Fiesta del libro
David Eufrasio Guzmán: “Uno habita como una matrioshka de casas”
3 / 10 / 2020
El escritor y periodista, invitado a la 14.ª Fiesta del Libro y la Cultura, habla sobre su primer libro, Piel de conejo, el humor y la relación entre sembrar y escribir.
Paseos a la Costa o a la finca de un tío; partidos de fútbol, chistes y bromas crueles; colegios de curas y el miedo a caer en pecado; el amor y la cantaleta diaria de mamá; tíos, papás y abuelos presionando a los más chicos para que sean “hombres”; reuniones familiares en las que salen a relucir verdades incómodas; amores efímeros, pero intensos; alegrías, temores, dudas e inocencia. Todo eso en una Medellín en llamas mientras un niño, Richi, está en ese limbo que es pasar de la niñez a la juventud.
Así es Piel de conejo, el primer libro de David Eufrasio Guzmán, que estremece por su tono irónico y nostálgico. Diez cuentos lo conforman y cada uno parece un espejo en el que, querámoslo o no, terminamos mirándonos. Porque sí, todos hemos sido como Richi, nos hemos enfrentado a ese duro reto que es crecer y, entre amores y odios, alegrías y sinsabores, dejamos bastante piel en ese alambrado que es la vida.
Comunicador social, guionista, cofundador de la Agencia Pinocho (“el diario de lo que no es noticia”), miembro del comité editorial del periódico Universo Centro, recientemente cultivador de verduras y de cannabis, y gerente, en sus ratos libres, del restaurante ficticio Pollos Guzby; David Eufrasio Guzmán aprendió desde pequeño a reírse de sí mismo, por lo que cada que escribe hay una celebración de la vida, con sus caídas y subidas.
Invitado a la 14.ª Fiesta del Libro y la Cultura de Medellín (que del Jardín Botánico pasó a las pantallas táctiles debido a la actual pandemia), participará este sábado 3 de octubre, desde las 7:00 p.m., en la charla Quedarse o emprender la huida. Narrar la casa que llevamos dentro junto a Luis Miguel Rivas y Pedro Adrián Zuluaga.
Antes de esta charla virtual, conversó con Laterales Magazine sobre literatura y humor, lo que fue para él escribir Piel de conejo y el cálido recibimiento entre sus lectores, la relación entre cultivar y escribir, la cuarentena y otras vainas dichas a vuelta de email.
Hay un elemento que destaca en tus cuentos y artículos y es el humor ¿qué importancia tiene para ti el humor?
El humor ha sido inherente a mi vida, a mi forma de vivir y de ver el mundo. Por eso, no es algo que yo planifique o prepare, sino que fluye muy natural. Es producto de mi mirada y de mis obsesiones, entonces siempre está latente y surge durante el proceso de escritura. Hay varios tipos de humor: el directo, el sutil, el irónico, el negro. Están las frases que te hacen sonreír en la mente y están las frases que te sacan una carcajada. Incluso hay un humor que te puede hacer llorar, o que te pone a pensar, o te indigna. El humor puede ser nostálgico, tierno, cruel. Es decir, el humor es una magia que brota de distintas maneras, casi siempre intuitiva; y su origen puede yacer en la acción, en la descripción o en la reflexión. Entonces creo que el humor es, en últimas, una forma de poesía como, por ejemplo, en el sentido de que no se puede forzar: sale o no sale, fluye o no fluye, se descubre o permanece enterrado, inexistente. O se desperdicia. Depende mucho del instinto, la observación, el espíritu del autor o autora, su sensibilidad y sus intereses. El poeta Rómulo Bustos, que ganó el Premio Nacional de Poesía el año pasado, dice que el humor es la forma de reflexión más alta del ser humano y de la poesía.
¿Crees que ha sido bien aprovechado en nuestra literatura? ¿O se le mira con recelo por eso de tomárnosla tan en serio?
De acuerdo con mis experiencias de lectura, hay una tradición de autores que han explotado el humor en una u otra medida. Por eso creo que ha estado muy presente en la historia de la literatura colombiana y antioqueña. Se me viene a la cabeza la ironía de Tomás Carrasquilla y de Emiro Kastos, las ocurrencias y la sutileza del cronista Luis Tejada, el humor fino de Gabriel García Márquez, el humor desbarrancado de Fernando Vallejo. Y más recientemente, las genialidades de Luis Miguel Rivas. O el humor tierno y absurdo que, en algunas situaciones, nos ofrece Giusepe Caputo en su primera novela. O el cuentista David Betancourt, que fundamenta buena parte de su humor en la trama.
El humor es una muy buena herramienta no solo para entretener y conmocionar, sino para hacer crítica. Y eso se ha sabido desde siempre. Tenemos el gran ejemplo del Quijote, una novela de humor excelso que inauguró una nueva forma literaria y ha eclipsado a no sé cuántos autores. A mí me da duro cuando un libro no me saca siquiera una sonrisita, así sea agria. No sé si haya lectores que miren con recelo el humor. No creo. Simplemente hay autores que no socavan directamente esa veta, pero tienen otro tipo de chispa, otras características y otras miradas valiosas. Esa variedad de ojos y de plumas es la que hace que la literatura sea un mundo rico y variado, sin límites claros entre lo que puede ser considerado como humor o no. El lector es finalmente quien vive y siente los libros.
Los cuentos de Piel de conejo están inspirados en experiencias personales y hacen una mirada crítica a la familia. ¿Cómo recibieron en tu familia este libro? ¿Hubo algún reclamo o buenos comentarios?
Más que inspirados en experiencias personales, los cuentos de Piel de conejo surgieron del mundo que conozco. Y este mundo incluye, por supuesto, mis vivencias, lo que he vivido en carne propia. Pero también lo que he vivido en cuerpo ajeno. Es decir, las vivencias de un amigo no son mías, pero por el hecho de conocerlas, hacen parte de mi mundo: lo que uno se ha imaginado, las obsesiones, lo que ha soñado, lo que ha leído, lo que me han contado. Incluso, lo que pudo haber pasado y no pasó. Toda esa vida experimentada de alguna manera va a un caldero mental, donde se va cocinando lo que es uno. Con el paso del tiempo, los ingredientes hierven y las historias surgen en la escritura con sus propios sabores.
Entonces yo no sé a ciencia cierta si esta sopa de conejo les gustó a mis familiares, porque el arte y la literatura incomodan, cuestionan, contestan; y aquí yo fui fiel a mis emociones, a lo invisible y a lo que ese pasado me decía y a cómo me conectaba con mi presente. Más que crítica a la familia, lo vería como una crítica a ciertos rasgos de la sociedad patriarcal antioqueña. La familia es muy numerosa y hay mucha gente de todas las edades. Compraron el libro con entusiasmo, me imagino que a algunos les gustó y a otros no. Con absoluta seguridad hay visiones de familiares que no coinciden con la mía, pero yo fui honesto. Y si se siente la honestidad, tal vez los parientes no te van a odiar para siempre. [O] mentiras. Lo que sí es verdad es que siempre me han querido y respetado a pesar de lo ido.
¿Qué reacción te genera que este, siendo tu primer libro, haya sido recibido con calidez y hasta algunos lectores se hayan encariñado con Richi, su protagonista?
Yo tengo el vicio de estar poniendo en duda todo lo que soy, lo que he hecho y lo que hago. Pero las reacciones que me han llegado de la gente que ha leído el libro me han generado mucha felicidad, confianza en lo que hago, confianza en mi mirada y en mi trabajo. Por eso, siempre voy a estar agradecido con la Editorial Eafit por creer en mí como autor. Le tengo mucho cariño a Richi, un ser que siento que está vivo, ya lejos de mí; pero allá en el pasado lo veo aún vivo y me emociona recordar cómo fue encontrando su voz, su posición y lo que tenía para narrar. En estos cuentos, que son escritos en primera persona bajo la batuta de Richi, asumí un “yo” no tanto para confesar; sino para desfigurarlo. Entonces se creó una nueva realidad, un mundo narrativo donde Richi, el protagonista, asume como propias esas historias y se muestra como es: sensible, con sus debilidades y fortalezas, tierno y cruel. Entonces quizás eso hace que sea un personaje querible o que genere identificación.
Escribir puede ser recordar, viajar, liberarse o mirarse a uno mismo ¿Qué es la escritura para David Eufrasio Guzmán? ¿Cómo es el acto de escribir para vos?
La escritura, para mí, es algo así como la forma tangible de poner las manos en mi mundo, la manera de abordarlo y tratar de entenderlo, descomponerlo, amasarlo, licuarlo. No busco confesarme ni reconciliarme, más bien quiero encontrarle más preguntas y, si lo comprendo, que sea por momentos. Me gusta tenerlo ahí como conejillo de indias, experimentar con él.
La escritura, en mi caso, empieza mucho antes de sentarme a escribir. Primero, hay elementos que bullen ahí dentro de uno, se van fermentando; hasta que llega un momento en que uno empieza a pensar en la creación, a esbozar, a tirar línea. Cuando hay algo más o menos pensado, algún punto de partida, viene una especie de trance creativo donde trato de imaginarme algunos puntos importantes, defino algo básico para empezar. Y ya el acto de escribir es sagrado, en silencio, durante meses, día tras día mientras se pueda. Cuando estoy en etapa de teclado, mi vida gira en torno a eso y solo me detengo para ejecutar actividades hogareñas o para descansar. Cuando estoy empezando algún proyecto de escritura, trabajo por las noches hasta tarde. Pero cuando ese proyecto avanza y le veo futuro, empiezo a trabajar desde las cinco de mañana hasta la hora de almuerzo. Al principio escribo mucho, pero luego la etapa de reescritura es más lenta y trabajosa; [aunque] también agradecida. Ahí es donde uno empieza a desenterrar las joyas y a descubrir y a pulir lo que quiere decir.
Desde hace un tiempo incursionaste en el autocultivo de cannabis ¿Cómo ha sido esta experiencia y qué satisfacciones y aprendizaje te ha dejado? ¿Hay alguna relación entre el cultivar y el escribir?
Vivo en el campo hace más de tres años y, desde que llegué, le he dedicado parte de mi tiempo a sembrar cannabis y otras verduras. Es una actividad muy placentera, un complemento. Paso con frecuencia del computador al azadón, aunque el cultivo también es una forma de meditar y sanear mi mente de tantas cosas que procesa uno durante el trabajo creativo. Las plantas de marihuana me han enseñado mucho: se reponen en las condiciones más desfavorables que uno pueda imaginar, resisten ventarrones, tempestades, granizos, plaga, hongos. Si alguna sufre mucho y da la sensación de que va a morir, a la otra semana la ves recuperada. Y meses más tarde, está con el triple de tamaño, fortalecida; a pesar de que vivo en un lugar alto y húmedo con un clima difícil para ellas. El cariño y cuidado que uno les ofrece es devuelto con creces. Quisiera tener esa fuerza y esa insistencia en mi oficio de escritura, por no hablar de la belleza.
La relación entre cultivar y escribir puede conectarse por muchos lados. Yo hablaría de la paciencia y la constancia, me parecen palabras claves en ambas actividades. Detrás de los frutos, sean libros, moños o lulos; hay mucho trabajo, mucha dedicación, muchas dificultades, fracasos, intentos. Para cultivar, hay que tener una energía. O como dicen los jardineros: buena mano, pues para escribir también hay que tener buena mano. Es decir: duende, pulsión, chispa, energía honesta.
Por último, y a propósito de la charla que tendrás en la Fiesta del Libro y la Cultura, ¿cómo es narrar esa casa que llevas dentro? ¿Qué hay en ella y qué personajes la habitan? ¿Qué dimensión ha tomado la casa justamente en estos días de cuarentena?
Hay varias casas que uno lleva por dentro. La casa de la infancia, esa donde creciste, donde la vida te hirió por primera vez. Luego está esa casa que es la casa antioqueña, la región, la identidad; que me acoge, pero que también me rechaza; una casa que me enseña, pero que también cuestiono y aborrezco. [Después] está esa casa que son los amigos, las amigas, la familia que uno eligió a lo largo de su vida. También está esa casa que son las lecturas, el arte que lo alimenta a uno. Y bueno, está la casa del amor, el hogar. Uno habita como una matrioshka de casas y con cada una hay una relación particular, unas sensaciones, unas emociones que se exploran al momento de narrar. Narrarlas es enfrentarlas, recorrerlas, pintarles una pared de otro color. Es remodelar lo que para uno no funciona, es sentar posición frente a ellas, posición que va cambiando a medida que uno vive y las habita. Escribir es revisitar esos espacios, que tienen sus propios personajes casi fantasmales que uno revive a su manera en sus cuentos o novelas.
Con el tema de la cuarentena, mi casa adquirió mucho más valor para mí, pues hace rato vivo en la montaña, aislado, lejos de la ciudad, con aire fresco y la posibilidad de disfrutar de la naturaleza, que aquí es rebosante. Me siento privilegiado de poder vivir en el campo. En ese sentido, la forma de habitar mi casa no ha cambiado, pues mi vida en Medellín ya era casi nula. Tal vez viajaba a una que otra cosa de trabajo y a visitar a mis padres o a mi suegro. Al vivir alejado de la ciudad, el impacto de la cuarentena ha sido más mental. La que se ha sacudido es la casa de los pensamientos, creo que la situación ha evidenciado aún más los problemas sociales que tenemos y nos ha puesto a pensar en las prioridades y en el mundo de consumo desmedido en el que vivimos.
*La charla de la tarde Quedarse o emprender la huida. Narrar la casa que llevamos dentro, en la que estará David Eufrasio Guzmán, puede verla en el canal de YouTube de la Fiesta del Libro y la cultura.