Mancha negra y furia

Sobre cómo atrapar un conejo

25 / 07 / 2020

“Leer una buena historia es como si te la estuvieran contando al oído”.

Es más fácil atrapar un conejo

que un lector.

Gabriel García Márquez

 

 

UNO

La historia que haz de contar debe ser tan viva como si pudiese pasarle a cualquiera. Mas nunca a tal punto de ser excesivamente obvia, ramplona, vulgar. Las monedas de cambio no entusiasman a nadie, a no ser que puedas comprar con ellas lo que siempre soñaste. Es lo que compras, no el dinero. Y si eres un escritor creativo, te las arreglarás para que pueda suceder lo que muchos esperan que suceda.

DOS

Una historia sin tensión, sin giros insólitos, sin lugares por conocer, adolece de vida, de contundencia. Pero la realidad es necesaria, hay que hacer notar que estamos involucrados, que lo escrito nos podría suceder directamente. Vivir exige que se esté despiertos, que se viva todo lo posible sin muchas restricciones al vivir. Quien escribe sabe que la literatura se nutre de la vida, sin ella no hay cómo ni porqué. Y la vida —dicen algunos— es más grata, menos “dañina”, cuando se sabe de ella a través de la literatura: un cómodo sillón y un libro con una buena historia alcanzan para conocerla, enfatizan otros.

TRES

Saber cerrar una historia es crucial, aunque busques dejarla abierta para que el lector pueda continuarla a su manera. Hay quienes esperan que sus historias sean armadas por el lector —confían en que seguirán su iniciativa—, cosa que no todo lector estará dispuesto a hacer: por no tener el tiempo, por falta de curiosidad o por simple incapacidad. Terminar una historia, concluir su acción —en eso el narrador es como un dios— dependerá de ti si te lo propones. Es de suma importancia saber con precisión en qué momento finalizar, cuándo poner el punto final. Pero casi siempre la historia es la que decide.

CUATRO

Las historias que pretendas escribir (debes reconocerlo), casi todas se irán escribiendo ellas mismas a su amaño; ellas te dan luces, claridades en las que —valga decirlo— no tendrás incidencia alguna si no estás atento: si no tienes tacto para hacer visible lo que quieres mostrar, ni siquiera la historia misma podrá ayudarte a alcanzar un buen término. Escuchar y saber observar —no solo se ve con los ojos— son los puentes que te llevarán a la gran obra.

CINCO

Muchos “escritores” dicen querer escribir como se habla, así no más. Si lo que buscas es escribir como hablas, no entiendo ese doble esfuerzo. Escribir implica condiciones más finas que abrir la boca, no es como tomarse un café o lanzar una piedra. ¿Para qué gastar largas jornadas de escritura tratando de alcanzar lo que podrías decir de una sola vez?

SEIS

Una buena historia siempre es una historia creíble. Por eso es recomendado que partas de una que tú mismo hayas vivido, pues, de otro modo, se necesita de un gran genio (algo difícil de encontrar). Sé que hay muchas historias que se nutren de la imaginación, eso es lo que les da la iniciativa, y es válido; pero la imaginación también tiene incidencia en lo real, es a eso a lo que me refiero. Por más extrañeza que la historia presente, si no nos convence de su verosimilitud, no hay caso: no será tan querida como las que sí, independientemente de si está basada en una experiencia de vida o si la ficción cabalga en ella a todo dar. Los hechos deberán ser posibles, los diálogos (si los hay) deberán ser creíbles, y las atmósferas convincentes; además de tener cuidado en no dejar a los personajes o la trama en el aire, desamparados. Saber tejer, esa es la tarea.

SIETE

No importa de qué hables, debes ser consistente, honesto, poseer veracidad al contar tu historia. No se debe olvidar que hay historias con una contextura narrativa traslúcida, casi evidente, que pueden satisfacer al lector; y otras con enormes grados de piel que no lo harán por mucho tiempo. La realidad cambia, los puntos de vista son múltiples, pero solo aquellas historias que parecen querer darle un abrazo y terminan por destriparlo, que lo ponen en un grave peligro, son las que el lector guardará siempre; sobretodo, porque logran darle un “golpe” inesperado, porque lo sorprenden y no son íntimamente predecibles. Si el lector se aferra a tu historia, es porque ella ha sabido “amarrarlo”.

OCHO

Una buena historia podría ser un cruce insospechado de historias que generen una provisional desorientación. Suele ocurrir que si la historia que se cuenta seduce la curiosidad de quien lee, si lo incita a continuar, por más grande que sea el laberinto el lector irá con avidez tras la salida. Un surtidor de inesperadas fugas no dejará apagar la atención de quien lee: sentidos inesperados, sugerentes “incoherencias”, recursos sorpresivos —incluso absurdos—, todo esto podría asegurar su permanencia, su constante apetito, el deseo de “llegar” al final. Pero ten mucho cuidado de no perderte tú cuando estés escribiendo: eres quien muestra el camino.

NUEVE

La lógica (aunque pueda establecerse de diversas maneras) debe estar guiada por el sentido común. Esto es ampliamente difundido, pese a pasarse por alto. Por ello, las palabras deben ajustarse con una ilación que no haga perder el interés: una buena historia sabe sostener la tensión, por muy minimalista o barroca, o lo que sea que quiera mostrar. Se debe tener cuidado y escribir de tal manera que lo escrito no distraiga o aburra a quien se atreve a leerte: una historia rota, despellejada, con cabos sueltos y sin un cuerpo que se pueda “tocar”, suele desanimar a los lectores. Hacer que el lector se quede en la escena del crimen no solo necesita de pistas y un gran talento para que el lector las siga, sino de un trabajo inteligente, meticuloso y disciplinado. Sin los catastróficos afanes editoriales que tanta carne cruda sacan a la venta. Saber llevar un ritmo y no dejar que te presionen al momento de escribir, dará un buen resultado. Esto es claro.

DIEZ

Ten presente que, si encima de todo, lo que se está contando es superfluo y carece de atractivos, perderás a quien se acercó a tu libro antes de que puedas “agarrarlo”. Hay que saber ver por ojos ajenos lo que ocurre y hacerlo atractivo para que los lectores quieran quedarse a ver qué pasa. Un buen comienzo debe hablar al oído y seguir con la caricia, con una invitación cómplice a dormir juntos; a no ser que quieras darle al lector un martillazo para que despierte. Este último tipo de “invitaciones” es más efectivo en los aforismos o en algunos poemas cuya brevedad deja sin aliento; sobretodo si el poema está “construido” con un justo equilibrio, con la precisión y el silencio justo que lo hará resonar por un buen tiempo. Sucede de tal modo con lo que se narra. Tenlo presente.

ONCE

Es extraña la persona que no se sienta bien cuando le cuentan una historia. Pero depende de lo que se le está contando y de la forma en que se le lee. Si una de las dos falla, producirá una leve inconformidad en quién escucha y podría abandonar la sala cuando nadie lo espera. Un buen escucha es respetuoso, pero hace valer su tiempo. También es un derecho del lector abandonar el libro que no le llamó la atención, una primera debilidad y será rechazado, pese a que el libro no tenga la culpa del lector que le ha tocado en suerte. Hay que tener en cuenta que la infancia —cuando hay quién alimente el gusto por la lectura, por las fábulas, por los cuentos— es la mejor etapa para nutrir el deseo por la lectura y, en menor medida, es probable que ese futuro lector resulte ser un escritor. Una buena historia es precisamente esto: una estimulante compañía que siempre recordaremos con gusto.

DOCE

Leer una buena historia es como si te la estuvieran contando al oído. Lograr una voz susurrante, con matices y variaciones en el tono, suele agradar a los lectores; pero el grito, que les griten, no es atractivo para nadie. Cuando estés escribiendo la historia, ve leyendo en voz alta, haz los énfasis estrictamente necesarios, escucha con atención y con distancia lo que llevas escrito; eso te dará una medida, una claridad sobre las dinámicas sonoras y las posibles respuestas del inesperado lector. ¿Abrirá los ojos de más? ¿Sentirá deseos de cambiar su habitual posición? ¿Resistirá? La música, al escribir, no puede ser despreciada. Si tienes una buena afinación, las palabras que escribas tendrán mayor posibilidad de entrar en los demás. Es claro que las personas vibran en ondas diferentes, pero ten presente que escribir requiere tanto de la contención, como de los desmesurados aullidos de las tormentas. Saber en qué momentos la lluvia debe caer en calma y cuando es ineludible el tamboreo de los relámpagos, requiere de atención y medida.

TRECE

Si tu historia es una buena idea, pero la escritura abunda en errores, quizás alguien te perdone el descuido. Pero es peligroso. Si careces de una buena idea (hay quienes aseguran que no hay malas ideas, sino malos escritores), y el texto está muy bien escrito, muchos lo leerán sin darse cuenta y podrás salir incólume. Si la historia tiene una buena idea y, además está bien escrita, ¡gol!: habrás conquistado un lugar entre pocos; al menos por más tiempo que si fuera al contrario. ¿Al contrario? Sí… si tu historia es una idea que no se sostiene, y además cae en los errores de las más burdas escrituras, quien se acerque a ella cerrará el libro y no volverá a exponerse a tal crueldad. Sentirá que ha perdido el tiempo. Y serás olvidado; tanto como tu intento de escribir algo para la inmortalidad. A no ser que seas usado para dar ejemplos de lo que NO se debe hacer en literatura. Hacerte a un nombre de este modo —entre burlas y escarnios— es lo más triste que te podría pasar, te lo aseguro.

En todo caso, no es recomendable seguir paso a paso lo que te digo. ¿He dicho algo? Prepara tus páginas: ¡es hora de atrapar un conejo!

 

Víctor Raúl Jaramillo

Medellín, 25 de junio de 2020