tiempo invirtió su dirección, el sol comenzó a correr por debajo del agua negándose a ser tiempo o a hacer el día. La luna se mantuvo escondida.

No volví a dormir, no hay hora alguna en la que el paisaje recobre su forma, el sol ya no está arriba de lo que iluminaba, le baña lo que lo cubre. Y está hondo. Está profundo.

Debe haber pasado ya una vida, en lo que cuento que no sé cuánto se tardó. Debo haberme sucedido sin un sol, sin mi ser mar, mi ser luna, una vida ya pasó.

Hoy al despertar en mi cama no pude abrir los ojos. Tenía las pestañas llenas de arena y la cara estaba seca por la sal. Estaba lejos del mar. Estaba separada de él por espacio y por ser. Ya no era en el mar, era en el llanto de mi desahucio. ¿Puedes creer cómo lo recuerdo? Me imagino todavía tendida en una de sus playas, recogiendo la arena en mi pelo y dejándome acariciar por la espuma que, al final, se diluye conmigo en el pasar.