Fiesta del libro

Gilmer Mesa: “yo estoy mejor en el mundo escribiendo que sin escribir”

2 / 10 / 2020

El escritor antioqueño, invitado a la 14.ª Fiesta del Libro y la Cultura de Medellín, conversó con Laterales Magazine sobre su nueva novela, cómo ha pasado la cuarentena y las razones que lo motivan a seguir escribiendo.

Ya son cinco años desde que Gilmer Mesa publicó La cuadra y todavía se siente sorprendido por el vuelo que tomó su primer libro.

“Realmente uno lo que hace es escribir. Yo no tenía ninguna pretensión de fama, ni de reconocimiento, ni nada de estas vainas cuando escribí el libro. No quiero pecar de una falsa modestia, uno obviamente escribe pa’ que lo lean; pero digamos que esa no es la intención primaria. Sí viene con el proceso, pero era como un poco de, no sé… pudor, de exponerse uno a que ya mucha gente lo esté leyendo y lo referencien a uno con el libro. Pero, trascendiendo eso, que es lo primero [en] que uno piensa; lo otro es mucho agradecimiento de que la gente le tenga tanto afecto al librito que uno escribió, revelando un poco las historias que lo maltratan y lo subyugan a uno siempre. Entonces, encontrar que la gente lo disfrute es, de alguna manera, encontrar toda una solidaridad que yo no me esperaba y que ha sido muy bienvenida”.

Dice Gilmer, mientras se fuma un cigarrillo, rodeado de libros y desde su casa en Aranjuez, en cuyas calles transcurre esa historia de violencia que escribió para exorcizar sus demonios.

Más allá del pudor que puede provocarle tanto reconocimiento, La cuadra puso a Gilmer en el radar de la literatura colombiana y sigue atrapando a más lectores por su tono sincero y desgarrador.

Viéndolo en retrospectiva, Gilmer no se atreve a decir si es un libro bueno o malo. Pero sí está convencido de que es un libro honesto, escrito con la verdadera intención “de contarme las historias primero a mí mismo y también de dar cuenta de mi paso por el mundo”.

“Y creo que sigue manteniendo esa frescura, como una voz distinta a las que se solían [usar] cuando se hablaba del barrio, una voz como de man de barrio que cuenta una historia como las que me cuentan a mí los panas en la esquina y como las que [nos] seguimos contando en las borracheras cada que podemos. Eso, por un lado; pero también tiene cierto rigor literario. Y pues yo, que me he pasado estudiando toda la vida, ahí están los frutos de ello. Entonces yo creo que es una novela muy honesta. Sigue siendo honesta, una novela muy personal”.

Ahora tiene un nuevo libro bajo el brazo. Se llama Las Travesías, como la finca que tenía la familia de su madre en el corregimiento La Granja del municipio de Ituango, Antioquia; tierra bella y, tristemente, golpeada por la violencia. A través de la historia de su familia, Gilmer narra desde la fundación del corregimiento, hasta las masacres de La Granja y del Aro en las que, respectivamente, fueron asesinadas 5 y 17 personas por los paramilitares. Son más de 70 años de historia que él recopiló y llevó al papel, pero siempre manteniendo ese tono íntimo y honesto que busca en sus historias.

Es una novela “un poquito más larga”, pero espera que haya quedado “más o menos decente”. Aunque llega justo cuando Hidroituango está en boga de todo el mundo —más cuando prometía ser la mayor represa del país y que, por negligencias de todo tipo, terminó siendo un desastre—, Gilmer precisa que escribió Las Travesías desde mucho antes y que, quienes la lean, se darán cuenta de que “es más una historia de interiores, como todas las que yo escribo; y no una historia pegada de los sucesos noticiosos”. Porque, y en eso es bastante claro, una cosa es el país que muestran las noticias y otro el que cuenta la literatura. Uno que, muchas veces, no cabe en un titular.

“Yo creo que la literatura sí tiene que ir un poquito más al fondo de esa superficie que vemos todos los días y mirar cómo este país, de todas maneras, ha sido un escenario de lucha constante por nimiedades que son de intereses oscuros de gente muy jodida”.

Todo estaba listo para que Las Travesías (novela que también publicará con el sello Pinguin Random House) fuera presentada este año. Incluso, la 14.ª Fiesta del Libro y la Cultura de Medellín habría sido la ocasión perfecta para ello. Pero la COVID-19 se interpuso en sus planes —así como en los de millones de personas en todo el mundo que no contaban con su incómoda y mortal presencia—, y la presentación del libro tuvo que aplazarse para 2021; aunque él quisiera que, al menos, pudiera salir a la luz antes de que termine este extraño 2020, como si con ello amortiguara los golpes de un año que noqueó a muchos.

Si la pandemia se interpuso en el estreno de su nueva novela, la cuarentena decretada hace seis meses (¡seis largos meses!) por el Gobierno Nacional para evitar la propagación del virus fue todo un reto para Gilmer, así él estuviera acostumbrado al encierro tan propio de un escritor. Labores cotidianas como cocinar, leer, e incluso escribir, se volvieron tediosas, al punto de llegar a sentir que estaba pagando un “canazo”. Fueron días tan extraños, que hasta Gilmer extrañó ir trabajar como profesor, y todo porque no soportaba dar clases sentado todo el día frente a un computador y sin tener mayor contacto con sus estudiantes.

Y, sin embargo, la cuarentena también trajo cosas buenas: llamadas de amigos con los que hacía mucho tiempo no conversaba, más artículos para escribir (como uno que próximamente publicará la Comisión de la Verdad) y hasta una novela en ciernes sobre la muerte de su padre y que llevará el nombre del barrio de sus amores: Aranjuez.

Fueron también días de reflexión, aunque la incertidumbre frente a lo que ocurra de ahora en adelante estuvo latente. Eso sí, de algo Gilmer se dio cuenta y fue lo inservibles que son, para él, los políticos. Y es que las desigualdades que salieron a flote con la pandemia, la falta de reacción y empatía por parte de muchos de ellos y la mezquindad con que defendieron sus intereses, lo hicieron llegar a semejante conclusión.

“Hace nada hablaba con unos amigos y me decían ‘no, pero es que [la pandemia] cogió al mundo fuera de base’, y yo les dije ‘es imposible’. Que me coja a mí fuera de base es una cosa, porque yo me dedico a escribir y a dar clases. Pero los políticos, se supone, tienen que estar preparados para contingencias de este tipo. Y vimos que ninguno lo estaba. Al menos, eso nos debería pellizcar un poco y empezar a dar una discusión que es necesaria, y es qué papel están jugando los políticos en lo político, en lo público. Yo los veo es como con una indolencia, como con una altanería. Y realmente vemos que son muy inservibles”.

Con todo esto, Gilmer espera volver pronto a las aulas y hablarles a sus estudiantes mirándolos a los ojos; abrazar a su mamá y salir a las calles de Aranjuez para tomarse unos guaros y encontrarse con su gente, sin tantas precauciones y sin esa desconfianza hacia quienes “uno [ha tenido] tanta confianza toda la vida y ya ahora azara hasta darles un abrazo o darles la mano”. “Eso a mí me parece muy siniestro, como si de afuera se interpusiera algo pa’ obligarnos a desconfiar de la gente en la que uno quiere confiar”, agrega, con nostalgia, después de soltar una espesa bocanada.

Mientras eso ocurre, estos días trata de llevarlos escribiendo, que no es más que su manera de estar en el mundo.

Justo para la Fiesta del Libro y la Cultura de Medellín (que este año será bastante atípica porque, aparte de aplazarse para el mes de octubre, se realizará de manera virtual), Gilmer, junto a los también escritores Darío Jaramillo Agudelo y Juan Gabriel Vásquez, conversará este viernes 2 de octubre, desde las 7:00 p.m., sobre esas vivencias personales que se transforman en la novela. Mejor dicho, la escritura como experiencia renovadora; aunque para Gilmer es más un ejercicio de revisarse a sí mismo, “en qué va uno como ser humano”.

Nada fácil, sobre todo porque muchas veces ese ejercicio termina siendo una confrontación. Pero es gracias al mismo que Gilmer ha podido explorar esas mezquindades e indulgencias que en la vida no puede permitirse, pero en la literatura sí.

“Todo eso me parece muy bacano y es, de alguna manera, una introducción en uno mismo a más profundidad que, creo, es lo mismo que pasa en cierto tipo de literatura que es la que más consumo y la que más me gusta. Yo he aprendido más del ser humano leyendo a Dostoievski y a don Mario Escobar Velásquez, que leyendo a Freud. Y eso también es lo que trato de hacer con los personajes que, creo, muchos están inspirados en personajes reales. Pero uno de los personajes reales no conoce sino la superficie, ya indagarlos adentro es realmente indagarse uno: uno qué vería y cómo actuaría en tal o cual situación. Eso me parece muy poderoso de la literatura, poderme transmutar en otros que en realidad deben ser yo mismo, [pero son] mis propios demonios ahí hablándome al oído. Pa’ eso me sirve la literatura, una terapia también”.

Eso sí, más que una sanación, lo que ha hecho Gilmer es transitar con el dolor y aprender a convivir con él. A fin de cuentas, por más libros de autoayuda o talleres de “arte terapia” que pretenden curarlo (y que a Gilmer le provocan risa); el dolor va a estar ahí y él, como escritor, trata de explorarlo, darle ciertas libertades, sacarlo y contestarle de otras maneras. E incluso, escribir mientras convive con él.

Todo eso ocurre en soledad y a veces Gilmer queda “medio paila”, como le dijo hace dos años al periodista que escribe esta nota. Ahora, y durante una vídeo llamada, ese mismo periodista vuelve a recordarle esas palabras y le pregunta qué lo motiva seguir escribiendo; a lo que Gilmer, sin titubeos, le dice que “la inconformidad con la realidad”.

“Yo creo que el día que uno esté conforme con el gobierno que tiene, con la vida que tiene, con todas las cosas, creo que puede irse a vivir, no a escribir. De todas maneras, escribir es un poco reclamarle a la realidad porque está viviendo una cosa que no lo llena completamente. No está uno “melo” con lo que está pasando a su alrededor. Entonces eso es lo que más me inspira. Ver, por ejemplo, la indolencia, la altanería, de estos gobiernos de mierda, tiene que ser un motivo para uno seguir escribiendo; porque escribir desde ese punto de vista, como dice Mario Mendoza, es resistir. Y uno tiene que resistir a eso que no le gusta. Todo el mundo tendrá una forma: unos pelaos salen a la calle, otros nos dedicamos a escribir, otros salimos a la calle y nos dedicamos a escribir, otra gente se emputa, otra gente se vuelve resentida, y así. Pero pa’ mí, también es una forma de resistencia contra tantas cosas que me molestan. No sólo en la sociedad, sino también en mi propia realidad y en mi propia vida. De todas maneras, yo creo que uno es un inconforme y, mientras uno sea un inconforme con tantas cosas, pues ahí está la materia fértil pa’ seguir escribiendo”.

Y ha valido la pena —dice el periodista, antes de terminar la vídeo llamada.

Sí, yo creo que sí —responde Gilmer— Bueno, al menos, en mi caso, yo estoy mejor en el mundo escribiendo que sin escribir.

*La charla de la tarde Las vivencias personales y su transformación en forma de novela. La escritura como experiencia renovadora, en la que estará Gilmer Mesa, puede verla en el canal de YouTube de la Fiesta del Libro y la Cultura.