Literatura
Limbo: belleza en lo extraño
19 / 03 / 2020
“Limbo es un texto donde lo extravagante, lo extraño, lo bello y lo raro tienen su lugar”.
El pasado mes de febrero de 2020 se lanzó, en el Carnaval de las artes de Barranquilla, la segunda novela de John Templanza Better (Barranquilla, 1978) titulada Limbo. Antes había publicado el volumen de poesía China White: los cantos oscuros de Sioux Vidal (2006); las crónicas de Locas de Felicidad (2009); el volumen ganador del Premio de Cuento Jorge Gaitán Durán, titulado 16 atmósferas enrarecidas (2019); y la novela A la cas(z)a del Chico Espantapájaros (2016). Tiene, para próxima publicación, el volumen de cuentos titulado Fantasmata, ganador del Portafolio de Estímulos de la Alcaldía distrital de Barranquilla de 2019.
Si hemos de seguir los apuntes biográficos que revelan sus textos, se puede inferir que la vida de John Harold Better es cualquier cosa distinta a un modelo de moderación. De allí que lo primero que llame la atención en Limbo es el nombre de “Templanza Better”, tomado de esa virtud cardinal que llama a la moderación en los placeres de la vida. Por tanto, al aproximarse a Limbo, debemos preguntarnos qué buscaba el autor al usar ese nombre. Quizás en la representación de esta virtud en la pintura esté la respuesta: John simplemente ha adoptado ese nombre para indicarnos que es una dualidad, que dentro de él hay otro(a). Y de personas dobles está lleno el relato: las hermanas duplicadas pueden verse como una sola, el freak llamado Ron/Frank, dos cabezas en un solo cuerpo, el protagonista sin nombre, o las parejas que abandonan a los niños muertos. Incluso, una mujer embarazada. Todos son a la vez uno, otro y dúo.
Limbo es un texto donde lo extravagante, lo extraño, lo bello y lo raro tienen su lugar. La obra nos presenta a las hermanas duplicadas Ninfa y Orfa Kowalska, de origen polaco y residentes en Ciudad Crisantemo, quienes reciben a los niños muertos sin bautizar y les otorgan trascendencia para sacarlos del Limbo, ese lugar de horror que describió la tía de las hermanas duplicadas, Santa Faustina Kowalska, cuyas visiones terroríficas influencian el relato. En esta tarea, están acompañadas de una serie de personajes extraños, solitarios, con vidas rotas: el librero, el padre Dixon, Kassandra Larkv, la pobre mujer loca Mitran Laner. Sin embargo, aunque esta es la historia inicial, el relato deviene en una exploración de la dualidad, lo diferente, la irrealidad, lo raro y lo extraño. El autor se embarca en esta exploración usando variados recursos de las historias de criminales, los relatos de horror de Stephen King, el cine de terror americano de los años 70 y 80 del siglo pasado a partir de George Romero, la pintura de Bruno Amadio, la obra del pintor barranquillero Andru Suárez, la imaginería cristiana, el síndrome de Münchhausen, el cine de Darío Argento, algunos trabajos de Carolina Sanín y Mario Bellatin, el diario de Santa Faustina Kowalska (entre otros); para obtener un texto de singular belleza, que se presta a múltiples lecturas y deja intrigado al lector, que se pregunta acerca de la intención del autor al escribir este relato.
Todas esas referencias, sin embargo, no son gratuitas y tienen una explicación: explicarlas excede este texto. Baste decir que el nombre de Ciudad Crisantemo hace referencia a las ofrendas florales que se usan en el día de difuntos. Podía entenderse, entonces, que Ciudad Crisantemo es también un cementerio. O señalar que el síndrome de Münchhausen es la propensión para inventar enfermedades e historias por parte de los pacientes. Sin embargo, la clave central del relato es la dualidad: hombre/mujer, realidad/fantasía, violencia/mansedumbre, tranquilidad/horror, pasado/futuro, salud/enfermedad, calma/ tormenta se mezclan en un relato de singular belleza, laberíntico, que en ningún momento decae. John ha logrado un texto de sorprendente originalidad, lleno de violencia, pero también de amor y de gran ternura.
Sin embargo, pese a los elementos usados, no es un relato donde el lector sienta rechazo en algún momento por, digamos, algo inesperado. No. Carece de intrusiones y fluye con facilidad. También es una lectura exigente: él lector que se acerque a Limbo debe poner toda su atención en el texto y sus detalles para descubrir, en sus páginas, el mensaje que trae, que no por sorprendente deja de ser válido: La belleza, lo sacro está en todas partes; incluso en lo más horrible. Y eso no es poco; para la muestra, este excelente libro.
***
SAMUEL WHELPLEY. Barranquilla, 1965. Experto en nada, y de algunos temas tengo unas ideas sueltas. Con un título profesional de ingeniero civil, pero un lector, ante todo. Devoto de la obra de Mario Vargas Llosa, y como él, un moralista político. A veces escribo; mantengo un blog, titulado El espíritu de nuestros días: https://swhelpleyhinestroza.blogspot.com/